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Capítulo Quince

Último miércoles de facultad, estaba a dos días de comenzar oficialmente las vacaciones y la felicidad abundaba por todo mi cuerpo. Cuando salí de cursar, antes de irme, caminé hasta el balcón del bufete para fumar un cigarrillo tranquila. Los nervios de la entrega de notas me estaban alterando muchísimo y nada que la dulce nicotina no solucione.

Aspiraba tranquilamente cuando sentí una mirada, sin dudar giré mi cabeza para dirigir la vista a donde presentía que me estaban mirando, Matías. Él estaba sentado jugando con las cartas a lo que parecía ser el truco con Lucas, ya que no sabían jugar a otra cosa. Al hacer conexión de miradas, el chico levantó la cabeza en modo de saludo, solo lo imité con una sonrisa en mi boca. Me levanté sin dejar de mirarlo, di media vuelta y salí del lugar.

Me subí al auto y arranqué después de echarme una mirada en el espejo, había terminado de almorzar y como era miércoles, no me quedaba otra cosa que hacer que ir al gimnasio, a pesar que lo único que quería era dormir una eterna siesta. Además, necesitaba a Nahuel y su increíble sexo para sacar el estrés que el día de hoy  había provocado. Cuando llegué me encontré con una mujer sonriente que me miraba con ternura, mi plan y ganas de estar en el lugar se habían esfumado. Luna estaba ahí.

—¡Male! —habló sorprendida, dirigiéndose a mi para abrazarme.

—Lu... ¿Todo bien?

—Sí, perfecto.Vine a hablar con Nahu para decirle unas cosas del casamiento, sé que aceptaste con la condición que no te cuente nada, pero te necesito amiga.

—Voy a tratar de hacer lo que pueda, ahora que estoy de vacaciones —me encogí de hombros.

—Genial... ¿Qué hacés acá? —preguntó mientras yo dirigía la mirada al novio de la pobre ingenua, necesitaba ayuda para salir de eso.

—Empecé hace poco, y cuando vi a Nahu me sorprendí. No sabía que estaba acá —me encogi de hombros, restando importancia sin sacar la sonrisa de mi rostro.

—¡¿Por qué no me contaron nada?! —frunció el ceño y miró a su novio que acababa de llegar.

—Porque ibas a querer venir todos los días que ella venga —rió abrazando a Luna, mientras le daba un beso al costado de su cabeza— , y necesito a Malena solo para mi.

—Sí es verdad, Male es muy despistada y probablemente...

—¡Exacto! Que bien que me conoces... Si me disculpan, voy a empezar con la rutina porque estoy media justa de tiempo.

—¿Podemos hacer una excepción y me quedo hoy? —le preguntó a su novio. Estaba rogando que le diga que no. Luna parecía muy entusiasmada de encontrarme ahí, nunca me iba a acostumbrar a esto.

—Sí, quedate —le dio un pico. No pude evitar correr la mirada.

No hubo mirada que conecte con Nahuel que no haya fulminado. A pesar que me sonreía en modo de disculpas, la única forma de compensación era que cancele la boda justo en este momento y me coja en el baño. Pero eso no iba a pasar. Toda la clase tuve a Luna hablándome de su casamiento, como que la modista era muy amargada, la torta estaba muy cara y el vestido del civil le quedaba grande. Solamente asentía o me reía sin saber necesariamente que estaba diciendo, no tenía mi absoluta concentración en ella. Una vez que terminé, no me bañé, me fui directamente. Luna me había invitado a merendar pero me excusé con que tenía planes, cuanto más lejos de ella esté, mejor era.

Indignada, estacioné el auto y bajé dándole un fuerte portazo, Luna había arruinado completamente mi día. Me puse los anteojos de sol y caminé lentamente hasta el departamento, abrí la puerta y me encontré con la frutilla del postre.

Condenada por la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora