CAPÍTULO 47:

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  Harry clavó los ojos en la puerta por donde acababa de desaparecer Heather, luego miró a su esposa.
—La tuya ha sido la peor actuación que he visto en mi vida. ¿De verdad has dicho que le vas a impedir que te robe el marido o me lo he imaginado?
—Heather se lo ha creído y eso es lo único que cuenta. Después de lo que le has dicho era necesario que alguien la tratara como a una mujer adulta.
—No pretendía herir sus sentimientos, pero ¿qué querías que hiciera? No es una adulta. Es una niña.
—Te ha ofrecido su corazón, Harry, y tú lo has rechazado como si no valiera nada.
—No sólo me ha ofrecido su corazón. Un poco antes de que llegaras me dejó bien claro que su cuerpo también iba incluido en el lote.
—Está desesperada. Si hubieras aceptado, se hubiera desmayado del susto.
Él se estremeció.
—Una quinceañera no está en mi lista de perversiones favoritas.
—¿Qué clase de perversiones...? —(TN) se mordió la lengua. ¿Cuándo iba a comenzar a pensar antes de hablar?
Harry le brindó una sonrisa enloquecedora que le puso la piel de gallina.
—Será más divertido que lo vayas averiguando poco a poco.
—¿Por qué no me lo dices ahora?
—Espera y verás.
(TN) lo observó.
—¿Incluye algo con...? No, claro que no.
—Estás pensando en los látigos otra vez.
—No, por supuesto que no —mintió.
—Bien. Porque no tienes por qué preocuparte de eso. —Harry hizo una pausa significativa. —Si lo hago bien no duele en absoluto.
(TN) abrió los ojos de par en par.
—¡Deja de hacer eso!
—¿El qué?
La expresión inocente de Harry no la engañó ni por un instante.
—Deja de plantar todas esas dudas en mi cabeza.
—No soy yo quien planta dudas en tu cabeza. Lo haces tú sólita.
—Sólo porque tú sigues diciendo esas cosas. No me gusta que me tomes el pelo. Sólo tienes que responderme sí o no. ¿Alguna vez le has dado
latigazos a una mujer?
—¿Sólo sí o no?
—Eso he dicho, ¿no?
—¿Sin ninguna aclaración?
—Sin ninguna aclaración.
—Bueno, entonces sí. Sí, definitivamente le he dado latigazos a una mujer.
—Vale, será mejor que me lo aclares —dijo ella débilmente tragando saliva.
—Lo siento, cariño, pero ya te he respondido. —Con una amplia sonrisa, él se sentó detrás del escritorio. —Tengo mucho trabajo que hacer, quizá
sea mejor que me digas para qué querías verme.
Pasaron varios segundos antes de que (TN) lograra recordar lo que la había llevado hasta allí.
—Se trata de Glenna.
—¿Qué pasa con ella?
—Es un animal grande y su jaula es muy pequeña. Necesita una nueva.
—¿Nada más? ¿Sólo quieres que compremos una jaula nueva? —replicó él con ironía.
—Es inhumano que la pobre viva en un lugar tan estrecho. Se la ve muy deprimida, Harry. Tiene esos deditos tan suaves, y los saca por los barrotes
como si necesitara el contacto de otro ser vivo. Y ése no es el único problema que tenemos. Las jaulas son tan viejas que no son de fiar. La del leopardo
se cierra sólo con un alambre.
Harry cogió un lápiz y tamborileó con él la gastada superficie del escritorio.
—Estoy de acuerdo contigo. Odio esa condenada exposición de fieras, me parece inhumana, pero las jaulas son caras y Caroline aún se está pensando
si deshacerse de esos anímales o no. Por ahora tendrás que arreglártelas como puedas. —Harry desplazó la mirada a la ventana y la silla rechinó
cuando se reclinó para ver mejor. —Vaya, mira ahí fuera. Parece que tienes visita.
Ella siguió la dirección de la mirada y vio a un elefantito con la correa colgando delante del vagón rojo,
—Es Tater. —Cuando ella lo miró, el elefante levantó su trompa y bramó como un trágico héroe que vagara por el mundo en busca de su amor
perdido. —¿Qué hace ahí?
—Supongo que estará buscándote. —Harry sonrió. —Los elefantes crean fuertes vínculos familiares, y Tater parece haberlo establecido contigo.
—Es un poco grande para ser mi mascota.
—Me alegra oír eso, porque por mucho que me lo pidas jamás dormirá en nuestra cama.
(TN) se rio. Pero se abstuvo de recordarle que aún no estaba segura de si ella dormiría o no con él. Había demasiadas cosas por resolver entre ellos.

