Capítulo 30

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Porque su conciencia no le ofrecía otra opción. Reunió valor y, componiendo una sonrisa, se dirigió hacia el reservado de vinilo naranja. Ni la camarera ni Harry le prestaron atención cuando se deslizó en el asiento. Una tarjeta identificativa indicaba que la chica se llamaba Tracy. Estaba muy maquillada, pero no se podía negar su belleza. Y Harry parecía un hombre encantador que le ofrecía una amplía y perezosa sonrisa y una mirada apreciativa.

Por fin él pareció darse cuenta de la presencia de (TN).

-¿Ya de vuelta, hermanita?

«¡Hermanita!»

Él le dirigió una sonrisa desafiante.

-Tracy y yo estamos conociéndonos.

-Estoy tratando de convencer a tu hermano de que me espere -dijo Tracy. -Termino el turno en una hora.

(TN) supo que si no ponía fin a ese tipo de cosas de inmediato, Harry pensaría que podía ignorar alegremente sus responsabilidades durante

seis meses. Se inclinó hacia delante y le dio a la camarera una palmadita en la mano que tenía apoyada en la mesa.

-Eres una buena chica, cariño. Se ha mostrado muy tímido con las mujeres desde que le diagnosticaron ese problema médico. Yo no hago más

que decirle que los antibióticos hacen milagros y que no debe preocuparse por esas molestas enfermedades de transmisión sexual.

La sonrisa de Tracy vaciló. Clavó los ojos en (TN), luego en Harry y palideció.

-El jefe me echará si hablo demasiado tiempo con los clientes. Tengo que irme. -Se alejó apresuradamente de la mesa.

La taza de café de Harry tintineó sobre el platillo.

(TN) se enfrentó a él.

-Ni se te ocurra decir nada, Harry. Hemos hecho unos votos sagrados.

-Pero yo no creo en ellos.

-Eres un hombre comprometido. Y los hombres comprometidos no ligan con las camareras. Por favor, procura no olvidarlo.

Él le gritó de vuelta a la camioneta, insultándola con palabras tales como «inmadura», «egoísta» o «intrigante». Sólo se calló cuando se

pusieron en marcha.

Habían recorrido en silencio casi dos kilómetros cuando ella creyó oír lo que parecía una risita ahogada, pero cuando lo miró, vio la misma cara

severa y seria de siempre. Como sabía que el alma inglesa del oscuro Harry Styles no poseía ni la más mínima pizca de sentido del humor, dio por hecho que se había equivocado.

Al atardecer, (TN) estaba muy cansada. Sólo esforzándose al máximo había sido capaz de terminar de limpiar la caravana, de ducharse, de preparar algo de comer y de llegar al vagón rojo a tiempo de atender la taquilla. Se habría demorado mucho más si Harry no hubiera limpiado los restos de tarta la noche anterior. Dado que había sido ella la que la había tirado, había sido una sorpresa que la ayudara.

Era sábado y escuchó sin querer las breves conversaciones que mantenían los trabajadores que se acercaban a recoger los sobres de su paga.

Harry le había contado que algunos de los trabajadores que montaban las carpas y trasladaban el equipo eran alcohólicos y drogadictos, pero que los sueldos bajos y las malas condiciones no atraían a empleados más estables. Algunos llevaban años trabajando en el circo sólo porque no tenían otra parte donde ir. Otros eran aventureros atraídos por el encanto del mundo circense, pero generalmente nadie duraba mucho tiempo allí.

Harry alzó la mirada del escritorio cuando (TN) entró en la caravana; en su cara se había dibujado lo que ella comenzaba a pensar que era un ceño perpetuo.

-Las cuentas de ayer no cuadran.

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora