CAPÍTULO 49:

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  (TN) no pudo ocultar una sonrisa mientras abría el broche. Se desprendió lentamente de las húmedas copas de encaje que le cubrían los pechos y
se exhibió ante él con descarado atrevimiento, sin haberse desnudado del todo, pero con la blusa abierta y los pechos desnudos.
—Eres preciosa. —El susurrante cumplido de Harry la hizo sentir la mujer más bella del mundo.
—¿Lo bastante para que me des la llave del contacto?
—Lo suficiente para que te dé toda la puta camioneta.
En dos pasos la tomó entre sus brazos. Harry bajó la cabeza con rapidez y le cubrió la boca con la suya, y (TN) sintió que el mundo comenzaba a
girar como un loco carrusel. Él se deshizo de la camisa de (TN) fácilmente, bajándosela por los hombros; luego la agarró por las caderas y la alzó
lo justo para rozarla contra las suyas. (TN) lo sintió duro y exigente, y supo que el tiempo de jugar había terminado.
La sangre rugió ardiente y necesitada en las venas de (TN). Separó los labios para que la lengua de Harry penetrara en su boca mientras él la cogía
en brazos y la llevaba a la cama donde la dejó caer sin ningún miramiento.
—Estoy sucia y sudada.
—Yo también, así que no hay problema. —Con un rápido movimiento Harry se quitó la manchada camiseta por la cabeza. —Vas demasiado vestida
para mi gusto.
(TN) se deshizo de los zapatos y se desabrochó los vaqueros, pero al parecer no con la suficiente rapidez para él.
—¿Por qué tardas tanto? —En unos instantes Harry le había arrancado la ropa para dejarla tan desnuda como él.
Los ojos de (TN) recorrieron el cuerpo de su marido, los músculos marcados, la piel bronceada y el leve vello del pecho donde resaltaba la medalla
esmaltada. Tenía que preguntarle por ella. Tenía que preguntarle muchas cosas.
Cuando Harry se dejó caer junto a ella, (TN) inhaló el carnal olor a sudor, producto del trabajo duro, y se preguntó por qué no se sentía asqueada.
Lo primitivo de aquel encuentro la excitaba de una manera que nunca hubiera creído posible. El desenfreno que sentía la hacía avergonzarse.
—T-tengo que ducharme.
—Después. —Harry cogió un condón del cajón de la mesilla, lo abrió y se lo puso.
—Pero estoy muy sucia.
Él le separó las rodillas.
—Quiero que disfrutes, (TN).
Ella gimió y le mordió el hombro cuando se apretó contra ella. Su piel le supo a sal y a sudor; lo mismo que él saboreaba en sus pechos. Se le puso
un nudo en la garganta.
—De verdad, Harry, tengo que ducharme.
—Después.
—Oh, Dios mío, ¿qué me estás haciendo?
—¿Te gusta?
—¿Te gusta a ti?
—Sí. ¿Quieres más?
—Sí, oh, sí.

  Olores y sabores. Caricias. Sudor y fuerza bajo las palmas de las manos de (TN) mientras Harry embestía una y otra vez.
A ella se le pegó el pelo a las mejillas y una brizna de paja le hizo cosquillas en el cuello. Harry le pasó los dedos por la hendidura del trasero y la
puso sobre su cuerpo, manchándole el costado con la grasa del brazo. Le aferró los muslos con las manos y la alzó sobre él.
—Móntame.
Ella lo hizo. Se arqueó y bajó con rapidez, moviéndose como le dictaba su instinto, e hizo una mueca de dolor al intentar albergarle en su cuerpo.
—Más despacio, cariño. No voy a ir a ningún sitio.
—No puedo. —Lo miró a través de una neblina de dolor y deseo y vio la cara de Harry cubierta de sudor con los labios apretados y pálidos. La
suciedad oscurecía esos rudos pómulos eslavos y tenía un poco de paja en el brillante pelo negro. El sudor se deslizaba entre los pechos de (TN).
Volvió a descender sobre él y soltó un jadeo de dolor.
—Así no, cariño. Shhh... más despacio.
Harry le deslizó las manos por la espalda y la atrajo hacia él, apretándole los pechos contra su torso, enseñándole a encontrar un nuevo ritmo.
(TN) lo abrazó con los muslos y la medalla esmaltada le arañó la piel. Se movió sobre el cuerpo masculino. Lentamente al principio,
contoneándose después adorando la sensación de tener el control, de dictar el compás y la profundidad. Ahora ya no había dolor, sólo placer.
Harry le aferró las nalgas, pero dejó que siguiera a su ritmo. (TN) sabía por la tensión de esos duros músculos que a él le costaba renunciar al control.
Harry le mordió en la clavícula, sin hacerle daño; como si quisiera utilizar otra parte de su cuerpo para sentirla.
(TN) se abandonó en medio del sudor y el olor almizcleño. Harry emitió unos sonidos incoherentes y ella respondió en el mismo lenguaje. Olvidaron
cualquier rastro de civilización, regresando a la selva, a la caverna, al mundo primitivo; a un momento suspendido en el tiempo en el que
recordaron el origen de la creación.
(TN) dejó la cama en cuanto pudo y se metió en el cuarto de baño. Mientras el agua caía sobre su cuerpo se estremeció por esa desconocida y
salvaje parte de sí misma ¿Era sagrada o profana? ¿Cómo podía abandonarse de esa manera a un hombre al que no amaba? Aquella pregunta la
atormentaba.
Cuando salió del baño envuelta en una toalla, con la piel limpia y el alma confusa, Harry estaba apoyado en el fregadero. Se había vuelto a poner
los vaqueros sucios y sostenía una cerveza en la mano.
La miró fijamente y frunció el ceño.
—Vas a complicarlo todo, ¿verdad?
Ella cogió ropa limpia del cajón y le dio la espalda para vestirse.
—No sé a qué te refieres.
—Lo veo en tu cara. Estás dándole vueltas a lo que acaba de ocurrir.
—¿Y tú no?
—¿Por qué iba a hacerlo? Es sólo sexo, (TN). Es divertido y ardiente. Y no hace falta enredarlo más.
Ella señaló la cama con la cabeza.
—¿Te ha parecido algo sencillo?
—Ha estado bien. Eso es todo lo que importa.
(TN) se subió la cremallera de los pantalones cortos y se puso unas sandalias.
—Te has acostado con muchas mujeres, ¿verdad?
—No de manera indiscriminada, si es eso lo que quieres decir.
—¿Ha sido así siempre?
Harry vaciló.
—No.
Por un momento, desapareció parte de la tensión de (TN).
—Me alegro. Quiero que signifique algo.
—Lo único que significa es que, aunque nos cueste comunicarnos a nivel mental, nuestros cuerpos no encuentran ninguna dificultad para hacerlo.
—No creo que sea tan sencillo.
—Para mí sí.
—La tierra se ha movido —dijo ella suavemente. —Es algo más que dos cuerpos que se atraen.
—A veces sucede, a veces no. A nosotros nos pasa y punto.
—¿De verdad crees eso?
—(TN), escúchame. Si comienzas a imaginar cosas que no van a ocurrir, lo único que conseguirás es salir herida.
—No sé lo que quieres decir.
Harry la miró fijamente a los ojos y ella sintió como si estuviera mirándole el alma.
—No voy a enamorarme de ti, cariño. No ocurrirá. Me importas, pero no te amo.
Cómo herían esas palabras. ¿De verdad era amor lo que quería de él? Ciertamente, lo deseaba. Lo respetaba. ¿Pero cómo era posible llegar a
amar a alguien que sentía tan poco aprecio por ella? En lo más profundo de su alma sabía que a ella le resultaría muy difícil amar a un hombre
como Harry Styles. Él necesitaba a alguien tan terco y arrogante como él, alguien obstinado e imposible de intimidar, una mujer que no se echara
a temblar ante todos esos oscuros ceños y que le respondiera de la misma manera. Una mujer que se sintiera como en casa en el circo, que no
temiera a los animales ni el trabajo agotador. Él necesitaba a Caroline Lloyd.
Los celos la inundaron. Aunque reconocía la lógica de que Harry y Caroline eran perfectos el uno para el otro, su corazón rechazaba la idea.  

  

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora