Cap. 4

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Sms:

_"Hola guapa"

_ "Quién eres?"

_ "El fósil con el que te acostaste."

_ "Cómo has conseguido mi número?"

_ "Por el contrato."

_ "Qué quieres?"

_ "Tomar algo para hablar del proyecto."

_"Estoy trabajando."

_ "Solo tengo un par de preguntas. Te prometo que esta vez seré rápido ;)."

_ "Pues házmelas por aquí, para algo tienes móvil."

_ "Estoy por tu estudio, en diez minutos me paso."

_ ¿Cómo sabes donde está mi estudio? ¿Me tendría que preocupar por si al final sí que eres tú el acosador?".

_ "Por el contrato."

Mierda, ahí está la dirección de mi estudio, bueno... estudio, es donde vivo porque no me puedo permitir nada más. Es un piso antiguo, pero me encanta, tiene personalidad y una gran terraza en la parte de arriba que, junto con los grandes ventanales, ayuda a que se sequen rápido las pinturas. El comedor es muy grande y es donde tengo el taller, todo lleno de lienzos y material, junto con un escritorio donde tengo el ordenador, una librería grande y blanca con las cámaras de fotos y los libros de arte y un sofá cama con una pequeña mesa, al lado hay una pequeña cocina con lo justo y necesario para sobrevivir, no tengo nada más. Al lado hay una pequeña habitación que es mi dormitorio y un cuarto de baño donde solo cabe (y bastante justo) el wc, la bañera, el espejo y un lavamanos. El piso no es gran cosa ya que podría ser más una boardilla que un casa, pero me encanta, me parece acogedor y bohemio, además, pago bastante poco de alquiler porque el dueño es un anciano encantador que dice que le recuerdo a su nieta y me deja un precio tirado. Jamás entenderé que le recuerde a ella, es rubia, con la piel bronceada y ojos marrones, la típica californiana; yo soy blanca, con el pelo cobrizo y los ojos azules verdosos, no nos parecemos en nada.

Tocan a la puerta y la abro con desgana, no quiero hablar con este hombre, me pone de los nervios, está demasiado bueno y es demasiado insoportable, muy mala combinación, siempre me han atraído ese tipo de hombres. Los rieles de la puerta corredera chirrían, tengo que engrasarlos un poco porque cada vez debo hacer más fuerza para abrir.

_ Traigo smoothies naturales. ¿Sandía o fresa?

Cojo el de sandia y le hago pasar. Está guapísimo con esas gafas de sol y esa camiseta, aunque me duela admitirlo. Se me queda mirando unos segundos, estaba pintando y voy con mi ropa de trabajo, shorts vaqueros, camiseta de tirantes (bueno, tirantes... era de manga corta de un concierto de Imagine dragons pero como la tenía repetida y era vieja le corté el cuello y las mangas) y unas zapatillas converse. Aunque supongo que lo que le hará gracia es que voy hasta arriba de pintura y llevo el pelo recogido en un moño medio desecho y sujeto con un pincel.

Me hace gracia que me mire así, sus looks no suelen ser tampoco muy normales que digamos, vale que no lleva las piernas y el torso llenos de brochazos de colores, pero recuerdo una temporada en la que él llevaba una cresta roja muy poco favorecedora y otra en la que no llevaba cejas, aunque me suena que eso fue por una película.

_ ¿Qué preguntas tienes?

_ ¿Siempre eres así de desagradable?

Respiro profundo cerrando los ojos para tranquilizarme.

_ Si su majestad desea tomar asiento –le digo con un tono estúpido señalándole el sillón con una grácil reverencia-, ¿así mejor?

_ Vengo en son de paz.

Do or die -COMPLETADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora