—¿Qué coño has hecho aquí? —Harry se quedó paralizado bajo el umbral de la puerta.
—¿A que queda genial? —(TN) contempló con satisfacción la transformación de la caravana en lo que ella consideraba un acogedor y encantador nidito de amor.
Unas fundas en tono crema salpicadas de pensamientos en colores púrpuras, azules y caramelo ocultaban el horroroso estampado a cuadros del sofá; los colines a juego hacían que los viejos muebles parecieran cálidos y confortables. Había instalado también unas pequeñas barras de latón encima de las ventanas, sustituyendo aquellas horribles cortinas amarillentas por otras de muselina blanca adornadas con cintas azules y lavanda de diversas texturas y anchuras.
Un lazo de seda azul y violeta camuflaba la pantalla rota de la lámpara en la esquina, y varias cestas de mimbre contenían ahora las revistas y los periódicos que antes estaban esparcidos por todas partes. Un surtido de envases desaparejados, desde floreros y tazones de alfarería a jarras azules Wedgwood, llenaban el estante de encima de la cocina donde había clavado con chínchelas una cuerda de colores para que no se cayeran los utensilios cuando la caravana estuviera en movimiento. La mesa estaba dispuesta con mantelitos individuales en la misma gama de colores púrpura y violeta, así como la porcelana china, que aunque no hacía juego entre sí, poseía las mismas tonalidades. Había dos tazas blancas, dos copas de cristal, una de las cuales tenía una fisura, y unos platos de color añil. En el centro de la mesa, un recipiente de barro albergaba un ramillete de flores silvestres que (TN) había cogido en el borde del recinto.
—No he podido hacer más con la alfombra —le explicó aún jadeante por haber tenido que prepararlo con prisa. —Pero he quitado las peores manchas y no ha quedado tan mal. Cuando tenga algo de dinero, me ocupare de la cama. Quizá le ponga una de esas colchas indias y más almohadones. No soy buena costurera, pero creo que puedo...
—¿De dónde has sacado el dinero para hacer esto?
—De mi sueldo.
—¿Te has gastado tu dinero en esto?
—He buscado en tiendas de segunda mano y en los mercadillos de los pueblos que hemos visitado. ¿Sabías que nunca había entrado en un WalMart hasta hace dos semanas? Es asombroso lo que puede dar de sí un dólar si te lo propones... —En ese momento (TN) vio la expresión en la cara de Harry y su sonrisa se desvaneció. —No te gusta.
—No he dicho eso.
—No hace falta que lo digas. Se te ve en la cara.
—No es que no me guste. Es que no tiene sentido que desperdicies tu dinero en este lugar.
—No creo que sea un desperdicio.
—Es una caravana, por el amor de Dios. No vamos vivir aquí tanto tiempo.
Ésa no era la verdadera razón de la reticencia de Harry. (TN) lo observó y llegó a la conclusión de que tenía dos opciones: podía marcharse enfadada o podía obligarle a ser sincero con ella.
—Dime exactamente qué es lo que no te gusta.
—Nada.
—Sí, algo no te gusta. Caroline me dijo que habías rechazado una caravana mejor que ésta. —Él se encogió de hombros. —¿Acaso sólo querías hacerme las cosas más difíciles?
Harry fue a la nevera y cogió una botella de vino que había comprado el día anterior; una botella que ella había considerado demasiado cara para su presupuesto.
(TN) se negó a dejar pasar el tema.
—¿Querías seguir viviendo en este lugar tal y como estaba?
—Estaba bien —repuso él sacando un sacacorchos del cajón.
—No te creo. Te gustan las cosas bonitas. He observado cómo miras el paisaje cuando viajamos y siempre me señalas los escaparates cuando ves algo bonito. Ayer, cuando paramos en aquel quiosco al lado de la carretera, dijiste que la cesta con frutas te recordaba a un Cézanne.
—¿Quieres una copa de vino?
Ella negó con la cabeza y lo estudió. Finalmente se dio cuenta de lo que pasaba.
—He traspasado la línea otra vez, ¿verdad?
—No sé a qué te refieres.
—Me refiero a esa línea invisible que has trazado en tu mente entre un matrimonio de verdad y otro que no lo es. La he cruzado otra vez, ¿no?
—Lo que dices no tiene sentido.
—Claro que lo tiene. Has hecho una lista mental de reglas y preceptos para nuestro matrimonio. Se supone que debo acatar tus órdenes sin rechistar y que debo mantenerme apartada de ti, salvo para acostarnos juntos, claro. Pero lo más importante de todo es que no debemos crear vínculos emocionales. No me está permitido preocuparme por ti, ni por nuestro matrimonio, ni por nuestra vida en común. Ni siquiera puedo ocuparme de que esta fea caravana resulte acogedora.
Por fin consiguió que Harry reaccionara. Él posó con un gesto brusco la copa de vino sobre el mostrador.
—¡No quiero que hagas un «nidito de amor», eso es todo! No es una buena idea.
—Así que tengo razón —dijo ella en voz baja.
Harry se pasó la mano por el pelo.
—Eres una maldita romántica. Algunas veces, cuando te veo observándome, tengo la sensación de que no me ves cómo soy en realidad, sino como tú quieres que sea. Eso es lo que haces con este acuerdo... este vínculo legal que hay entre nosotros. Vas a moldearlo hasta que se ajuste a tus ideas.
—Es un matrimonio, Harry, no un simple vínculo legal. Hemos hecho unos votos sagrados.
—¡Durante seis meses! ¿No entiendes que estoy preocupado por ti? Intento protegerte para no hacerte daño.
—¿Protegerme? Ya entiendo. —(TN) respiró hondo. —¿Por eso cuentas mis píldoras anticonceptivas?
La expresión de Harry se volvió fría y distante.
—Eso no significa nada.
—Al principio no entendía por qué sobresalían del estante del botiquín cuando siempre las dejaba al fondo. Luego me di cuenta de que las contabas.
—Sólo me aseguraba de que no te olvidabas ninguna, eso es todo.
—En otras palabras, me has estado espiando.
—No pienso disculparme. Sabes lo importante que a para mí no tener hijos.
Ella lo miró con tristeza.
—No hay nada entre nosotros, ¿verdad? Ni respeto, ni afecto, ni confianza.
—Existe afecto, (TN). Por lo menos por mi parte. Vaciló. —Y también te has ganado mi respeto. Nunca pensé que te tomarías el trabajo tan en serio. Eres muy valiente, (TN).
La joven se negó a sentirse agradecida por aquellas palabras.
—Pero no confías en mí.
—Creo que tienes buenas intenciones.
—Aun así crees que soy una ladrona. Eso no habla bien de mis buenas intenciones.
—Estabas desesperada cuando cogiste ese dinero. Estabas cansada y asustada o no lo habrías hecho. Ahora lo sé.
—Yo no cogí el dinero.
—No importa, (TN). No te culpo.
El hecho de que él aún no la creyera no debería dolerle tanto. La única manera de convencerlo sería implicar a Heather y, como ahora sabía, no podía hacerlo.
¿Qué ganaría con ello? No quería ser la responsable del destierro de Heather. Y aquella relación no funcionaría si tenía que demostrarle a Harry su inocencia.
—Si confías en mí, ¿por qué contabas las píldoras?
—No puedo correr riesgos. No quiero tener hijos.
—Eso ya lo has dejado claro. —Quiso preguntarle si lo que encontraba tan repulsivo era tener un hijo o tenerlo con ella, pero le daba miedo la respuesta. —No quiero que vuelvas a contarlas. Te he dicho que las tomaría y lo haré. Pero tendrás que confiar en mí.
La joven percibió la lucha interna de su marido. A pesar de que su propia madre la había traicionado, pero Harry no confiaba en nadie salvo en sí mismo.
Para su sorpresa, sintió que la indignación que sentía se desvanecía y la compasión ocupaba su lugar. Qué terrible debía de ser esperar siempre lo peor de la gente.
(TN) rozó la mano de Harry con la punta de los dedos.
—Nunca te haría daño a propósito, Harry. Me gustaría que al menos creyeras eso.
—No es fácil.
—Lo sé. Pero es necesario que lo hagas. Él la miró durante un buen rato antes de asentir brevemente con la cabeza.
—Vale. No las contaré más.
(TN) sabía lo que esa pequeña concesión le había costado a su marido y se emocionó.
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¿Odio o amor?
Fanfic(TN) es una chica que toda su vida ha vivido rodeada de lujos, cuando es obligada a casarse con el misterioso Harry Styles por un plazo de 6 meses su vida da un vuelco de 180°. ¿Podrá soportar siquiera una semana viviendo de esa manera?