  Caroline estaba de un humor de perros cuando se acercó a Harry. Esa mañana Brady le había dicho que (TN) no estaba embarazada. La idea de
que esa mujer llevara a un Styles en su vientre era tan aborrecible que debería haberse sentido aliviada, pero por el contrario se le había puesto
un nudo de angustia en la boca del estómago. Si Harry no se había casado con (TN) porque estaba embarazada, entonces lo había hecho porque
quería. Lo había hecho porque la amaba.
La bilis la corroía por dentro. ¿Cómo podía Harry amar a esa pobre e inútil niña rica cuando no la había amado a ella?
¿No veía lo indigna que era (TN)? ¿Habría perdido Harry todo su orgullo?
En ese momento la intención de Caroline era poner en práctica el plan que hacía días que le rondaba la mente. Tenía cabeza para los negocios —siempre
pensaba en lo mejor para el circo, por encima de sus sentimientos perenales, —pero lo que se le había ocurrido haría que Harry viera con otros
ojos a su esposa.
Se detuvo detrás de él mientras éste estaba trajinando en la grúa de montaje del circo. La camiseta húmeda K le pegaba a los firmes músculos de
la espalda. Recordó el tacto de esa piel tensa bajo las manos, pero en lugar de excitarla ese recuerdo hizo que sintiera asco de sí misma. Caroline
Lloyd, la reina de la pista central, le había rogado a ese hombre que la amara y él la había rechazado. El rencor hizo que se le revolviera el estómago.
—Tenemos que hablar sobre tu número.
Él cogió un trapo grasiento y se limpió las manos con él. Harry siempre había sido un mecánico de primera y reparar la grúa no era un problema
para él, aunque hora mismo Caroline no sentía ningún tipo de gratitud por el dinero que le ahorraba.
—Dime.
La mujer levantó la mano para protegerse los ojos del sol, tomándose su tiempo, haciéndole esperar. Tardó un buen rato en hablar.
—Deberías hacer algún cambio. No lo has hecho desde la última gira y aún queda demasiada temporada para seguir repitiendo lo mismo.
—¿Qué has pensado?
Caroline cogió las gafas de sol con las que se retiraba d pelo de la cara.
—Quiero que (TN) intervenga en tu número.
—Olvídalo.
—¿Crees que no podrá hacerlo?
—Sabes muy bien que no.
—Bueno, pues tendrá que hacerlo. ¿O es que ahora es ella quien lleva los pantalones en tu casa?
—¿Qué pretendes, Caroline?
—(TN) es ahora una Styles. Es hora de que comience a comportarse como tal.
—Eso es asunto mío, no tuyo.
—No mientras yo siga siendo la dueña del circo, (TN) sabe cómo meterse al público en el bolsillo y tengo intención de aprovecharlo. —Le dirigió
a Harry una larga y dura mirada. —Quiero que actúe en el espectáculo, Harry, te doy dos semanas para prepararla. Si se niega a hacerlo recuérdale
que, si quiero, todavía puedo denunciarla.
—Estoy harto de tus amenazas.

—Entonces limítate a pensar en lo que es mejor para el espectáculo.  

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora