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Capítulo Veintiocho

Mis ojos llorosos y manos temblando, no me permitían poder abrir la puerta del departamento. Con un suspiro, volví a intentar antes que las llaves se caigan al suelo. Luna se encontraba riendo en el sillón mientras miraba algún programa de chimento que pasaban por las tardes, el ruido de la puerta pareció sobresaltarla. Cuando me vio llorando, no tardó en levantarse para socorrerme.

—¡¿Male, estás bien?! —preguntó dudosa acercándose. Mi respuesta fue tirarme al piso y llorar escandalosamente, no podía dejar de temblar.

—¡¡Male!! —gritó agachándose donde estaba, me envolvió fuertemente sus brazos en un abrazo para contenerme-—Tranqulizate por favor, respira.

No tenía muchas fuerzas para hablar, por lo que me dejé contener sin emitir palabra. Gracias a Ezequiel, estaba ahí en ese momento, si él no hubiera salido justo a tiempo, podría estar hasta muerta. Tenía mucho miedo y no era algo que podía negar, Benjamín era peligroso, hasta me había amenazado diciendo que me encontraría y que la próxima vez no escaparía. Pensar que podría haber una próxima vez me tenía completamente aterrada.

—Tranquila... —dijo proporcionándome caricias en la espalda.

Estuvimos un rato largo sin hablar o realizar algún movimiento, a excepción de mi amiga que afianzaba su abrazo o caricias. Cuando pude recomponerme, me levanté y fui directo a buscar los cigarrillos, necesitaba la nicotina y los que tenía en la cartera se habían acabado. Cuando volví a la sala, Luna seguía sentada en el piso, mirándome con preocupación.

—¿Querés agua o algo? —preguntó en murmuro.

Negué.

—¿Qué pasó? —quería hablar, pero un nudo en la garganta volvió a formarse, haciendo que comience a llorar nuevamente.

—No, no, ya está. No me cuentes —negó acercándose de nuevo, con cuidado que el cigarrillo no la toque.

Con un suspiro me separe del abrazo y la miré, iba hablar pero unas risas se escucharon mientras que la puerta del departamento se abría, dejando ver a Matías con Paula. Al instante, agaché la mirada, Luna frunció el ceño, mirando con desaprobación a la pareja.

—¡Uf, que olor a pucho! —se quejó Paula.

—Sí la verdad, Male acá dentro no —dijo Matías apoyando a su novia.

—Si te molesta andate Matías, dejala en paz —gritó Luna, claramente enojada.

—Male ¿Estás...?

—Estoy bien —lo miré fijamente— . Dale, vayan a coger a la pieza y dejense de joder.

—No... —se negó él mirando a su novia, no tenía que ser un genio para saber que algo no andaba bien— Anda, nos vemos otro día.

—¿Qué? Pero amor...

—Dale linda, anda —le dio un pico corto, provocando que corra la mirada, no podía soportar algo así ahora—. Yo te llamo.

—Pero dijo que estaba bien, ya es tarde para irme sola.

—Dale no lo hagas más difícil —la miró a los ojos— . Pasan a cada rato los taxis, no va a pasar nada.

No escuché mucho más ya que fui a mi pieza para no hablar, no pasaron más de cinco minutos y escuché pasos apresurados acercarse. La puerta se abrió dejando ver a un Matías preocupado, que no dudó en acercarse con paso firme. Comencé a llorar nuevamente cuando sus brazos me rodearon, me subió a su regazo y abrazó con fuerza.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora