Capítulo # 65 Enterrando al corazón

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Andrea

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Andrea

Siempre me habían gustado las tormentas. Ver el cielo iluminarse por los relámpagos, escuchar el agua caer, las gotas impactando contra las ventanas.

De joven, cuando todavía no había conocido a mi primer novio, mucho menos a Justin, cuando nadie dependía de mí, cuando mis grandes responsabilidades eran tan solo ser buena hija y estudiar, me gustaba sentarme en el alféizar de mi ventana, con una taza caliente de café, y mirar como los árboles danzaban por la fuerza del viento.

Me ponía nostálgica, me permitía rememorar sin censura mi pasado y mis buenos recuerdos —como cuando Richard a pesar de las protestas de mamá, nos ponía a Ryan y a mí abrigos impermeables y botas de agua, y nos sacaba a nuestro patio a correr por los charcos y bailar bajo el aguacero. Él fue el primero en enseñarme a abrazar los pequeños pero a su vez grandes regalos que nos daba la naturaleza y que la mayoría de las personas no les importa. Me era imposible no recordar a Richard cuando llovía con tanta fuerza, recordar la forma en la que él  disfrutaba como niño—, en ese pequeño espacio de tiempo, me permitía añorar a Richard sin culpa y sin que nadie supiera, y luego al otro día volvía a ponerlo en el fondo de mi mente.

Hoy llovía a cántaros, como a él le gustaba.

Muy apropiado para la última despedida.

Para su despedida.

Resulta que ese día del accidente, cuando me di cuenta que no podía hacer nada para salvar mi vida y le rogué a Dios un milagro... me lo concedió.

Cuando apenas quedaban unos cuántos centímetros para que el auto conducido por Rachel me impactara de lleno, alguien por mi espalda me empujó, con tanta fuerza, que volé por los aires con Mason en brazos y mi cabeza golpeó fuertemente el pavimento.

Perdí el conocimiento.

Cuando desperté, estaba en el hospital y Adam estaba a mi lado, con una expresión de pesar, remordimiento, dolor y mucha tristeza en su rostro.

Él me contó lo que había pasado y que a Richard lo estaban operando. Pero de nada sirvió, no sobrevivió.

Me gustaría decir que reaccioné con entereza.

Después de todo, yo odiaba a ese hombre por todo lo que me había hecho pasar. Pero al enterarme, no pude evitar llorar por él.

Y mientras lo hacía aferrada a Adam, lo único que pensaba era: Me salvó.
Él me salvó.

Mi papá me salvó.

El hombre al cuál me dediqué a odiar todo este tiempo.

Pero lejos, el más perjudicado y dolido en todo esto, era mi hermano. Desde el día del accidente, no se despegaba de Mason. Era increíble, no podía dejarme de sorprender la grandeza del ser humano, que inclusive un pequeño niño percibiera que su padre lo necesitaba, ya que por estos días el resentimiento y rechazo de Mason hacia su papá, parecía completamente olvidado.

Hoja en blanco ☆ Galena Meyers ☆ Infiel Fiel 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora