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Capítulo Seis

—Está muy rico -le dije a Nahuel, que se encontraba frente mío.

El departamento en donde vivían con Luna era muy elegante y espacioso, sé que ella estaba estudiando pero no tenía trabajo, por lo que en definitiva, el presupuesto del lugar era pagado por su pareja. Nahuel me había cocinado pastas, con el hambre que había llegado, estaba controlándome para no devorar completamente el plato, no tenía en claro si eran una delicia o si mi apetito me había permitido disfrutarlo tanto.

—Hice lo que pude —se encogió de hombros.

—Lo hiciste muy bien de todas formas.

La tensión se sentía en el ambiente, no habíamos dejado de lanzarnos miradas pícaras y sonrisas seductoras. Estaba conforme con que él haya dado el paso de invitarme. Hoy podía llegar a ser un gran día. Nuestras miradas cada vez declaraban más las ganas que sentíamos de ir a la cama, pero estas fueron interrumpidas abruptamente por un celular que empezó a sonar, el mío para ser exactos.

—¿Sí?

—¿Dónde estás?

—¿Dónde estabas vos? —retruqué.

—No me jodas Malena, te hice una pregunta.

—Y yo te hice otra Valentín, corta con querer mandarme.

—Sos mi hermana, no te mando. Me preocupo por vos.

—No se nota, cuando ayer me dejaste sola.

—No tenes cara, te fuiste primera —estaba enojado, se notaba a leguas.

—Estoy ocupada, me tengo que ir.

—Ocupada las pelotas ¿Dónde estás?

—No te importa, chau.

—Malena me llegas a cortar...

—¿Y qué, me vas a amenazar estúpido? —lo interrumpí elevando la voz, olvidándome que no estaba sola.

—¿Qué mierda te pasa?

—¡Qué mierda te pasa a vos! Venís a atacarme cuando no tenes porqué meterte.

—Está bien, por mi matate.

—Dale, pero...

Cortó.

Suspiré frustrada, últimamente mi hermano estaba a la defensiva constantemente. Me controlaba con la excusa de cuidarme. Quería que entienda que podía cuidarme sola y que ya era lo suficientemente grande para hacerlo por mí misma. No sabía como reaccionar porque su actitud, estaba muy ligada a el suceso de hace dos años atrás, pero ya no era esa chica pobre, indefensa e inofensiva.

Lo que más me molestaba, era que debía darle explicaciones cuando él no me las daba, por la noche había desaparecido y hasta el momento no había sabido nada acerca de su persona. La confianza que antes había estaba desapareciendo, y eso me dolía, Valentín era la única persona por la cual sería hasta capaz de morir.

—¿Estás bien? —preguntó Nahuel haciendo que vuelva al mundo.

—Sí, gracias.

Se levantó de su asiento con una sonrisa, rodeó la mesa para caminar a donde estaba sentada. Lentamente se agachó y agarró mis mejillas para acariciarlas. Sonreí por el acto. Era muy dulce y cariñoso, Luna se había sacado la lotería con él, o tal vez no tanto, por el hecho que la estaba engañando. Mirando sus labios, Nahuel se acercó para conectarlos con los suyos.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora