Capítulo 18

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—¿Cómo podría gustarme alguien que se ha dejado comprar al casarse? Pero eso no quiere decir que vaya a ignorar mis obligaciones.

—Me alegra oírlo. —Él la recorrió lentamente con la mirada. —Me aseguraré de que tus obligaciones sean agradables.

Ella sintió que se sonrojaba y que esa inmadura reacción la enfadaba lo suficiente como para desafiarlo.

—Estás refiriéndote al sexo, ¿por qué no hablas claro?

—Por supuesto que me refiero al sexo. 

—¿Con o sin tu látigo? —Ella se arrepintió en cuanto las impulsivas palabras salieron de su boca. 

—Tú eliges.

(TN) fue incapaz de seguir soportando sus bromas. Se dio la vuelta y se puso a mirar por la ventanilla. 

—¿(TN)?

Tal vez fuera porque deseaba creerlo, pero su voz le pareció más suave esta vez. Ella suspiró.

—No quiero hablar de eso. 

—¿De sexo?

Ella asintió con la cabeza.

—Tenemos que ser realistas —dijo él, —los dos somos personas saludables, y a pesar de tus diversos desórdenes de personalidad, no eres 

precisamente un monstruo.

Ella se volvió hacia él para dirigirle su mirada más desdeñosa, pero lo que vio fue cómo una comisura de esa boca masculina se curvaba 

en lo que en otro hombre hubiera sido una sonrisa.

—Tú tampoco eres precisamente un monstruo —admitió ella a regañadientes, —pero tienes muchos más desórdenes de personalidad que yo.

—No, creo que no. 

—Te aseguro que sí. 

—¿Como cuáles?

—Pues bien, para empezar... ¿Estás seguro de que quieres oírlos?

—No me lo perdería por nada del mundo.

—Bueno, pues eres cabezota, terco y dominante.

—Pensaba que ibas a decir algo malo.

—No eran cumplidos. Y siempre he creído que un hombre con sentido del humor es más atractivo que uno sexy y machista.

—Bueno, pues avísame cuando llegues a la parte mala, ¿vale?

Ella lo fulminó con la mirada y optó por no mencionar los látigos que tenía debajo de la cama. 

—Es imposible hablar contigo.

—Lo que estaba tratando de decirte antes de que me interrumpieras con la lista de mis cualidades es que ninguno de nosotros va a poder 

mantenerse sin sexo durante los próximos seis meses.

(TN) bajó la mirada. Si él supiera que ella llevaba así toda la vida...

—Vamos a vivir en un lugar pequeño —continuó él, —estamos legalmente casados y es natural que tarde o temprano nos acostemos.

«¿Acostemos?» Su rudeza le recordó que eso no significaría nada para él y que, contra toda lógica, ella quería algo de romanticismo.

—En otras palabras, esperas que haga las tareas domésticas, trabaje en el circo y «me acueste» contigo —dijo bastante molesta.

Él lo pensó detenidamente.

—Supongo que es más o menos eso.

Ella giró la cabeza y miró por la ventanilla. Hacer que ese matrimonio tuviera éxito iba a ser todavía más difícil de lo que pensaba.

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora