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Capítulo Cuarenta y dos

—No, no me gusta.

—¡¿Podes decidirte Malena?! —se quejó por octava vez Valentín, levantando un poco la voz, llamando la atención de los clientes del local.

—Vayan a buscar asiento para comer, ahora vamos —les indicó Matías. Sin embargo, mi hermano no se movió hasta que Luna comenzó a tirar de su brazo para sacarlo de la tienda, dándonos una mirada de disculpas. Sabíamos que iba a retarlo ni bien nos pierdan de vista.

Estábamos en el centro eligiendo un regalo para Milagros, que cumplía años el fin de semana. Tenía franco en el trabajo por lo que decidimos ir a comprarlo, ya que los cuatro estábamos muy aburridos en el departamento, el día estaba muy lindo para estar encerrados.

Iban a ser dos regalos, uno comprado por Valentín y Luna, que era una casa de muñecas con todo incluído. Mi hermana amaba jugar con muñecas pero por alguna razón, no tenía casa. Por nuestra parte, íbamos a regalarle patines. Desde que la había llevado a Ruedas libres, estaba muy entusiasmada por el patín y creímos que era una buena idea comprarle unos. En la tienda, había millones, de todos colores y formas, pero ninguno se veían suficientes para ella.

—¿Sabes que tenés que decidirte, no? —habló abrazándome desde atrás, apoyando el mentón en mis hombros.

—No puedo... —suspiré, estaba frustrada— No siento que sean los suficientemente buenos.

—Para ella van a ser perfectos. Cualquiera que elijas van a estar bien.

—¿Vos decís? —pregunté dándome vuelta para mirarlo, preocupada. Era la primera vez que le hacía un regalo.

—Sí —asintió dándome un pico—. Cualquiera va a estar bien.

—¿Me ayudas?

—No sé mucho de patines —negó mirando el gran estante con detenimiento— ¿Puedo elegir los más lindos?

—Confío en vos.

—Bueno, a ver... No creo que estos sean los correctos —opinó, con el ceño fruncido, mirando unos que tenían demasiados dibujos.

—No. Creo que tienen que ser más de un solo color, pero no sé cual.

—¿Y qué decís de unos blancos con ruedas de colores? Parecen como más profesionales.

—No tengo mucha idea de patín, solo me gusta andar.

—A tu hermana le gusta mucho el turquesa... —habló para sí mismo, sin despegar la vista del estante.

—Sí y el rosa.

—¿Qué te parece estos? —señaló unos blancos con el soporte de las ruedas turquesa, mientras que en su interior era rosa.

—Son lindos —asentí con una sonrisa. Eran perfectos para mí hermana.

—Sí, le van a encantar.

—Gracias —le dije entusiasmada abrazándolo cuando salimos. Había podido decidirme mas rápido con él y estaba muy feliz. No contestó, pero besó mí frente, apretándome más hacia él.

Siempre era así. Él me ayudaba, cuidaba y aconsejaba constantemente, agregando que no dejaba de demostrarme cariño. No sabía qué éramos, pero ya no necesitaba saberlo, de una forma indirecta, éramos una pareja que estaba en la cima, en su mejor momento.

—¿Te decidiste? —preguntó Valentín cuando nos vió llegar.

—Sí ya está, insoportable.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora