Prólogo

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Estoy en mi departamento, en frente de mi espejo, mirando cómo me queda el traje

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Estoy en mi departamento, en frente de mi espejo, mirando cómo me queda el traje. Trato de soltarme el nudo de la corbata que me produce la sensación de ahogamiento, pero yo sé muy bien que no es producto de la prenda, sino del suceso que pasaría hoy día.

—¿Papá, estás listo? —me pregunta mi hija Abby, desde la puerta de mi habitación. Me giro sorprendido de verla allí, no la había escuchado. En innumerables oportunidades le había dicho a mi niña que tocara la puerta antes de entrar, pero nunca lo hacía, en eso se parecía a su madre, Andrea.

—Sí, princesa. ¿Tú lo estás?

Abby me asiente con la cabeza, sonriendo muy feliz. —¿Cómo me veo, papá?

La miro detenidamente, hoy más que nunca se asemeja a una princesa. Lleva puesto un vestido con mucho tul en la parte inferior, acampanado, es de color rosado pálido. Su cabello está tomado en un moño con trenzas y tenía una diadema de flores. Es casi increíble verla convertirse en toda una señorita, apenas tiene cinco años, pero para mí, ya es la mujercita más bella del universo.

—Muy hermosa, cariño. Muy hermosa —le contesto.

Mi hija es todo Andrea, el color de pelo, el color de sus ojos y la piel. En lo único que se parece a mí es en las actitudes, que con el tiempo se empiezan a notar. Miro mi reloj despertador, me fijo que ya casi es la hora de irnos. Me echo perfume y salgo. Abajo en mi sala de estar están Allan y Emma, amigos míos y de Andrea.

—¿Nos vamos ya? —me pregunta Allan.

—¡Debemos irnos ya! —enfatiza Emma—. No podemos empezar la ceremonia sin la niña de las flores —le sonríe a mi hija.

Abby emocionada toma su canasto y sigue a su tía Emma que ya empieza a tomar sus cosas para irnos.

En el auto todos hablan menos yo, contra más cerca de la iglesia vamos, más me quiero alejar. Cuando llegamos todo el mundo me habla y me pregunta cosas, yo contesto con cortesía y pretendo una alegría que no siento para nada. De pronto nos avisan que la novia esta llegando, todos tomamos nuestras posiciones, la marcha nupcial no se hace esperar.

Miro al final del pasillo y allí la veo.

Andrea, tan bella y hermosa como siempre, resplandece felicidad. Siento como un fuerte pánico se adentra en mí. Siento ganas de gritar y gritar. Parar la boda. Cualquier cosa para que no se acabe mi vida. Pero en su lugar, sonrío.

Sonrío por mi hija, sonrío por los invitados, sonrío porque ya no quiero ser más un egoísta, sonrío porque yo me busqué mi destino, sonrío porque ya no me quedan lágrimas que derramar.

Y cuando Andrea dice la palabra que crucifica mi corazón, sonrío; porque se está cansando con el amor de su vida, porque ahora ya no sufrirá por mis fallos y debilidades, porque de ahora en adelante será feliz, porque está con un hombre que la merece, lamentablemente, un hombre que no soy yo.

Muchas veces debemos vivir con nuestros errores y equivocaciones, y este es mi castigo; ver a la mujer que amo uniendo su vida con alguien más. Y todo, por no saber ver que el amor de mi vida... siempre estuvo a mi lado.    

Hoja en blanco ☆ Galena Meyers ☆ Infiel Fiel 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora