Capítulo Cincuenta y Seis
Un calor me subió por el cuerpo, haciendo que despierte de golpe. Mi estómago empezó a proporcionarme leves puntadas. Las ganas de vomitar comenzaron. Me levanté rápidamente, haciendo que me mareé un poco por la rapidez en la que lo hice, tuve que respirar profundo para calmarme un poco y hacer mi camino al baño. Cuando llegué, caí de rodillas en el inodoro. Temblé levemente, mientras mí cuerpo se calentaba por la acción. El dolor de estómago no disminuía, sino que por las fuertes arcadas y el movimiento de contracción, hacía que aumente. De un momento a otro, sentí como la luz se prendía, no había sido para nada silenciosa. Suspiré maldiciendo.
—Hey ¿Estás bien? —la voz adormilada de Matías resonó. Se acercó, acariciando mí espalda.
—Sí —murmuré, para después volver a vomitar. Escuché como mi novio suspiraba, mientras sujetaba mi pelo, para que no sufra las consecuencias.
—¿Ya está? —preguntó después de un rato, cuando me calmé. Asentí.
Después de lavarme los dientes, y volver a respirar un poco. Matías me ayudó a caminar hasta la pieza, para que no vuelva a marearme. Dejó que me acueste lentamente y dió la vuelta para ocupar su lugar. Una vez acostado, se acercó para abrazarme. Necesitaba contención, mi cuerpo seguía sufriendo las consecuencias por la fuerza que estuve haciendo, una leve capa de transpiración me abordaba, haciendo que sienta calor.
—Tal vez algo te cayo mal —me susurró en la oscuridad.
—Seguro.
Cerré los ojos, pensando. La semana había sido muy tranquila, cada vez me sentía más a gusto y normal con la vida que estaba llevando. Con Matías, a pesar de no tener sexo, todo había sido como antes. El cariño, el amor y la tranquilidad estaban, haciendo que el departamento esté en un clima armonioso, donde la pasábamos riendo, mirando películas, cocinando, basándonos y disfrutando de la compañía del otro. Además, Milagros había hecho bastantes apariciones, revolucionando por completo con su alegría y personalidad. Habíamos estado bastante ocupados a causa del estrés que garantizaba la facultad, pero lo hacíamos juntos, haciendo que todo sea más llevadero.
Sentí la alarma sonar y cerré los ojos con fuerza, no había dormido nada en toda la noche. La cama levantó un peso, lo que significaba que Matías se había despertado. Él apagó el incesante ruido y cerró la puerta de la habitación. No tardé en volver a dormir.
—Amor... —susurró, moviendo mi brazo para que despierte. Me removí—. No vayas hoy quedate acá y descansa.
—Sí —suspiré desperezándome, abrí los ojos para mirarlo. Ya estaba cambiado, listo para irse—. Cuidate.
—Vos también, cualquier cosa me llamas —se inclinó para darme un pico rápido—. Igual ya hablé con Lu y va a venir después del trabajo, Valen cuida a Juan hoy, tiene el día libre.
—Bueno —murmuré antes de volver a cerrar mis ojos.
—Chau, te amo.
—Te amo —le sonreí. Sentí como me dió un beso en la mejilla en forma de despedida, y pocos segundos después, cómo cerró la puerta, lo que indicó que ya no estaba. No tardé en darme la vuelta para seguir durmiendo.
El revuelto en el estómago volvió, haciendo que me despierte nuevamente. Sin preocuparme por nada, me levanté corriendo para dirigirme al baño, en dónde vomité de nuevo. Para estabilizarme, me quedé con la cabeza entre mis piernas, tratando de respirar un poco, ya que los mareos habían regresado junto con las náuseas. Cuando pude tranquilizarme, me levanté del piso para mirarme en el espejo, tenía un gran rastro de ojeras debajo de los ojos, hice una mueca por mi aspecto y procedí a lavarme los dientes para poder estar normal. Salí del baño y agarré mí celular, eran las once de la mañana, ya no me iba a poder dormir.
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Condenada por la Venganza
Teen FictionMalena Cantera llega a Buenos Aires después de dos años fuera, ya se sentía lista para volver. Los recuerdos la invaden, cada calle, edificio y rincón tenían su historia, que formaban su pasado que la atormentaba día y noche desde su huida. El moti...