CAPÍTULO 76:

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  Harry llegó al circo a la mañana siguiente, cuando los primeros camiones entraban en el recinto. Los días eran más cortos y el verano llegaba a su fin. El circo se dirigía hacia el sur para pasar el invierno más cerca de Londres, donde se instalarían hasta el final de la temporada durante la última semana de octubre. La excedencia de Harry en la universidad concluía en enero y había pensando hacer una investigación en Estados Unidos antes de incorporarse, pero ahora sabía que no lo haría. Sin (TN) todo lo demás carecía de importancia.
Echó un vistazo al recinto. El nuevo asentamiento estaba en una ladera con muy poco espacio llano para montar la carpa principal. Harry tenía ojeras por la falta de sueño, pero le dio la bienvenida al reto. Sabía que eso no apartaría a (TN) de sus pensamientos —nada lo hacía, —pero le ayudaría a pasar el tiempo.
Era Trey quien conducía su caravana hasta allí, pero aún no había llegado, así que Harry se dirigió a la carpa de la cocina para tomarse un café bien cargado que calmara el vacío de su estómago. Antes de llenarse la taza, oyó un chillido agudo y exigente. Maldijo por lo bajo y se dirigió hacia donde estaban los elefantes.
Cuando llegó, no le sorprendió ver que Neeco parecía resentido.
—Devuélveme la picana, Harry. Con un solo pinchazo pondremos fin a esta sandez.
A pesar de la petición, Harry sabía que el domador prefería no usar la picana tras su encuentro con Sinjun. Le gustaba pensar que había sido (TN) y su manera de tratar a los animales lo que había abierto los ojos de Neeco, porque ahora era más suave con los elefantes y todo marchaba mucho mejor. Pero tenía que asegurarse de que Neeco lo había entendido y de que no volvería a las andadas.
—Mientras siga siendo el jefe, no volverás a usar la picana.
—Entonces, hazlo tú.
Harry se acercó a Tater y el elefante lo abrazó. Le metió la punta de la trompa por el cuello de la camisa para olerlo, igual que hacía con (TN). Harry lo desató y se dirigió al camión que transportaba la carpa con Tater trotando tras él.
Tater había dejado de comer al desaparecer (TN), pero Harry había estado demasiado sumergido en su infierno privado para notarlo. Neeco le obligó a ser consciente de la situación cuando el estado del elefantito comenzó a deteriorarse.
No tardó mucho en comprobar que el elefante encontraba sosiego con su presencia; pero no por Harry, sino porque Tater lo asociaba con (TN). Comenzó a comer otra vez y poco después seguía a Harry por el recinto como antes la había seguido a ella.
Los dos se abrieron paso hasta el camión. Desenrollarían la carpa tan pronto decidieran dónde colocar el circo. Brady había llegado antes que él, pero se apartó cuando Harry se acercó. Harry no sabía que hubiera hecho sin Brady; Jack y él se habían encargado de que todo marchara bien durante sus largas ausencias.
Durante las horas siguientes, Harry trabajó codo con codo con los empleados en el montaje. Todavía tenía puesta la ropa que llevaba en el avión, pero tampoco se la cambió cuando llegó Trey con la camioneta.
El sudor empapaba la camisa azul de algodón y se le había desgarrado el pantalón del traje gris, pero no le importó. El trabajo le entumecía la mente e impedía que pensara.
Cuando ya no pudo posponerlo más, fue a la caravana con Tater pisándole los talones. Ató el animal cerca de donde Digger había preparado el heno y vaciló al acercarse a la puerta. La caravana olía a (TN), tenía su toque, lo único que faltaba era su presencia y él odiaba estar allí dentro.
Entró y se vio torturado por imágenes de ella entrando corriendo por la puerta con las mejillas manchadas, la ropa sucia, la paja enredada en el pelo y un brillo de satisfacción en los ojos. Se acercó a la nevera, pero lo único que encontró fue una lata de cerveza y un yogur que (TN) había comprado. Había caducado dos semanas antes, pero no quería tirarlo.
Agarró la cerveza y la abrió mientras se acercaba a Tater. El elefantito se estaba echando el heno en el lomo, y tomó un poco de paja fresca para espolvorear a Harry con ella como gesto de amistad. Harry entendía ahora por qué su esposa siempre llevaba el pelo lleno de heno.
—Estoy seguro de que (TN) te echa de menos, amiguito —dijo suavemente, frotando la trompa del elefante.
Se sentiría todavía más perdida sin Sinjun. Existía una extraña comunión entre (TN) y el tigre, algo que él nunca había entendido por completo. A su esposa le encantaba trabajar con los animales que nadie más quería: un elefantito problemático, una gorila tímida, un viejo tigre con aire regio... Debía de ser difícil para ella no estar con los seres que amaba. En ese momento se quedó paralizado, se le puso la piel de gallina y se olvidó de respirar. ¿Qué le hacía pensar que no estaba con uno de ellos?

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora