Siguió caminando hasta que se encontró delante de la casa de fieras. La puerta de lona estaba levantada y todos los animales estaban dentro
menos Sinjun, cuya jaula aún se encontraba a pleno sol. El animal bajó las orejas cuando ella se acercó, y la miró con desdén. La noche anterior
había estado demasiado oscuro para ver en qué condiciones se encontraba la jaula, pero ahora podía ver lo sucia que estaba. Digger era
quien se encardaba de cuidar a los animales, pero estaba claro que éstos ocupaban el último lugar en su lista de tareas.
El tigre clavó los ojos en ella y (TN) no pudo apartar la mirada de él. La noche anterior el pelaje a rayas parecía brillar bajo los reflectores, pero
ahora el animal parecía flaco y sucio. La joven miró fijamente aquellos misteriosos iris dorados y, al cabo de unos segundos, se sintió muy
sofocada.
El sudor le cubría el hueco de la garganta y los brazos. Tenía la cara congestionada y los pechos mojados. Nunca había sentido tantísimo calor.
Quiso desnudarse por completo y meterse en una piscina de agua helada. Tenía un calor insoportable. Sabía que el ardor no provenía de ella
sino del tigre.
—Aquí estás.
(TN) volvió la cabeza y vio que Harry se acercaba a ella. La miró de arriba abajo y se quedó helada bajo el impacto de esos ojos fríos e
impersonales.
—Aún te queda algo de tiempo libre antes de la función —dijo. —¿Por qué no vas a ducharte y luego cenamos algo?
—¿La función?
—Ya sabes que es parte de tu trabajo.
—Pero no esta noche. Es imposible que pueda hacer nada esta noche. ¡Mírame!
Mientras la observaba, Harry casi se rindió. La parte más decente de sí mismo le exigía que la dejara en paz por esa noche. Estaba pálida debido
al agotamiento y tan sucia que era imposible reconocerla. El único rastro de cosméticos en su cara era la mancha de rímel bajo los ojos.
Su pequeña boca tenía un gesto de tristeza y Harry pensó que nunca había estado en presencia de alguien que estuviera tan a punto de quebrarse.
Sintió una renuente chispa de admiración ante el hecho de que ella estuviera todavía en pie. Por la forma que había manejado la pala supo lo
difícil que le había resultado todo aquello. La joven lo había dejado sorprendido. Por desgracia, aquella pequeña rebelión sólo había prolongado
lo inevitable.
¿Por qué no se rendía? No sabía de dónde había sacado las fuerzas para llegar hasta allí, pero sí que acabaría por ceder, y se negaba a torturarla
más. Luchó contra esa debilidad interior que lo impulsaba a ablandarse, sabiendo que sería una crueldad presionarla. Pero tenía que hacerlo si
quería que (TN) aceptara la verdad.
Se recordó con firmeza que era una ladrona y que, a pesar de las circunstancias, no podía perdonárselo.
—La primera función es a las seis. Saldrás con los elefantes.
—Pero...
Se fijó en que ella tenía un corte en la palma de la mano y se la agarró con rapidez para examinarla.
—¿Cuánto hace que te vacunaste del tétanos?
Lo miró sin comprender.
—La vacuna del tétanos. Por la infección.
Ella parpadeó; estaba tan agotada que él tuvo que resistir el deseo de cogerla en brazos y llevarla a la caravana. Harry no quiso pensar lo que
sería sentir ese menudo y suave cuerpo entre sus brazos. Si no hubiera robado ese dinero, hubieran pasado la noche anterior en la misma cama,
pero al ver lo que había hecho, él se había enfurecido tanto que no había confiado en sí mismo para tocarla. No había deseado tocarla.
—¿Cuándo te has vacunado del tétanos? —repitió el bruscamente.
Ella se miró el corte.
—El año pasado. Me corté en el yate de Biffy Brougenhaus.
«Santo Dios.» ¿Cómo podía estar casado con una mujer que conocía a alguien llamado Biffy Brougenhaus? Al diablo con ella.
—Échate un poco de antiséptico —le espetó— y procura estar lista a tiempo para la función o también te encargarás del remolque del caballo.
Mientras la miraba, el semblante de Harry se endureció todavía más. Siempre se había sentido orgulloso de su sentido de la justicia, pero ella lo
hacía sentir como un matón malhumorado. Otro punto más en contra de ella.
(TN) sobrevivió a la función, básicamente porque el cansancio la había entumecido de tal manera que no le dio vergüenza aparecer en público
vestida con el minúsculo maillot rojo. Aunque Harry le había dicho que desfilaría con los elefantes, había ocupado un lugar algo más atrás,
como si fuera un miembro de los Tolea Voladores.
Se había obligado a ducharse, algo que le había resultado muy doloroso por los arañazos que le cubrían los brazos. Se lavó y secó el pelo y se
maquilló más de lo habitual siguiendo las instrucciones de Harry. Entre ambas funciones, se quedó dormida en la caravana con un sándwich de
mantequilla de cacahuete en la mano. Si él no la hubiera despertado se habría perdido la segunda función.
Al finalizar, Neeco la detuvo cuando salía por la puerta de los artistas.
—Digger necesita que le eches una mano para subir a los elefantitos al camión.
Digger no parecía necesitar ayuda, pero ése era su trabajo y ella no quería que Harry le echara nada en cara.
—No seré de mucha ayuda —dijo ella.
—Tienen que acostumbrarse a ti, eso es todo.
(TN) se puso una bata azul de Harry que había encontrado colgada en la percha del cuarto de baño. Aunque se enrolló las mangas, todavía le
quedaba enorme, pero era apropiada para preservar su pudor.
Al ver que los elefantitos salían en ese momento por la puerta trasera, (TN) se acercó a Digger.
—¿Necesitas ayuda?
—No te pasees por delante de ellos, todavía les pones nerviosos.
Se puso detrás de Digger, a varios metros de distancia de los elefantes. No tuvo ningún problema en reconocer a Tater dado que era el más
pequeño de los cuatro; recordaba de sobra el golpe que le había dado y lo miró con resentimiento mientras él trotaba detrás de Puddin cogido
de su cola. Cuando llegaron a la estaca, Digger los ató con una correa.
—Ven aquí, Bam. Acércate (TN), así aprenderás cómo se hace.
(TN) estaba tan atenta a lo que él estaba haciendo con Bam que no se dio cuenta de que Tater se había acercado a ella por detrás, hasta que
sintió un cosquilleo húmedo, suave como una caricia, por el lateral de su cuello. Dio un gritito y saltó hacia atrás, alejándose de la trompa
extendida del elefante.
El elefantito la miró con un brillo testarudo en los ojos, se acercó a ella y alargó la trompa de nuevo. Demasiado tensa para moverse, (TN) se
quedó mirando las fosas nasales de la trompa que cada segundo estaban más cerca de ella.
—Tater b-bonito. Elefantito b-bonito. —Emitió un chillido asustado cuando Tater le metió la trompa por el cuello, abriéndole la bata. —Digger... —gritó.
Digger la miró y se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo.
—¿Te has puesto perfume?
Ella tragó saliva y asintió con la cabeza. Tater le pasó la trompa con delicadeza por detrás de la oreja.
—A Tater le vuelven loco los perfumes de mujer.
—¿Qué tengo que hacer ahora? —dijo con voz entrecortada.
Digger la miró sin entender qué le preguntaba.
—¿A qué te refieres?
—¿A T-Tater?
—Pues no lo sé. ¿Qué quieres hacer?
Se oyó una risa entrecortada.
—Es probable que quiera desmayarse, ¿verdad, (TN)?
Harry apareció justo detrás de ella y la joven intentó mostrar valor.
—No... no exactamente.
—Es por el perfume. —Alargó la mano y acarició a Puddin. Tater, mientras tanto, emitió un barrito de alegría y metió la punta de la trompa por
el cuello de la bata, hasta la base de la garganta de (TN).
—N-nadie me dijo que no usara perfume. —Para sorpresa de la joven, el elefantito bajó más la trompa, hacia las llamas que dibujaban las
lentejuelas rojas que cubrían el corpiño del maillot. Recordó que también se había puesto perfume entre los pechos.
—Harry... —le imploró. —Me va a tocar... me va a tocar... —la trompa de Tater alcanzó su meta. —¡Los pechos! —gritó.
—Tienes razón. —Harry palmeó la trompa y la apartó a un lado. —Ya basta, amiguito. Eso es de mi propiedad.
(TN) estaba tan asombrada por aquella declaración que no notó que Tater retrocedía.
Digger soltó una risita jadeante y señaló al elefante con la cabeza.
—Parece que Tater se ha enamorado.
—Eso me temo—repuso Harry.
—¿De mí? —(TN) miró a los dos hombres con incredulidad.
—¿Ves a alguien más? —contestó Harry.
Lo cierto era que el elefante le estaba lanzando una mirada conmovedora.
—Pero si me odia. Esta tarde me golpeó y me tiró al suelo.
—Esta tarde no llevabas perfume.
Digger se levantó y le crujieron las rodillas. Se acercó al elefantito.
—Ven, chico. La joven no está interesada.
Mientras Digger lo alejaba de allí, Tater le lanzó por encima del hombro una mirada de adolescente enamorado. (TN) no sabía si sentir temor o
agradecimiento por gustarle al menos a alguien de ese horrible circo.
Esa noche se quedó dormida en cuanto su cabeza tocó la almohada. Oyó entre sueños que Harry entraba en la caravana unas horas más tarde
y notó que le cubría los hombros con la manta mientras volvía a dormirse.
(TN) estaba sobre la rampa del camión a las diez de la mañana siguiente. Tenía los músculos de las piernas agarrotados y le dolían a cada paso
que daba. Además sentía como si le hubieran estirado los brazos en un potro de tortura.
—Lo siento, Digger. Me he quedado dormida.
A pesar de lo cansada que estaba la noche anterior, se había despertado a eso de las tres de la madrugada tras un sueño en el que Harry y ella
navegaban en una barca rosa con forma de cisne por un anticuado túnel del amor. Harry la besaba y la miraba con tal ternura que ella se había
sentido como si su cuerpo se fundiera con la barca, con el agua y con el propio Harry. Había sido esa sensación lo que la había despertado y lo
que la había hecho reflexionar, tumbada en el sofá, sobre el doloroso contraste entre aquel bello sueño y la realidad de su matrimonio.
Cuando llegaron a la amplia explanada, el remolque que transportaba a los elefantes aún no había aparecido, y se había metido en la camioneta
para echar una siesta. Dos horas después, se había despertado con el cuello rígido y dolor de cabeza.
Desde lo alto de la rampa vio que Digger casi había terminado de retirar el estiércol del camión. La sensación de alivio se mezcló con una punzada
de culpabilidad. Ése era su trabajo.
—Deja que siga yo.
—Lo peor ya está hecho. —Habló como un hombre que estaba acostumbrado a esperar lo peor de la vida.
—Lo siento, no ocurrirá de nuevo.
Él sorbió por la nariz y la miró como diciendo que se lo creería cuando lo viera.
Desde donde estaba, (TN) tenía una amplia vista de la nueva localización del circo, situado entre un Pizza Hut y una gasolinera. Según le había
dicho Harry, la mayor parte de los miembros del circo preferían instalarse en un terreno liso y asfaltado, aunque eso significara tener que reparar
antes de marcharse todos los agujeros que hicieran para clavar las estacas.
Oyendo de fondo el rítmico golpeteo de los hombres que montaban el circo, miró hacia atrás y vio a Heather sentada en una silla delante de su
caravana. Caroline estaba de pie detrás de ella haciéndole una trenza. También había visto cómo la dueña del circo echaba una mano a los
trabajadores y ayudaba a levantarse al pequeño de los Lipscomb, de seis años, cuando se caía. Caroline era una mujer llena de contradicciones:
con (TN) se comportaba como una bruja malvada, pero con todos los demás era una persona muy amable.
Sintió que le tiraban del pantalón. Cuando bajó la vista vio que era la trompa de Tater, que estaba al pie de la rampa, mirándola con adoración a
través de unas pestañas ridículamente rizadas.
Digger se burló de ella.
—Tu novio ha venido a verte.
—Pues se va a llevar un chasco. No me he puesto perfume.
ESTÁS LEYENDO
¿Odio o amor?
Fanfiction(TN) es una chica que toda su vida ha vivido rodeada de lujos, cuando es obligada a casarse con el misterioso Harry Styles por un plazo de 6 meses su vida da un vuelco de 180°. ¿Podrá soportar siquiera una semana viviendo de esa manera?