Capitulo 11

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(TN) aún se sentía acalorada cuando rodeó a los animales y entró en la carpa por la entrada trasera. Encontró un sitio libre en las 

gradas. Eran tablones de madera blanca, duros y estrechos, sin otro lugar donde apoyar los pies que el asiento de los espectadores 

de la fila de abajo. Pero rápidamente olvidó la incomodidad al ver la excitación de los niños de alrededor.

Le encantaban los niños. Aunque nunca se lo había dicho a nadie, su sueño secreto había sido dar clases en una guardería. 

No creía que aquel sueño se fuera a hacer realidad algún día, pero le gustaba pensar en ello algunas veces.

Las luces se atenuaron y un redoble de tambores sonó en crescendo mientras un foco iluminaba al maestro de ceremonias en la pista central.

—¡Señoooooras y señores! ¡Niños de tooooodas las edades! ¡Bienvenidos a la emocionante edición número veinticinco del 

circo de los Hermanos Lloyd!

La música estalló, tocada por una banda que constaba de dos músicos con tambores, un sintetizador y un ordenador. Entró un caballo 

blanco con una chica que portaba la bandera americana. Los demás artistas la siguieron portando coloridos estandartes, sonriendo y 

saludando con la mano a la multitud.

La trouppe de acróbatas de Brady Pepper fue la que captó la atención de (TN); la componían tres hombres guapos y Heather, 

que estaba ataviada con lentejuelas doradas, mallas brillantes y espeso maquillaje. Sobre el pelo de la chica, ahora suavemente

rizado, había una diadema de brillantes y rubíes de imitación que brillaba como un cometa. (TN) no tuvo ninguna dificultad en

identificar a Brady Pepper entre sus hijos. Era un hombre musculoso y de estatura media, que le recordaba a un chico duro de la calle. 

Los seguía un grupo de jinetes, payasos, malabaristas y perros adiestrados.

Harry entró solo en la arena, a lomos de su feroz caballo negro, y a diferencia de los demás artistas no hacía gestos con las manos 

ni saludaba. Mientras daba vueltas por la pista, parecía un ser tan distante y misterioso como su corazón ingles. No era ajeno a la 

presencia de la gente, pero de alguna manera permanecía aislado y le daba una extraña dignidad al colorido despliegue. La multitud 

se animó cuando los elefantes cerraron el desfile.

La función comenzó y, según avanzaba el espectáculo, (TN) se sorprendió ante tanto talento. Salió un trío de rumanos, unos 

trapecistas, las luces se apagaron y la música se desvaneció. Un foco azul iluminó al maestro de ceremonias, el único que ocupaba la 

oscura pista central.

—¡El circo de los Hermanos Lloyd se enorgullece en presentar... al incomparable Harry Styles!

Las luces subieron de intensidad, la música resonó y Harry entró en la pista a todo galope a lomos de su caballo negro. Las 

mangas de su camisa blanca ondeaban y las joyas de la cintura parecían gotas de sangre roja. El poderoso alazán se elevó 

sobre las patas traseras. Desafiando la gravedad, Harry levantó los brazos por encima de la cabeza, permaneciendo montado 

sólo con la presión de las poderosas piernas.

Mientras galopaba alrededor de la pista, él realizó una serie de proezas diestramente ejecutadas que eran a la vez atrevidas y 

dramáticas. Finalmente se hundió en la silla y tomó el látigo que colgaba del pomo, ejecutando un gran arco sobre su cabeza, 

haciéndolo resonar tan fuerte que la gente de la primera fila pegó un salto. 

Habían introducido algunos accesorios en la pista durante la presentación del maestro de ceremonias: una hilera de dianas con 

cintas y coronadas con globos púrpura. Dando una vuelta sobre la pista, Harry hizo estallar los globos uno a uno, y una brillante 

explosión roja, como gotas de sangre, surcó el aire con cada chasquido del látigo.

Harry hizo girar el látigo en un hipnótico arco sobre su cabeza para apagar las velas.

El público aplaudió, incluso los de las filas traseras habían podido obtener una buena visión del espectáculo. Él bajó con gracilidad 

a la arena y el caballo se alejó trotando fuera de la carpa. Las luces se atenuaron hasta que sólo el quedó iluminado por el foco. Cogió 

un segundo látigo y los hizo restallar a los dos al mismo ritmo, arriba y abajo, delante y detrás. Y luego los hizo bailar, realizando 

movimientos intricados con una gracia tan masculina, que (TN) se quedó sin aliento. El baile iba en aumento, con movimientos 

cada vez más rápidos y, como por arte de magia, los dos látigos se convirtieron en uno solo. Gigante. Con una poderosa torsión del 

brazo, Harry lo elevó por encima de su cabeza para hacerlo estallar en llamas.

El público soltó un grito ahogado, se apagaron las luces y el látigo de fuego bailó alocado en medio de la oscuridad.

Cuando las luces se encendieron de nuevo, Harry había desaparecido.

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora