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Capítulo Treinta y tres

—¡Sos una puta sin vergüenza! —me gritó con todas sus fuerzas haciendo que me sobresalte. Cerré los ojos mientras las lágrimas comenzaban a caer entre mis mejillas. Cuando los abrí, miré como Luna me estaba mirando de la misma manera, agarró el plato en dónde estaba mi pizza, que no había comido y lo tiró hacia donde estaba, por suerte, había podido esquivarlo- . ¡Confié en vos! No puedo creer que me hayas hecho esto.

—Luna... yo —dije con mi voz acongojada, estaba temblando con tanta intensidad que ya no podía hablar.

—¡¿Yo, qué?! —me interrumpió gritando cada vez más fuerte. Agarró ahora el vaso con agua y volvió a arrojarlo, no me corrí pero sin duda su puntería no era buena. De lo que no me había salvado, era de mojarme.

En ese momento, sentí como pasos apresurados se acercaban a la cocina. Cuando la puerta se abrió, me impulsé hacia delante ya que estaba muy cerca, miré a mi hermano y Matías que miraban la escena conmocionados, porque tanto Luna como yo, estábamos llorando de una manera silenciosa. Nada se escuchaba, no hasta que mi amiga empezó a sollozar.

—¡¿Qué pasa?! —preguntó mi hermano confundido. Matías en ese instante, bajó la cabeza negando. Sabía lo que estaba ocurriendo.

—¡Me cagaste la vida! Espero que ahora seas feliz —escupió antes de empezar a caminar hacia la puerta. Sin dudar, cuando pasó por mi lado la detuve, recibiendo la mayor mirada de odio que había recibido alguna vez. Mis lágrimas volvieron a aparecer.

—Sé que estuve muy mal, merezco tu odio.

—Vos no mereces ni eso —negó soltándose bruscamente, haciendo que mi hermano se ponga alerta de la situación, se adelantó hasta ponerse a su lado. Matías en cambio, permaneció en el lugar, mirándome con decepción.

—¿Qué pasa? —volvió a preguntar.

Ninguna de las dos contestó, ni siquiera lo miramos. Luna negó una vez más antes de salir y pegar un portazo, no tardé en seguirla mientras la llamaba. Sentí a mis espaldas, como la puerta volvió a abrirse, dejando ver las caras de preocupación de los hombres de la casa, sin embargo no iba a explicarles nada.

—¡Luna, espera! —me apresuré a ir hacia la pieza que era donde ella se estaba dirigiendo. El día que tanto temí que llegara, estaba pasando.

—¡No! Andate —me gritó cuando sintió que entraba. Agarró su valija debajo de la cama y la abrió con brusquedad— . No puedo creer lo que hiciste...

—Yo... yo me arrepentí, te lo juro. Todo lo que pasó cuando volvimos a ser amigas fue real —sollocé mientras la miraba guardar. No quería que se fuera. La necesitaba en mi vida, no quería desmoronarme una vez más.

—¡Andate porque te juro que te mato! —me advirtió deteniéndose para enfrentarme.

La puerta se abrió de golpe, Valentín se acerco a Luna mientras sentí a Matías detrás mío. Mis lágrimas no cesaban al igual que las de Luna, mi hermano se abalanzó sobre mi amiga para abrazarla, pero al instante se corrió, haciendo que la mire con desconcierto. Cerré los ojos con fuerza, no solo había cagado nuestra amistad, sino, su relación.

—¡No me toques! —gruñó temblando.

—Él no tiene nada que ver —negué sollozando más fuerte. Sentí como los brazos de Matías me envolvían desde atrás, tirándome hacia fuera de la habitación, comencé a quejarme porque no quería irme de ninguna manera.

No dejaba de sollozar mientras le rogaba que se quede, pero ella en definitiva estaba muy convencida con su decisión y no era para menos. Mientras tanto, Matías no se rendía en querer sacarme pero quería disculparme.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora