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Capítulo Cuarenta y cuatro

El patio de la casa de mis padres estaba totalmente decorado para la ocasión. A causa que ya estaba casi oscureciendo, unas luces de colores estaban colgadas de un extremo a otro haciendo un ambiente romántico. Se habían esmerado en hacer una buena fiesta de cumpleaños para mí hermana, ya que juegos de diferentes tipos estaban posicionados en puntos estratégicos en todo el jardín. Mientras que del otro lado, bastante alejado de los niños corriendo, se encontraba una larga mesa en dónde estaban sentados mis familiares.

Por el calor, llevaba un vestido largo, bastante fresco y un rodete bien armado. Matías, por su parte, tenía un pantalón de jean oscuro, una remera negra pegada a su cuerpo, mientras que en su cintura se rodeaba una camisa. Se había excusado con que ''era la moda'' y que si por la noche hacía más frío, tenía algo que ponerse.

Habíamos decidido no entrar de la mano para no generar confusiones ni pensamientos equivocados. Que sin embargo, tuvieron lugar por la llegada juntos. Emocionada, me dirigí a mí hermana apenas entré, obviando miradas y concentrándome en el momento que había estado esperando desde que compré su regalo.

—¡No... no puedo creerlo! —chilló cuando abrió el regalo, no tardó en abalanzarse, todo mis nervios habían desaparecido— ¡Gracias, gracias, gracias! —dió pequeños saltos mientras seguía abrazándome.

—También es regalo de Mati. Él los eligió.

—¡Sos el mejor del mundo! —saltó sobre él, y me abrazó nuevamente, haciendo que nos una en un solo abrazo.

—De nada, hermosa —le besó la mejilla para después volver abrazarla—. Feliz cumpleaños.

Pero su atención no sería para siempre, una nena la llamó y al instante desapareció. Le dirigí una mirada orgullosa a Matías, no me iba a llevar el crédito por el regalo. Entre los dos hacíamos un excelente equipo. Manteniendo distancia, caminamos hasta la mesa, saludando por obligación a todos, para después tomar lugar frente a mi hermano y cuñada.

—Con ese vestido parece que la embarazada es otra —se rió Luna, haciendo que la mire mal. Le tiré una papa frita que había en una compotera en la mesa, haciendo que se queje.

—Ya te vas a poner gorda y vamos a ver la diferencia.

—Eso es envidia, que ella es hermosa y vos no —me defendió Matías. Luna abrió su boca sorprendida. Miró a Valentín que era ajeno a la conversación por hablar con una de mis primas.

—¡Valentín! —se quejó, llamando la atención— . Tu amigo dice que soy fea y que tu hermana es más linda.

Quería reír por su inocencia, pero no podía hacer mucho contra el sentimentalismo de una embarazada.

—Podría defenderte pero somos iguales y decir que mí hermana es fea es decir que yo también lo soy. Los dos sabemos que no es así —se encogió de hombros, provocando más indignación por parte de su novia.

—¡Te odio! —lo empujó enojada— . Ojalá mi hijo salga lindo como yo.

—Si sale lindo es porque va a salir a su tía...

Las miradas de la familia eran constantes a nuestra parte de la mesa. Pero ya estaba demasiado grande como para que me importe lo que ellos pensaban. Sin embargo, sabía que era muy probable que después de la fiesta, tenga una charla especial con nuestros padres, a ellos no podíamos mentirles. A pesar de no tener nada sumamente claro, sabía que iban a preguntar sobre el tema.

Las ruedas de los patines junto con las risas de Luna y Matías se hacían presentes en la sala hasta la cocina. Mientras él la distraía, los demás se estaban ocupando de lavar todo lo que había costado entrar. Por mi parte, estaba haciendo el café que pidieron.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora