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Capítulo Cincuenta y Siete

—¿Cómo estás? —murmuró mientras mirábamos una película, haciendo que bufe de frustración.

—Bien, te dije que estoy mejor —le contesté cansada.

Estaba cansada que siempre me pregunten lo mismo, estaban con la loca idea que me haga un test de embarazo, cuando hacía un día que ya no vomitaba y me sentía mejor. Todos habían estado encima, atosigándome. Algo que ninguno de los tres entendía realmente.

—Quiero que hagamos un test igual —insistió. No pude evitar rodar los ojos, esta conversación la habíamos tenido millones de veces.

—Matías... —me incorporé, molesta—. No dejes que mí hermano te meta cosas en la cabeza.

—No, es solamente para sacarnos la duda...

—Yo no voy a hacerme nada —le dije frustrada, tratando que entienda.

—¡Deja de ser caprichosa! —me gritó, cuando lo notó, cerró sus ojos para relajarse y hablarme suave— Hay probabilidades.

—Sí, y sabes que hay muchas que no sea tuyo —solté sin escrúpulos. No era algo que quiera recordar, pero tenía que hacerlo de alguna u otra manera. No se habían percatado de usar protección, claro está y aunque tomé pastillas eso no significaba que no podrían fallar en algún momento. Sin contar la pastilla del día después que no dudé en tomar. Sabía que podían no funcionar y como podrían fallar cuando estuve con Matías, también había una gran probabilidad que lo hagan en esa ocasión.

—No digas esas cosas —me dijo claramente dolido.

—Soy realista.

—Hay muchas más que sea mío —susurró, tratando de convencerse a sí mismo.

—¡¿Te estás escuchando?! —él se sobresaltó y me miró, mientras negaba— No queremos esto.

—Vos no lo queres —soltó, volviendo a gritar.

—No, no lo quiero —contesté sincera, con lágrimas en los ojos.

Enojada, me levanté para ir al baño. Mi estómago había comenzado a revolverse nuevamente y no quise llamar su atención, no quise darle la razón. Me dieron ganas de vomitar y encendí la ducha para bañarme. Me desnudé mientras trataba de respirar hondo, pero fue imposible. Ví la imposibilidad cuando caí de rodillas al inodoro para hacer lo que se había hecho costumbre. Vomitar.

Gracias al ruido de la ducha, Matías no podía escuchar, pero cuando quise levantarme, volví a caer generando un mayor ruido. Maldije por lo bajo, se iba a dar cuenta.

—¿Estás bien? —preguntó desde el otro lado de la puerta.

—Sí, no entres —le grité, haciendo que mí voz salga débil. Cerré los ojos con fuerza, cada vez la estaba cagando más profundo.

—No Male, dejame pasar —insistió mientras trataba de abrir la puerta. Algo que no permitía porque hacía fuerza con el pie, trabándola.

—¡Te dije que no! —mi estómago volvió a fallar.

—Estás vomitando... —confirmó mientras aprovechaba que la fuerza disminuía para pasar. Apagó la ducha con una mano y se agachó para acariciar mi espalda—. Respira —murmuró.

—Ya estoy —dije suspirando mientras cerraba los ojos. Me apoyé en la pared, que me dió escalofríos por la desnudes, agarré mi pelo y comenzó a tirarlo para atrás de frustración. Abrí los ojos, para encontrarme a un Matías apoyado en el otro lado, perdido en sus pensamientos.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora