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Capítulo Cincuenta y cinco

La concentración de Julia mientras le relataba todo lo sucedido, me incitaba a seguir contando. Entre las dos, estábamos a punto de gastar una caja de pañuelos descartables. Me gustaba que no se haga la fuerte frente a mí, que sea transparente y me escuche con todos sus sentimientos a flor de piel. Era muy buena escuchando y aconsejando, estaba necesitando a la madre de Matías hacía mucho tiempo y no fue hasta este momento, en el que me dí cuenta de cuánto era lo que en realidad la hacía.

—Cuando te dije que eras fuerte, no mentía —susurró mientras acariciaba mi espalda—. Me alegra que una mujer como vos, esté al lado de mi hijo.

—No lo merezco.

—No es cuestión de merecer. Es cuestión de amar. Ustedes se aman —era malditamente sabia. Hablar con ella te hacía sentir un ser minúsculo e ignorante.

—Lo amo.

—Lo amas con la misma intensidad que él a vos. Él merece que alguien así lo ame.

—¿Por qué nunca puedo discutirte nada? —reí mientras agarraba otro pañuelo para sonarme nuevamente.

—Porque lamento informarte, que te tocó una suegra muy inteligente —se burló mientras se sentaba mejor para mirarme, me estaba incitando a continuar. Suspiré y comenxé a hablar.

—Yo... me porté muy mal con él.

—Y él lo entiende. Que ahora vos estés de nuevo, es lo que le importa.

—No sé cuánto va a soportar... —negué. La paciencia que tenía era una capacidad que no había visto nunca. No lo merecía y eso era verdad, pero lo amaba con tanta intensidad, que eso era lo que valía en el momento. Mi pasado a él, no me importaba en lo más mínimo.

—Muchísimo, ya hablamos del amor Male ¿No lo extrañas? —la miré confundida, pidiendo una explicación—. Ya sabes de lo que te hablo.

—No me siento lista...

—¿Ni siquiera para un beso?

—Creo que nos acostumbramos a esto... claramente extraño sus besos. Pero no más que eso.

—De a poco se empieza... Matías estará por venir, así que vamos a lavar esa carita —se levantó, para después tenderme el brazo. Me sentía tan segura con esa mujer.

No dejó que me acerque a la cocina de ninguna forma, por lo que me encontraba en el tenso encuentro de Matías y Ricardo. Obviamente, hablaba con el hombre mientras intentaba que el celoso chico, se entremeta, pero no lo iba a lograr. Todo mejoró cuando sus hermanas llegaron, la tensión se fue por parte de todos y el novio de Julia parecía más cómodo. Tal vez, porque mis papás estaban juntos, no entendía su actitud caprichosa, su mamá lo había pasado mal y merecía volver a reconstruir su vida. Sus hijos ya estaban grandes y floreciendo, cuando terminen de hacerlo por completo, ella se quedaría sola y eso no sería algo justo. No lo merecía.

Probablemente, la familia de Matías estaba enterada sobre toda la situación, pero en ningún momento mencionaron algo. Me miraron con los mismos ojos que hace dos años atrás, lo agradecía completamente, ya que no necesitaba lastima de nadie.

La cena había sido muy tranquila, hacía mucho tiempo no nos reuníamos, por lo que sirvió para ponernos al día de muchas cosas, claramente no acoté demasiado acerca de mi actualidad, simplemente me encargué de hablar sobre lo que contaban.

Mis músculos se relajaron cuando cerré la ducha, había necesitado bañarme desde que pisé el departamento. Salí del baño con una remera que había encontrado de Matías, me gustaba usarlas, eran cómodas para dormir y no molestaban aunque claramente también tenía un short holgado en la parte de abajo. Él se encontraba ya acostado en la cama, cuando entré a la pieza, revisaba su celular tranquilamente, algo que dejó de hacer cuando me miró, ya que sonrió y lo bloqueó, dejándolo a un lado.

Me acerqué a la cama y me senté al lado de él. Dirigí una de mis manos a su pelo y lo acaricié, cerró sus ojos ante el tacto, respiró vaciando sus pulmones y volvió a abrirlos, mirándome fijamente.

—Que celosito me resultaste —me burlé por como había reaccionado con Ricardo. Él rió tirándose hacia atrás para apoyarse mejor en la almohada. Negó.

—Sabes lo que pienso...

—Es un buen hombre —contraataqué, poniéndome seria.

—No digo que no lo sea —se encogió de hombros.

—Ella quiere lo mejor para vos. Me acepta, vos deberías hacer lo mismo —le dije tratando de convencerlo, tenía que aceptarlo de alguna u otra manera. Negó mientras suspiraba en forma de cansancio. Posó una de sus manos en mi pierna, mientras la acariciaba. Me tensé, haciendo que él lo note.

—Perdón —dijo retirando la mano al instante. Carraspeó incómodo y se incorporo, mientras desviaba la mirada.

—No —le contesté suave, mientras agarraba su rostro para que me mire. Le sonreí y agarré su mano, volviendo a ponerla donde estaba antes—. Sos vos, no te tengo miedo.

—No tenes porque hacer esto...

—Lo hago porque quiero —volví a decirle dulcemente, mientras comenzaba acercarme. Acaricié su rostro con mucha delicadeza, no dejaba de sonreír—. Te amo.

—Y yo te amo a vos —susurró, cerrando sus ojos, como si quisiera guardar el recuerdo de la frase.

—No estoy lista, pero hay algo que sí extraño —murmuré cerca de sus labios, tan cerca que ya sentía su respiración. Matías abrió sus ojos y se tensó al notar la cercanía, sonrió y dirigió su mirada a mis labios, al igual que yo—. Tus besos.

—¿Vas hacerlo vos o tengo que hacerlo yo? —preguntó con voz ronca, como la primera vez que nos besamos.

A diferencia del primer beso, él se abalanzó y comenzó a besarme lento, como casi nunca lo hacía. Remarcaba amor, nostalgia. Remarcaba cuánto me había extrañado y necesitado, cuánto odiaba esa distancia que había entre nosotros, algo que solo el tiempo podía curar. Ninguno de los besos que nos habíamos dado, se comparaba, a pesar que todos hayan sido memorables. Este beso era único. Las lágrimas habían comenzado a acompañarnos, haciéndolo cada vez más profundo y especial. Lo corté para pasar a su regazo y abrazarlo con fuerza. Él suspiró, mientras la congoja se apropiaba de su garganta.

—Perdón mi amor... Yo tenía que protegerte.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora