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Capítulo Veintiuno

Mi semana se había basado en tener a tres personas encima, Matías, Valentín y Luna, no se separaron ni un segundo, hasta pensaba que tenían turnos para cuidarme. Me sentía feliz y contenta de tenerlos, no estaba sola como lo había estado hace dos años atrás. Claramente no pudo faltar la charla con mi hermano, en donde me había jurado que su relación con Candela había terminado. Me sentía conforme porque sabía que nunca iba a mentirme, además que no me importaba otra cosa que tenerlo cerca. Valentín siempre había sentido cosas por Candela por lo que no le recriminé nada, sabía que era difícil para ambos estar lejos del otro y no podía jugar con la felicidad de mi otra mitad.

Santiago estaba en Bariloche y con Ezequiel me había visto muy pocas veces porque no tenía ánimos de seguir con el plan, en realidad nos vimos una vez sola y el sexo fue completamente malo. Necesitaba mi felicidad y últimamente el plan no me lo estaba garantizando, dejaba de lado ciertas cosas que me llenaban el alma, por algo que el sexo no podía hacer. Estaba buscando la fuerza y el tiempo para poder hablar con Nahuel, quería excluirlo finalmente. Había dejado el gimnasio de un día para el otro, por lo que sus mensajes no faltaron, pero solo le decía que quería hablar en persona.

Había concretado una cita con Nahuel en la tarde, Valentín estaba a cargo pero fue fácil convencerlo que me deje salir, solo con la excusa que iría de compras, le rogué y rogué, hasta le prometí regalarle algo. Por lo que después de hablar, tenía que ir al centro a comprar.

Llegué a la cafetería donde íbamos a encontrarnos, estaba lejos de la zona céntrica de la cuidad, para que nadie nos descubra. Quería arreglar la situación y que Luna nos viera no era necesariamente hacerlo. Visualicé el lugar hasta encontrarlo sentando en una de las mesas, no estaba de espalda por lo que conectamos miradas al instante, no iba a tardar mucho así que caminé a su encuentro, se levantó para recibirme.

—Hola —saludó acercándose para besarme, le corrí la cara rápidamente. Besó mi mejilla con extrañez.

—Quiero que hablemos.

—¿Qué pasa?

—Voy a ser concisa, quiero terminar todo esto.

—¿Qué? —preguntó atónito.

—No quiero que estemos más, quiero terminar lo que sea que tengamos.

—¡No me podes estar diciendo esto Malena!

—Lo estoy haciendo...

—¿Por qué?

—Porque Luna no merece esto —negué cruzándome de brazos, no iba a permitir retractarme o sentirme mal por darme cuenta que no estábamos haciendo las cosas bien. Resopló un poco.

—Te acordaste un poco tarde —sonrió enarcando una ceja. Mierda, es lindo. Cerré mis ojos para concentrarme.

—Sí, ya lo sé. No puedo arreglar nada, pero tampoco quiero seguir.

—¿No era que Luna no te importaba?

—Hable con ella y... la entendí.

—O sea, que ahora por que se volvieron amiguitas tenemos que dejar de vernos —concluyó alterado.

—No te pido que lo entiendas Nahuel.

—¡No podes ser más falsa! ¿Vas a tener una amiga con la que cogiste millones de veces con el futuro marido?

—¡¿Yo soy falsa?! ¿Quién es el que todas las noches se acostaba al lado de una mujer que sabía que la estaba engañando con una persona importante para ella? El muerto se asusta del degollado...

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora