Capítulo 14

352 17 0
                                    

—Vamos, (TN).

Ella enterró la cara más profundamente en la almohada.

Sintió cómo una mano grande y cálida se posaba sobre la frágil seda de sus bragas y abrió los ojos de golpe. Con un grito ahogado se puso 

boca arriba y tiró de la sábana para cubrirse con ella.

Él sonreía ampliamente.

—Pensé que eso te despertaría por completo.

Era el diablo en persona. Sólo el diablo estaba vestido y afeitado a esa hora tan impía. Ella le enseñó los dientes.

—No me gusta madrugar. Déjame en paz.

Harry la recorrió lentamente con la mirada, recordándole que de hecho estaba prácticamente desnuda bajo la sábana, sólo vestida con una 

vieja camiseta suya y unas bragas muy pequeñas.

—Tenemos casi tres horas de viaje por delante y nos marchamos en diez minutos. Vístete y haz algo útil. —Se apartó de ella y se dirigió al 

fregadero.

(TN) entrecerró los ojos ante la grisácea luz matutina que entraba por las pequeñas y sucias ventanas.

—Todavía es de noche.

—Son casi las seis. —Se sirvió una taza de café y ella esperó a que se la diera. Pero él se limitó a llevar la taza a los labios.

Ella se recostó en el sofá.

—No he logrado conciliar el sueño hasta las tres. Me quedaré aquí dentro mientras tú conduces.

—Va contra la ley. —El dejó la taza de café sobre la mesa, luego se agachó para recoger rápidamente la ropa del suelo. La examinó con ojo crítico.

—¿No tienes pantalones?

—Por supuesto que tengo pantalones.

—Pues póntelos.

Ella lo miró con aire de satisfacción. 

—Están en la habitación de invitados de la casa de mi padre.

—Cómo no. —Le tiró las ropas que había recogido del suelo. —Vístete.

(TN) quiso decir algo imperdonablemente rudo, pero estaba segura de que a él no le haría gracia, así que se metió a regañadientes en el baño. 

Diez minutos después salió vestida de manera ridícula con unos pantalones de seda color turquesa y una camiseta de algodón azul marino con 

un estampado de racimos de cerezas rojos. Cuando (TN) abrió la boca para protestar por la elección de ropa, reparó en que él estaba frente al 

armario abierto de la cocina y parecía a la vez enojado y peligroso.

La mirada de la joven cayó sobre el látigo negro que llevaba enroscado en el puño y el corazón comenzó a latirle con fuerza. No sabía qué había 

hecho, pero sabía que estaba metida en problemas. 

—¿Te has comido mis cereales? 

Ella tragó saliva.

—¿Exactamente de qué cereales estamos hablando? —preguntó con los ojos fijos en el látigo.

—De los que estaban en el mueble que está encima del fregadero. De los únicos cereales que había en la caravana. —Apretó los dedos en torno 

al mango del látigo.

«Oh, Señor —pensó ella. —Azotada hasta morir por culpa de unos cereales.» —¿Y bien?

—Esto, eh..., te prometo que no volverá a ocurrir. Pero no estaban marcados ni nada parecido, en ningún sitio decía que fueran tuyos —los ojos 

de la joven siguieron fijos en el látigo— y normalmente no me los habría comido... Pero esta noche tenía hambre y, mirándolo bien, tendrás que 

admitir que te hice un favor, porque atascarán mis arterias en vez de las tuyas.

—Jamás vuelvas a tocar mis cereales. Si los quieres, los compras, —La voz de Harry había sonado suave. Demasiado suave. 

Se mordisqueó el labio inferior.

—Los cereales no son un desayuno muy nutritivo.

—¡Deja de hacer eso!

Ella dio un paso atrás, levantando la mirada rápidamente hacia la de él.

—¿Que deje de hacer qué?

Él levantó el látigo, y la apuntó con él.

—De mirarme como si me dispusiera a golpearte. Por el amor de Dios, si ésa fuera mi intención te habría quitado las bragas, no te habría 

obligado a vestirte.

Ella soltó aire.

—No sabes cuánto me alegra oír eso.

—Si decido darte latigazos, no será por unos cereales.

De nuevo volvía a amenazarla.

—Deja ya de amenazarme o lo lamentarás.

—¿Qué vas a hacer, cariño? ¿Apuñalarme con el lápiz de ojos? —La miró con diversión. Luego se dirigió hacia la cama de dónde sacó la caja de 

madera que había debajo para guardar el látigo dentro.

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora