CAPÍTULO 35

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  Las voces espabilaron a (TN). Levantó la cabeza de las rodillas y se dio cuenta de que se había quedado dormida sentada en el suelo delante de la
jaula de Sinjun. Mientras se desperezaba, recordó el dolor que había experimentado y la extraña sensación de afinidad con el tigre. Qué extraño.
Debía haberlo soñado, aunque todo aquello le había parecido muy real.
Miró a la jaula. Sinjun había levantado la cabeza, había bajado las orejas y tenía las marcas blancas a la vista. Siguió la dirección de su mirada y
vio que Harry se acercaba a ella, con Caroline y Heather a la zaga. Se puso de pie lentamente.
—¿Dónde está? —exigió Caroline.
—Yo me encargaré de esto —dijo Harry.
(TN) sintió un atisbo de temor al ver la expresión fría y resuelta en la cara de su marido. Sinjun comenzó a pasearse intranquilo por la jaula.
—¿Encargarte de qué? ¿Qué ha pasado?
Caroline la miró con desprecio.
—No te molestes en hacerte la inocente. Sabemos que tú robaste el dinero, así que devuélvelo. ¿O ya lo has escondido en alguna parte?
Sinjun gruñó por lo bajo.
—No he escondido nada. ¿De qué estás hablando?
Harry se pasó el látigo enroscado de una mano a otra.
—Faltan doscientos dólares del cajón de la recaudación, (TN).
—Eso es imposible.
—Es cierto.
—Yo no los he cogido.
—Eso está por verse.
(TN) no podía creer lo que estaba ocurriendo.
—No soy la única que estuve allí. Tal vez alguien vio algo. Fue quien me sustituyó cuando fui a probarme los maillots.
Caroline se acercó más.
—Te estás olvidando de que conté el dinero justo después de que volvieras a tu puesto. Estaba todo. Los doscientos dólares desaparecieron
después de marcharme.
—Eso es imposible. Estuve allí todo el tiempo. No pudo haber desaparecido.
—Voy a registrarla, Harry. Quizás aún lo lleve encima.
—Ni se te ocurra tocarla—dijo Harry sin levantar la voz, pero la orden implícita en su respuesta era inconfundible.
—¿Pero qué pasa contigo? —exclamó Caroline. —¿Desde cuándo piensas con la polla?
—Ni una palabra más. —Él se volvió hacia Heather, que había estado observando el intercambio de voluntades. —Vete, cariño. Todo se habrá
aclarado por la mañana.
Heather se fue a regañadientes, pero (TN) vio que se acercaban otras personas: Neeco Martin, el domador de elefantes, con Jack Daily, y Brady,
al que acompañaba una de las animadoras.
Harry también notó que estaban atrayendo a una multitud y se volvió hacia (TN).
—Si me das el dinero ahora evitaremos montar una escena.
—¡Yo no lo tengo!
—Entonces tendré que buscarlo, y comenzaré por registrarte.
—¡No!
La agarró del brazo y Sinjun emitió un rugido ensordecedor cuando Harry comenzó a arrastrarla hacia la caravana. Caroline se puso de inmediato
a la izquierda de Harry, dejando claro que no pensaba dejarlos solos.
Por el rabillo del ojo, (TN) vio las expresiones severas y serias de todos los que se habían reunido alrededor de la tarta de bodas la noche anterior.
Danielle estaba allí, pero ahora se negaba a mirar a Daisy a los ojos. Madeline se dio la vuelta y Brady Pepper la fulminó con la mirada.
Cuando Harry le apretó el brazo, (TN) sintió que una sensación de traición se extendía hasta lo más profundo de su alma.
—No sigas con esto. Sabes que jamás robaría nada.
—Pues no, en realidad no lo sé. —Habían llegado a la caravana y Harry se adelantó para abrir la puerta con la misma mano que sujetaba el látigo.
—Entra.
—¿Cómo puedes hacerme esto?
—Es mi trabajo. —Con un empujón la hizo subir el último escalón.
Caroline los siguió a la caravana.
—Si eres inocente, no tienes nada que temer, ¿verdad?
—¡Soy inocente!
Él dejó el látigo en una silla.
—Entonces no te importará que te registre. —(TN) desplazó la mirada del uno a otro y la fría intención que vio en los ojos de ambos hizo que se
sintiera enferma. A pesar de que no se soportaban, los dos se habían aliado ahora en su contra.
Harry se acercó y (TN) se echó hacia atrás y chocó contra el mostrador de la cocina, el mismo lugar donde sólo unas horas antes le había dado
aquel apasionado beso.
—No puedo dejar que me hagas esto —dijo ella con desesperación. —Hicimos unos votos, Harry. No les des la espalda. —Ella sabía que eso la
hacía parecer más culpable ante aquellos ojos acusadores, pero el matrimonio se basaba en la confianza y si él destruía eso, no tendrían ni la
más mínima oportunidad.
—Esto no tiene nada que ver con eso.
Ella se deslizó junto al mostrador.
—No puedo dejar que me toques. ¡Por el amor de Dios, créeme! ¡No robé el dinero! ¡Nunca he robado nada en mi vida!
—Cállate, (TN). Sólo estás empeorando las cosas.
Se dio cuenta de que él no iba a ceder. Con el único propósito de asustarla, la atrapó contra la despensa. Ella lo miró horrorizada.
—No lo hagas —susurró. —Por favor. Te lo ruego. Por un momento él se quedó inmóvil. Luego le cacheó los costados. Mientras Caroline los
observaba, le pasó las manos por las caderas, por la cintura, luego las movió hacia el estómago, la espalda, los pechos que él había tomado
en sus manos tan sólo unas horas antes... (TN) cerró los ojos cuando él le deslizó la mano entre sus piernas.
—Deberías haberme creído —susurró cuando él terminó.
Harry dio un paso atrás con los ojos llenos de preocupación.
—Si no lo tienes, ¿por qué te has enfrentado a mí?
—Porque quería que confiaras en mí. No soy una ladrona.
Se miraron a los ojos. Parecía como si él estuviera a punto de decir algo cuando Caroline dio un paso adelante.
—Tuvo tiempo de sobra para deshacerse del dinero. ¿Por qué no registras la caravana? Yo registraré la camioneta.
Harry asintió con la cabeza y Caroline salió. A (TN) comenzaron a castañetearle los dientes a pesar de que la noche era cálida. Decía mucho de
la relación entre Harry y Caroline que, al menos en ese tipo de asuntos, parecieran confiar el uno en el otro. Pero nadie confiaba en ella.
(TN) se dejó caer en el sofá y se rodeó las rodillas con las manos para dejar de temblar. No miró cómo Harry revisaba los armarios ni cómo
registraba sus pertenencias. La joven se sintió embargada por una sensación de impotencia. Ya no podía recordar cómo era tener la vida
bajo control. Tal vez es que nunca la había tenido. Primero había dependido de su madre, luego de su padre. Y ahora era ese marido peligroso
el que había asumido el control de su vida.
Los ruidos de la búsqueda fueron reemplazados por un pesado silencio, pero (TN) no levantó la mirada del dibujo de la gastada alfombra.
—Has encontrado el dinero, ¿verdad?
—En el fondo de tu maleta, donde tú lo escondiste.
(TN) alzó la vista y vio la maleta abierta a sus pies. Tenía un montón de dinero en la mano.
—No sé quién lo habrá puesto ahí, pero no he sido yo.
Él se metió la mano en el bolsillo.
—Al menos ten las agallas suficientes para decir la verdad y acepta las consecuencias.
—No robé el dinero. Alguien me ha tendido una trampa. —Era evidente para (TN) que Caroline estaba detrás de todo eso. Harry tenía que verlo
también. —¡No lo he hecho! Tienes que creerme.
Las súplicas murieron en los labios de (TN) cuando observó el rígido gesto de su marido y supo que nada lo haría cambiar de opinión.
Con una horrible sensación de resignación, le dijo:
—No voy a seguir defendiéndome. He dicho la verdad y no voy a decir nada más. —Él se acercó a la silla de enfrente y se sentó. Parecía cansado,
pero nada comparable a cómo se sentía ella. —¿Vas a llamar a la policía?
—Nosotros resolvemos nuestros problemas.
—Es decir, sois juez y parte.
—Es mejor así.
Se suponía que el circo era un lugar mágico, pero todo lo que ella había encontrado era ira y sospecha. Clavó los ojos en Harry, intentando ver a
través de la impenetrable fachada que presentaba.
—¿Qué ocurre si te equivocas?
—No lo hago. No puedo permitírmelo.
(TN) notó la fría certeza en la voz de su marido. Tal arrogancia era una invitación al desastre. Se le puso un nudo en la garganta. Ella le había dicho
que no volvería a defenderse, pero aun así se sintió inundada por un tumulto de emociones. Tragando saliva, se quedó mirando las feas y finas
cortinas que cubrían las ventanas detrás de Harry.
—Yo no robé los doscientos dólares, Harry.
Él se levantó y se acercó a la puerta.
—Nos enfrentaremos mañana a las consecuencias. No intentes salir de la caravana. Si lo haces, no dudes que te encontraré.
Ella oyó aquella voz helada y se preguntó qué clase de castigo le impondría. Sería duro, de eso no tenía la menor duda.
Harry abrió la puerta y salió a la noche. Ella oyó el rugido de un tigre y se estremeció.  

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora