Capítulo # 52 Colapso

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—Cada día lo estás haciendo mejor —me elogia Adam, mientras me seco el sudor de la frente con dificultad—

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—Cada día lo estás haciendo mejor —me elogia Adam, mientras me seco el sudor de la frente con dificultad—. Sé que pronto estarás caminando otra vez.

Asiento con la cabeza, esperaba que fuera cierto, estaba cansado anímicamente y físicamente del constante desgaste, de la fisioterapia, de no poder pararme y hacer las cosas pendientes que tenía que hacer, como encontrar la manera de recuperar a mi mujer.

Cada día el verla, el tenerla cerca y a la vez tan lejos era un martirio.

Había hecho lo más estúpido de toda mi existencia.

No entendía cómo diablos había caído tan bajo, haciéndole daño a la mujer que más había amado —que amo— en toda mi patética existencia.

La había herido profundamente, lo peor de todo, la herí sabiendo lo que hacía, sabiendo que si lo descubría la lastimaría y que no había vuelta atrás. No con ella. Conociendo que ella odiaba las traiciones.

A pesar de todo, me sorprendía su valentía, su fuerza, la capacidad que tenía para enfrentar las dificultades. Podría haberse desentendido conmigo, podría haberme dejado, pero no lo hizo, se tragó su orgullo y me brindó su ayuda cuando lo desmerecía por completo.

Siempre estaría en deuda con ella.

Ella se había dedicado a darme lo mejor que tenía, y yo le había pagado de la peor manera.

Era un cabrón, un cabrón que daría lo que fuera por tener la oportunidad de arreglar las cosas.

—Ya me voy, Justin.

Levanto la mirada hacia la puerta, Andrea estaba allí con nuestro hijo en brazos. Como siempre, se veía tan hermosa. Tenía tantas ganas de pararme a abrazarla, y besarla, pero ya no tenía ese derecho. Lo había perdido, como a ella.

—Conduce con cuidado —digo suavemente—. Y que te vaya bien.

—Gracias —dice con sencillez, con tono amable. Ella siempre actuaba y me trataba de la misma manera, con amabilidad y templanza. A pesar del daño que le había causado, nunca me había sacado en cara nada, excepto cuando yo la insulté en el hospital, o cuando decía cosas que no debería o fuera de lugar, como preguntarle cosas que ella consideraba que no merecía saber. Rápidamente aprendí a cerrar la boca y aceptar lo que me diera, nunca pedir.

Hoja en blanco ☆ Galena Meyers ☆ Infiel Fiel 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora