Capítulo 73

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Kiki se despertó bastante temprano. El fuego se había consumido casi por completo y la casa estaba empezando a enfriarse, pero prefirió no tocarlo. Era la primera vez en su vida que estaba delante de una chimenea, y francamente no tenia idea de cómo avivarlo... Lo mas probable era que terminara provocando un incendio, así que desecho la idea. Se levanto con cuidado de no despertar a Orlando e hizo una rápida incursión por el cuarto de baño, para luego recalar en la cocina. Afuera aun estaba algo oscuro, así que levanto la cortina de una las ventanas para mirar... y se quedo con la boca abierta. En algún momento de la noche, la llovizna se había transformado en nevada. Todo el jardín y la calle estaban cubiertos de un manto blanco, que miro maravillada, pues también era la primera vez que veía nieve. Se quedo un largo rato mirando allí, mientras el agua para el café se calentaba.

Luego se llevo la taza a la sala y se sentó cerca de Orlando, bebiendo su café despacio y observándolo. Dormía tan plácidamente... con parte de su cabello sobre la almohada (ahora si, estaba decididamente largo) y otra parte sobre la cara. Kiki se inclino ligeramente para retirárselo y poder verlo mejor. Era tan lindo! Y estaba tan enamorada... Ni siquiera sabia de donde había sacado fuerzas para decírselo. Pero le había hecho mucho bien, le había hecho comprender algunas cosas... Siempre había pensado que ella no se "permitía" enamorarse. Que era capaz de dominar ese sentimiento y no dejar que avanzara. Ahora veía que era una estupidez, el amor no es algo que puedas manejar a tu antojo. Solo sucede, y cuando sucede... simplemente te arrolla. No hay forma de que puedas manejarlo. Te lleva por delante, y te deja indefenso, con el alma dada vuelta y en carne viva.

Debía sentirse feliz, y en gran medida lo era. Tenia al hombre que amaba allí enfrente, y él la amaba también. Se lo decía y se lo demostraba de todas las maneras posibles. Si al principio lo había puesto en duda... ahora no le quedaba ninguna. Orlando Bloom estaba enamorado de ella, y ella de él. Fin de la historia, música de violines.

Y entonces?... Porque sentía ese desasosiego? Fácil. Ella aun no le había dado la mayor prueba de su amor. Y deseaba tanto hacerlo!... Alejar las imágenes que la paralizaban, que le hacían sentir terror... Dejarse ir en sus brazos, poder gritarle que hiciera de ella lo que deseara. Poder tener el valor de tomar de él, lo que deseara... Poder entregarse... ser suya. Jamás se había planteado esto con nadie, de hecho había desterrado el sexo de su vida por completo, y podría haber muerto completamente célibe, si Orlando no se hubiera cruzado en su camino. Pero allí estaba, el objeto de su amor, de su deseo... el hombre que la empujaba a desear superar sus limitaciones. El milagro...

-Princesa...

Su voz la despertó de su especie de letargo. La miraba desde el lecho con ojos somnolientos y una luminosa sonrisa, que ponía hoyuelos a los lados de su boca. 

"Por favor... es tan lindo!", pensó otra vez sin poder evitarlo y sonrió a su vez.

-Me vas a convidar un poco de café, o vas a tomar sola?

-No... claro que no. Enseguida te alcanzo una taza...-respondió levantándose.

-No me vas a desear los buenos días?-la detuvo él, con una voz sugestiva.

Kirsten se volvió sonriendo y dejando la taza a un lado, fue a arrodillarse a su lado. Él la atrapo con suavidad por la cintura, poniéndola sobre su cuerpo, y buscando su boca. Kirsten se abandono al beso por completo y cuando la soltó, vio que él tenia los ojos cerrados y una hermosa sonrisa en su rostro.

-Que?-pregunto ella.

-Mmmm... no quiero despertar, inténtalo de nuevo.

Kirsten lanzo una carcajada, y tomando la almohada lo golpeo en la cara.

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