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Capítulo Cuarenta y uno

Lo único que importaba en este momento, éramos Matías y yo. Todo el orgullo, junto con Paula y su padre habían pasado a un segundo plano, en donde llorar ya no valía la pena. Nuestros cuerpos unidos, los besos y el amor que brotaba de cada uno de mis poros, era lo que hacía que me sienta viva. Lo que me hacía comprender que a pesar que las cosas muchas veces se ponían feas, nada era más gratificante que tenerlo.

Estaba de acuerdo en afirmar que las semanas sin Matías habían sido un calvario, uno que solo implicaba llorar y tratar de mantenerme ocupada para no pensar en todas las posibilidades de perdonarlo. Pero en este instante, en donde la habitación delataba cuánto nos necesitábamos, me di cuenta que valió la pena.

A pesar que no tenía en claro todavía lo que éramos realmente, era un gran paso que ya estemos con el camino libre para que sea lo que pase. Tal vez el destino tenía preparado algo para nosotros, y estabamos dispuestos a entregarlo todo.

Mi sonrisa creció aún más cuando Matías empezó a trazar pequeños círculos en mí espalda desnuda. Estaba relajada en su pecho, sintiendo como el corazón de él latía con fuerza, demostrándome todo lo que no me había dicho, o sí, pero indirectamente.

El tono del celular que parecía ser el de él, sonó en la habitación interrumpiendo el plácido momento. No pude evitar quejarme y escuché como resoplaba.

—Es el tuyo, andá —le dije tratando de incorporarme, pero no me dejó.

—No, estamos bien así.

—Andá, puede ser importante.

Mi celular también empezó a sonar, él rodó los ojos. Traté de incorporarme nuevamente, pero él volvió a impedirlo.

—No atiendas —me susurró con voz grave.

—Voy a atender y vos también —me reí levantándome completamente. No sin antes darle un pico y caminar hasta donde dejé el celular.

—¿Si?

—¡Nena! ¿Qué haces que no tenés tu celular encima? —escuché como Luna resoplaba desde el otro lado del teléfono. No era una persona con mucha paciencia y tenía que admitir que había tardado.

—¿Qué pasa Lu? —le pregunté para ser lo más concisa posible. Quería volver a la cama.

—Vamos a ir a cenar con Valen y queremos que estés. Tenemos que darte una noticia...

—¿Ya se sabe el sexo? —pregunté entusiasmada.

—No, el muy roñoso no se deja ver todavía —resopló haciéndome reir.

—Okay, pasame la dirección y nos vemos.

—¡Genial! Ponete linda, eh —me dijo cómplice.

—¿Qué tramas?

—Nada, chau —colgó antes que le pregunte algo más. No era idiota.

Sin darle mucha importancia, bloqueé el celular y caminé hasta la cama. Matías se estaba riendo mientras parecía cortar la llamada.

—¿De qué reís? —le pregunté subiéndome a horcajadas, él no tardó en rodear sus brazos en mi cintura.

—Tu hermano me invitó a cenar a un restaurante, y se enojó porque le dije que no.

—¿Qué?

—¿Por qué te sorprendes tanto? Solamente quiero estar con vos—me susurró en los labios. Una sonrisa sincera apareció en mi rostro, no pude evitar fundirme en un profundo beso. Lo había extrañado.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora