CAPÍTULO 75:

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  Paul lo fulminó con la mirada.
—¿Por qué pierdes el tiempo buscándola aquí? Ya te dije que me pondría en contacto contigo en cuanto supiera algo de ella.
Harry miró por la ventana, escrutando la mansión que tenía el padre de (TN) en Londres, como si pudiera encontrar la respuesta ahí. No podía recordar cuándo había sido la última vez que había comido algo decente o dormido más de unas cuantas horas sin despertar sobresaltado. Tenía el estómago revuelto, había perdido peso y sabía que estaba hecho un desastre.
Hacía un mes que (TN) había huido, pero no estaba más cerca de localizarla ahora que la noche que había desaparecido. Había seguido una pista tras otra, faltando a más funciones de las que podía enumerar, pero ni él, ni el detective que había contratado, habían conseguido averiguar nada.
Paul le había dado una lista de las personas con las que podía haber contactado a (TN), y Harry había ido a visitarlas a todas, pero era como si su esposa hubiera desaparecido de la faz de la tierra. Él rezaba para que sus alas de ángel la mantuvieran a salvo.
Se volvió lentamente y se enfrentó a Paul.
—He pensado que podías haber pasado algo por alto. (TN) no tenía más de cien dólares cuando se fue.
Amelia intervino desde el sofá.
—Harry, ¿de verdad piensas que Paul te ocultaría algo después de todo el trabajo que se tomó para que estuvierais juntos?
La manera que tenía Amelia de arquear las cejas siempre le había hecho rechinar los dientes y, con los nervios a flor de piel, Harry no pudo ocultar su desagrado.
—La cuestión es que mi esposa ha desaparecido y nadie sabe dónde está.
—Tranquilo, Harry. Estamos tan preocupados por ella como tú.
—Te aconsejo —dijo Amelia— que le preguntes a ese empleado que la vio por última vez.
Harry había interrogado a Al Poner hasta la saciedad, y ya se había convencido de que el anciano no tenía nada más que decirle. Mientras Harry cometía la estupidez de ir a aquella tienda, Al había visto cómo (TN) se subía a un camión de dieciocho ruedas. Llevaba puestos los vaqueros y, en la mano, la pequeña maleta de Harry.
—No puedo creer que hiciera autoestop —dijo Paul. —Podrían haberla asesinado.
Aquella angustiosa posibilidad había tenido a Harry en vilo durante tres días, pero una tarde Jack salió precipitadamente del vagón rojo para decirle que acababa de hablar con (TN) por teléfono. Al parecer había llamado para asegurarse de que los animales estaban bien. Colgó sin mencionarlo a él en cuanto Jack intentó sonsacarle dónde se encontraba.
Harry maldijo las circunstancias que habían evitado que fuera él quien contestara al teléfono, luego recordó la media docena de llamadas que no habían tenido más respuesta que un chasquido al otro lado de la línea. (TN) había llamado hasta que fue otra persona la que respondió. No quería hablar con él.
Paul se paseó de un lado a otro de la estancia.
—No puedo comprender por qué la policía no se lo toma más en serio.
—Porque desapareció voluntariamente.
—Pero podría haberle ocurrido cualquier cosa desde entonces. No es capaz de valerse por sí misma.
—Eso no es cierto. (TN) es inteligente y no le asusta el trabajo duro.
Paul ignoró sus palabras. A pesar del incidente que había presenciado con Sinjun, todavía veía a su hija como una persona inútil y frívola.
—Tengo amigos en el FBI, ya va siendo hora de que hable con alguno de ellos.
—Centenares de testigos vieron lo que sucedió esa noche en la pista. La policía cree que tenía razones de sobra para desaparecer.
—Eso fue un accidente y, a pesar de todos sus defectos, (TN) no es vengativa. Nunca te guardaría rencor. No, Harry. Tiene que haber alguien más implicado, no dejaré que me mantengas al margen más tiempo. Hoy mismo me pondré en contacto con el FBI.
Harry no le había explicado a Paul toda la verdad, y era eso lo que le había impulsado a ir allí ese día. Al no haberle puesto al corriente de todos los hechos, se estaba reservando una información que podría dar una pista a Paul o a Amelia sobre el paradero de (TN). No le gustaba tener que decir nada desagradable de sí mismo, pero su orgullo no era tan importante como la seguridad y el bienestar de su mujer y su hijo.
Cuando miró a su suegro se dio cuenta de que había envejecido considerablemente durante el último mes. Había perdido parte de la flema diplomática que le caracterizaba. Sus movimientos eran más lentos y su voz menos firme. A su manera —rígida y prejuiciosa, por lo que Harry había podido observar, —Paul quería a (TN) y sufría por ella.
—(TN) no sólo estaba molesta conmigo por lo que le hice con el látigo.
Paul lo miró fijamente.
—¿Qué?
—Está embarazada.
—Te lo dije —dijo Amelia desde el sofá. Paul y Amelia intercambiaron una mirada que puso a Harry en guardia.
—Claro que me lo dijiste, cariño —dijo Paul en tono cariñoso.
—Y supongo que la reacción de Harry al oír las buenas nuevas no fue demasiado agradable.
Amelia era irritante pero no estúpida. Aquellas palabras fueron como meter el dedo en la llaga.
—Me comporté mal con ella —admitió él.
Amelia miró a su marido con aire satisfecho.
—También te dije que ocurriría eso.
Harry trago saliva antes de obligarse a decir el resto.
—Le ordené que abortara.
Paul apretó los labios.
—¿Cómo te atreviste a decirle eso?
—Cualquier cosa que me digas ya me la he dicho yo mil veces.
—¿Sigues pensando igual?
—Por supuesto que no —dijo Amelia. —Sólo hay que mirarle a la cara para darse cuenta. La culpa le pesa sobre los hombros. —Se levantó del sofá. —Voy a llegar tarde al masajista. Ya resolveréis esto vosotros solos. Felicidades, Paul.
Harry percibió que había algo oculto en las últimas palabras de Amelia y en la sonrisita cómplice que intercambió con Paul. Se la quedó mirando mientras abandonaba la estancia y supo que Paul y ella le ocultaban algo.
—¿Tiene razón Amelia? —inquirió Paul. —¿Ya no piensas lo mismo?
—Tampoco lo pensaba cuando se lo dije a ella. Pero me dio la noticia de sopetón y la adrenalina me nubló la razón —estudió a Paul. —Amelia no se ha sorprendido al oír que (TN) estaba embarazada a pesar de saber que tomaba la píldora. ¿Por qué?
Paul se acercó a la vitrina de nogal y observó la colección de porcelana a través de las puertas de cristal.
—Lo esperábamos, eso es todo.
—¡Estás mintiendo! (TN) me dijo que era Amelia quien compraba las pastillas. ¿Qué me estás ocultando?
—Nosotros... hicimos lo que creímos más conveniente.
Harry se quedó paralizado. Pensó en el pequeño bote de las píldoras de (TN). Como si lo estuviera viendo en ese momento, recordó que no tenía precinto. En esta época de medicamentos precintados, aquellas píldoras no lo llevaban.
La presión que sentía desde que (TN) desapareció le oprimió el pecho. Una vez más había dudado de su esposa y, de nuevo, se había equivocado.
—Lo planeaste tú, ¿no? Igual que planeaste todo lo demás. Reemplazaste sus píldoras.
—No sé de qué me hablas.
—No quiero jugar al gato y al ratón. Dime la verdad, Paul. Dímela ya.
El hombre pareció derrumbarse. Se le doblaron las rodillas y se hundió en la silla que tenía más cerca.
—¿No lo entiendes? Era mi deber.
—¿Tu deber? Debí suponer que lo verías así. No puedo creer que haya sido tan estúpido. Siempre he sabido lo obsesionado que estás con la historia de mi familia, pero nunca se me ocurrió que pudieras hacer algo así. —La amargura le revolvió el estómago. Desde el principio, (TN) y él no habían sido más que títeres de Paul.
—¿Y qué? Por Dios, deberías agradecérmelo. —Paul se levantó de un salto de la silla. Apuntó a Harry con un dedo tembloroso. —Para ser historiador, no respetas tu linaje.
—Soy un Styles. Eso es lo único que significa algo para mí.
—Una panda de vagabundos. Vagabundos, ¿me oyes? Tu deber era tener un hijo. Pero no querías ser padre, ¿verdad?
—¡Ésa era una decisión mía, no tuya!
—Esto es mucho más importante que un capricho egoísta.
—Cuando (TN) me dijo que estaba embarazada pensé que lo había hecho a propósito. ¡La acusé de haberme mentido, bastardo!
Paul hizo una mueca y la justa indignación de Harry perdió fuelle.
—Harry, míralo desde mi punto de vista. Sólo disponía de seis meses y tenía que aprovecharlos. No podía esperar que llegaras a enamorarte de ella, es imposible que un hombre con tu inteligencia se interese por alguien tan atolondrado como mi hija, salvo para acostarse con ella.
Harry sintió ganas de vomitar. ¿Cómo era posible que su educada e inteligente esposa sintiera cariño por un padre que tenía tan poco respeto por ella?
—(TN) es más lista que nosotros dos juntos.
—No es necesario que enmascares los hechos.
—No lo hago. No conoces a tu hija en absoluto.
—No podía aceptar que vuestro matrimonio finalizara sin intentar que hubiera un heredero Styles.
—No era asunto tuyo.
—Eso no es cierto.
Mientras miraba a Paul, Harry se dio cuenta de que el padre de (TN) estaba obsesionado con ese tema. Paul podía ser un hombre coherente en todo lo demás, pero no en eso.
—Ibas a dejar que muriera tu estirpe —dijo Paul, —y yo no podía consentirlo.
No había nada más que discutir con él. Para Paul el niño que (TN) llevaba en su vientre no era más que un peón, pero ese bebé significaba algo muy diferente para Harry, y todos sus instintos paternos afloraron para protegerlo.
—¿Qué coño ha estado tomando (TN)? ¿Qué le diste?
—Nada que pudiera dañar al bebé. Pastillas de fluoruro, eso es todo. —Paul se derrumbó en la silla. —Tienes que encontrarla antes de que haga algo estúpido. ¿Y si se ha librado del bebé?
Harry clavó los ojos en el anciano. Poco a poco la amargura se convirtió en piedad al pensar en todos los años que Paul había desaprovechado, todos los años que había pasado sin conocer a su maravillosa hija.
—Nada conseguiría que (TN) hiciera eso. Tiene agallas, Paul. Hará lo que sea para mantener a salvo a ese bebé.  

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora