CAPÍTULO 58:

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  La dueña de la estridente voz era una mujer de mediana edad, con un vestido de flores verde lima y un enorme bolso negro colgado del hombro. Su marido llevaba puesta una gorra azul que cubría lo que, casi con toda seguridad, sería una calva. El hombre tenía los pantalones enrollados en las pantorrillas y la camiseta de deporte se te ceñía a la prominente barriga.
La mujer les brindó una alegre sonrisa.
—Hemos asistido a la función. Éste es Dwayne. No se ha creído que estuvierais enamorados de verdad. Me aseguró que todo era falso, pero le dije que nadie podía fingir algo así. —Dio una palmadita en la barriga de su marido. —Dwayne y yo llevamos casados treinta y dos años, así que sé reconocer el amor verdadero cuando lo veo.
Al lado de (TN), Harry estaba rígido y ponía cara de póquer, dejando que fuera ella quien sonriera al matrimonio.
—Seguro.
—Nada me gusta más que un matrimonio con los pies en el suelo.
Harry saludó a la pareja con una brusca inclinación de cabeza y agarró el brazo de (TN) para alejarla de allí. (TN) se volvió y les gritó:
—¡Espero que disfruten de otros treinta y dos años ¡untos!
—Y vosotros también, tesoro.
Dejó que Harry la arrastrara, sabiendo que no conseguiría nada protestando. El tema del amor lo ponía un nervioso que ella sintió el absurdo impulso de consolarlo. Cuando llegaron a los escalones que conducían a la carretera, se detuvo y se volvió hacia él.
—Harry, no pasa nada. No voy a enamorarme de ti.
En cuanto las palabras salieron de su boca, (TN) notó una pequeña punzada en el corazón. Eso la asustó, porque sabía que sería una catástrofe enamorarse de él. Eran demasiado diferentes. Él era duro, serio y cínico, mientras que ella era justo lo contrario.
Entonces, ¿por qué él provocaba algo tan elemental en su interior? ¿Y por qué ella parecía comprenderle tan bien cuando Harry no le había contado nada de su pasado ni sobre su vida fuera del circo? A pesar de todo, (TN) sabía que Harry la había ayudado a encontrarse a sí misma. Gracias a él era más independiente de lo que nunca lo había sido. Por primera vez en su vida, se sentía bien consigo misma.
Harry. subió los escalones.
—Eres una romántica, (TN). No es que me considere un ser irresistible, bien sabe Dios que no lo soy, pero llevo años observando que cuanto más indiferente se muestra un hombre, más interesada se vuelve la mujer.
—Bah.
Cuando llegaron arriba, él apoyó las caderas en la barandilla y la observó.
—Lo he visto muchas veces. Las mujeres anhelan lo que no pueden tener, incluso aunque no sea bueno para ellas.
—¿Es así como te consideras? Malo para las personas que te rodean.
—No quiero hacerte daño. Por eso me molestó el cambio que hiciste en la caravana. Ahora es más acogedora y será más fácil vivir en ella, pero no quiero jugar a las casitas. A pesar de que nuestro matrimonio sea un acuerdo legal, esto no es más que un simple rollo. Una cana al aire. Sólo eso.
—¿Un rollo?
—Un lío. Una aventura. Llámalo como quieras. Sólo es algo pasajero.
—Eres imbécil.
—¿Ves como tengo razón?
Ella intentó controlar la cólera.
—¿Por qué te casaste conmigo? Al principio pensé que mi padre te había pagado, pero ahora sé que no fue así.
—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?
—Ahora te conozco.
—¿Y crees que no me dejo comprar?
—Sé que es imposible que te dejes comprar.
—Todo el mundo tiene un precio.
—Pues dime, ¿cuál fue el tuyo?
—Le debía un favor a tu padre y tenía que pagárselo. Eso es todo.
—Debía de ser un favor muy grande.
La expresión de Harry se volvió fría y (TN) se sorprendió cuando, después de un largo silencio, añadió:
—Mis padres murieron en un accidente ferroviario en Irlanda cuando yo tenía dos años. Se hizo cargo de mí el pariente más cercano, el hermano de mi madre, George. Era un sádico hijo de puta al que le daba placer pegarme.
—Oh, Harry...
—No quiero ganarme tu simpatía. Sólo quiero que comprendas cómo soy. —Él se sentó en un banco y parte de su rabia desapareció. Se inclinó hacia delante y se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice. —Siéntate, (TN).
Ahora que ya no tenía remedio, (TN) se preguntó si no debería haber dejado las cosas tal y como estaban, pero había llegado demasiado lejos como para retroceder ahora, y se sentó a su lado. Él se quedó mirando hacia delante; parecía cansado y vacío.
—Habrás leído historias sobre niños maltratados, niños a los que mantienen encerrados durante años. —Ella asintió con la cabeza. —Los psicólogos dicen que incluso después de haber sido liberados de esa tortura, estos niños no se desarrollan de la misma manera que los demás. No tienen las mismas actitudes sociales. Y si no los rescatan a tiempo, ni siquiera aprenden a hablar. Supongo que eso es lo que me pasa con el amor. No llegué a experimentarlo en la infancia y ahora no puedo sentirlo.
—¿A qué te refieres?
—No soy uno de esos cínicos que cree que el amor no existe, porque lo he visto en otras personas. Pero yo no puedo sentirlo. Ni por una mujer ni por nadie. Nunca he amado.
—Oh, Harry.
—No es que no lo haya intentado. He conocido algunas mujeres maravillosas a lo largo de mi vida pero, al final, sólo he conseguido herirlas. Por eso te he contado las píldoras. Por eso no quiero tener hijos.
—¿Crees que nunca podrás mantener una relación duradera? ¿Te refieres a eso?
—Sé que no puedo. Pero es más profundo que todo eso.
—No entiendo. ¿Qué es lo que te pasa?
—¿No has oído nada de lo que he dicho?
—Sí, pero...
—No puedo sentir las mismas emociones que los demás hombres. Por nadie. Ni siquiera por un niño. Cualquier niño merece que su padre lo ame, pero yo no podría.
—No te creo.
—¡Créelo! Me conozco a mí mismo y sé que no podría hacerlo. Mucha gente se toma a la ligera tener hijos, pero yo no. Los niños necesitan amor y, si no lo tienen, algo se muere en su interior. No podría vivir conmigo mismo sabiendo que un niño sufre por mi culpa.
—Todo el mundo es capaz de amar, y más cuando se trata de su propio hijo. Te ves a ti mismo como una especie de... de monstruo.
—Más bien como una mutación. No tuve una educación normal y es por eso que soy distinto. No puedo tolerar la idea de tener un hijo y que crezca sabiendo que no le amo. No pienso hacerle a nadie lo que me hicieron a mí.
Era una noche calurosa, pero (TN) se estremeció al darse cuenta del terrible legado que aquel violento pasado le había dejado a Harry. Ese legado también la afectaba a ella y se abrazó a sí misma. Nunca se había imaginado teniendo un hijo con Harry, pero quizá la idea ya había germinado en su subconsciente porque sentía como si acabara de sufrir una profunda pérdida.
(TN) observó el perfil de su marido recortado contra el tiovivo que giraba a lo lejos. La imagen la llenó de pena. Los caballos de madera, de brillantes colores, parecían representar la inocencia, mientras que Harry, con aquellos ojos sombríos y el corazón vacío, era como un condenado a muerte. Durante todo el tiempo (TN) había pensado que era ella la que más amor necesitaba, pero él tenía heridas mucho más profundas.
Guardaron silencio mientras volvían caminando a la caravana; no había nada más que decir. Tater se había escapado otra vez y la estaba esperando. Trotó hacia ella saludándola con un barrito.
—Lo ataré de nuevo —dijo Harry.
—No te preocupes, ya lo hago yo. Necesito estar sola un rato.
Él asintió con la cabeza y le pasó el pulgar por la mejilla mientras le dirigía una mirada tan desolada que (TN) no pudo soportarlo, así que se volvió y acarició la trompa de Tater.
—Vamos, cariño.
Lo llevó con los demás elefantitos y lo ató con la correa; luego cogió una vieja manta de lana y la puso en el suelo a su lado. Se sentó y se rodeó las rodillas con los brazos, Tater se acercó a ella. Por un momento pensó que la pisaría y se puso tensa, pero el animal se limitó a colocar sus patas delanteras a ambos lados y a rodearla con la trompa.
(TN) se encontró sumergida en una cálida cueva. Presionó la mejilla contra el áspero cuerpo del animal, protegida entre las patas de Tater mientras oía el fuerte latido de su dulce y travieso corazón. Sabía que debería moverse, pero a pesar de estar bajo una tonelada de elefante, nunca se había sentido más segura. Allí sentada, pensó en Harry y deseó que fuera lo suficientemente pequeño para estar donde ella estaba, justo debajo del corazón de Tater.

  Harry estaba dormido cuando (TN) regresó a la caravana. La joven se desvistió tan silenciosamente como pudo y se puso una de las camisetas de su marido. Cuando se acercaba al sofá, oyó un ronco susurro:
—Esta noche no, (TN). Te necesito.
Se giró y lo vio a través de la oscuridad. Tenía los ojos entrecerrados por el deseo. Estaba despeinado y la medalla esmaltada que le colgaba del cuello resplandecía bajo la luz de la luna que entraba por la ventana. (TN) aún podía oír en su mente el fuerte latido del corazón de Tater transmitiéndole un mensaje de amor incondicional. Sabía que no podía darle la espalda a Harry en ese momento.
Esta vez no hubo sonrisas. Ni dulzura. La poseyó con ferocidad, casi con desesperación y, cuando todo terminó, Harry se acurrucó detrás ella, sin soltarla. Se quedaron dormidos con la mano de él sosteniéndole un pecho.
(TN) no regresó al sofá la noche siguiente. A partir de ese día, compartió la cama con su marido mientras sentía que su corazón se inundaba de una emoción a la que no quería dar nombre.  



¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora