CAPÍTULO 57:

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  —Sólo me estaba reservando lo mejor —dijo ella.
—No es importante. De verdad, déjalo.
Pero tenía importancia y a ella le encantaba.
—Mmm, déjame pensar...
—Olvídalo.
(TN) le apretó la mano.
—Siempre haces lo que crees que es correcto, incluso si la gente lo desaprueba. Es algo por lo que te admiro. Admiro tu integridad, pero... —(TN) le rodeó los dedos con los suyos. —¿Quieres que sea sincera?
—Eso he dicho, ¿no?
Ella ignoró el beligerante gesto de su mandíbula.
—Tienes una sonrisa maravillosa.
Harry pareció algo aturdido y relajó la mano bajo la de ella.
—¿Te gusta mi sonrisa?
—Sí, muchísimo.
—Nadie me lo había dicho nunca.
—No muchas personas consiguen verla. —(TN) contuvo una sonrisa mientras observaba el gesto serio con el que Harry consideraba lo que ella había dicho. —Y hay otra cosa más, pero no sé cómo vas a tomártelo.
—Suéltalo.
—Tienes un cuerpo de infarto.
—¿Un cuerpo de infarto? ¿Sí? ¿Ésa es la segunda cosa que más te gusta de mí?
—No he dicho que fuera la segunda. Te estoy diciendo cosas que me gustan de ti y ésa en concreto me encanta.
—¿Mi cuerpo?
—Tienes un cuerpo estupendo, Harry. En serio.
—Gracias.
—De nada.
El embate de las olas llenó el silencio que se extendió entre ellos.
—Tú también —dijo él.
—¿También qué?
—Tienes un cuerpo estupendo. Me gusta.
—¿De veras? Pero si no es gran cosa. Tengo los hombros demasiado estrechos en comparación con las caderas y los muslos demasiado gruesos. Y mi estómago...
Él negó con la cabeza.
—La próxima vez que oiga a una mujer decir que los hombres somos unos neuróticos, recordaré esto. Tú me dices que te gusta mi cuerpo, ¿y qué hago yo? Te doy las gracias. Luego te digo que me gusta el tuyo, ¿y qué escucho? Una larga lista de quejas.
—Es culpa de las Barbies. —La mueca de desagrado de Harry la complació sobremanera. —Gracias por el cumplido, pero sé sincero. ¿No crees que tengo los pechos demasiado pequeños?
—Ésa es una pregunta con trampa, seguro.
—Solo quiero que me digas la verdad.
—¿Estás segura?
—Sí.
—Vale. Veamos. —La tomó por los hombros y la hizo girar de cara al océano, luego se puso detrás de ella. La rodeó con los brazos y le ahuecó los pechos. La piel de (TN) se erizó de deseo cuando Harry apretó y moldeó los montículos, recorriéndole las suaves pendientes y rozando las endurecidas cimas con los pulgares.
A (TN) se le entrecortó la respiración. Harry le acarició la oreja con los labios y le murmuró al oído:
—Creo que son perfectos, (TN). Exactamente del tamaño adecuado.
Ella se volvió y no había nada en el mundo que pudiera haber evitado que lo besase. Le rodeó el cuello con los brazos, se puso de puntillas y apretó su boca contra la de él, con labios suaves y flexibles. La lengua de Harry jugueteó con la suya y ella respondió a la provocación. (TN) perdió la noción del tiempo y ni se le pasó por la cabeza separarse de él. Los dos cuerpos se habían fundido en uno.
—¡Mira, Dwayne! Es la pareja del circo.
(TN) y Harry se separaron de golpe, como dos adolescentes pillados in fraganti por la policía.  

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