CAPÍTULO 40

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  A Harry nada le había dado tanta lástima como su pobre esposa cabeza hueca. Le dio la espalda a la cazuela de chile que estaba cocinando y
la observó entrar en la caravana, con la ropa tan sucia que podría haber salido de una pocilga. Briznas de heno y restos de comida para anímales
se pegaban a lo que le quedaba de coleta. Tenía los brazos salpicados de barro y olía que apestaba.
Como Harry también había sido el blanco de la llama más de una vez, reconoció el olor.
—¿También has tenido un encontronazo con Lollipop?
Ella masculló algo indescifrable y se dirigió al baño.
Harry sonrió y volvió a remover el chile.
—No te he entendido. ¿Qué has dicho?
La respuesta de la joven tuvo el acento bien educado de alguien acostumbrado a las cosas buenas de la vida.
—Vete a freír espárragos. —Y cerró la puerta de un portazo.
Él se rio entre dientes.
—¿Ha sido tu primer encuentro con una llama?
Ella no contestó.
Harry echó otra cucharada de pimienta picante, añadió salsa caliente a la mezcla y la probó. Demasiado suave.
No se oía ningún sonido en el baño, ni siquiera el del agua. Con el ceño fruncido, dejó la salsa picante al fuego.
—¿(TN)? —Como ella no respondió, él se acercó al baño y llamó a la puerta. —¿(TN)? ¿Te pasa algo?
Nada.
Giró la manija y la vio inmóvil, delante del espejo, con las lágrimas cayéndole en silencio por las mejillas mientras miraba su propio reflejo.
Harry notó un extraño sentimiento de ternura en su interior.
—¿Qué te ocurre, cariño?
Ella no se movió, las lágrimas continuaron deslizándosele por las mejillas.
—No es que nunca haya sido tan guapa como mi madre, pero ahora estoy horrible.
En lugar de irritarlo, ver que ella había perdido cualquier rastro de vanidad le tocó la fibra sensible.
—Yo creo que eres muy hermosa, cara de ángel, incluso cuando estás sucia. Pero te sentirás mejor después de ducharte.
(TN) no se movió. Seguía con la mirada clavada en el espejo mientras las lágrimas le caían por la barbilla.
Él se agachó a su lado, le levantó un pie y le quitó la deportiva y el calcetín. Luego hizo lo mismo con el otro.
—Por favor, vete. —(TN) lo dijo con la misma dignidad muda que él había observado en ella durante los últimos diez días mientras se concentraba
en completar una tarea tras otra. —Estás ayudándome porque estoy llorando de nuevo, pero sólo lloro porque estoy cansada. Lo siento. No me
hagas caso.
—Ni siquiera he notado que estuvieras llorando. —Harry se arrodilló ante ella y le abrió la cremallera de los vaqueros y, tras vacilar un momento,
se los deslizó por las caderas. Cuando los bajó por las delgadas piernas de la joven, Harry sintió una punzada de deseo y tuvo que obligarse a
apartar la vista del tentador triángulo de las bragas color verde menta que llevaba puestas.
¿Cuánto tiempo más iba a poder mantener las manos alejadas de ella? Durante la última semana y media (TN) había estado tan cansada que
apenas podía mantenerse en pie, pero él sólo había podido pensar en su suave y flexible cuerpo. Había llegado a un punto en el que no
podía mirarla sin ponerse duro, y eso le sacaba de sus casillas. Le gustaba tener todos los aspectos de su vida bajo control y ése se le escapaba de
las manos.
Incluso para una mujer que hubiera crecido en el circo hubiera sido demasiado duro hacer todo lo que le había ordenado hacer a (TN). Se había
convencido de que sólo era cuestión de días —por no decir horas— que ella tirase la toalla y se fuera. Y querría poder estar seguro de que no la
tocaría, por lo menos no como deseaba hacerlo. Mantener relaciones sexuales en ese momento sólo complicaría una situación ya de por sí
complicada, y por eso no importaba lo mucho que la deseara, tenía que dejarla en paz.
Pero (TN) seguía sin darse por vencida y él no sabía cuánto tiempo más podría mantenerse alejado. Cuando se metía en la cama por la noche,
era tan consciente de ella acurrucada en el sofá, a tan sólo unos metros de él, que tenía dificultades para quedarse dormido. Y el simple hecho
de verla durante el día hacía imposible que se concentrara en su trabajo.
¿Por qué no se había rendido? Era delicada. Débil. No hacía más que llorar. Y, al mismo tiempo, había tenido el valor de enfrentarse a
Neeco Martin y defender a esas pobres y tristes criaturas de la casa de fieras. (TN) Styles no era la joven pusilánime que él había supuesto.
Que no hubiera resultado ser como él creía lo irritaba casi tanto como el doloroso efecto que tenía sobre su cuerpo, y por ese motivo le habló
bruscamente:
—Levanta los brazos.
(TN) estaba demasiado cansada después de haberse pasado todo el día trabajando, así que obedeció de manera automática. Harry le quitó la
camiseta por la cabeza, dejando al descubierto el sujetador que hacía juego con las braguitas. La joven estaba tan agotada que no podía evitar
que se le cayera la cabeza, pero Harry seguía sin poder confiar en sí mismo, por lo que se enojó todavía más. Se dio la vuelta, ajustó la
temperatura del agua de la ducha y metió a (TN) dentro de la cabina con la ropa interior incluida.
—Te serviré la comida cuando salgas. Ya me he hartado de comer latas de conservas, así que esta noche he preparado chile.
—Sé cocinar —dijo ella entre dientes.
—Por hoy ya has hecho suficiente.
(TN) se colocó bajo el chorro de la ducha y dejó que el agua resbalara por su cuerpo.
Cuando por fin salió del cuarto de baño, llevaba el pelo retirado de la cara y tenía puesto el albornoz azul de Harry. Parecía una adolescente
cuando se deslizó detrás de la mesa de la cocina.
Harry le plantó delante un plato de chile caliente y luego se acercó al fogón para servirse otro para él.
—¿Puedo faltar esta noche a la función?—preguntó ella.
—¿Estás enferma?
—No.
Harry puso su plato sobre la mesa y se sentó enfrente de ella, endureciendo su corazón ante la muda dignidad que mostraba su esposa.
—Entonces no puedes faltar.
(TN) pareció aceptar la negativa con resignación, algo que a Harry le molestó más que si hubiera discutido con él.
—Jamás me había sentido tan despreciada.
—Las llamas son así con todo el mundo. No te lo lomes como algo personal.
—Joe {El mono de Danielle} también me odia. Hoy me ha lanzado una caja de galletas.
—Ha tenido que ser un accidente. Joe es amable con todo el mundo.
(TN) apoyó un codo en la mesa y descansó la cabeza en la mano mientras revolvía el chile con desgana.
—Desfilar con tan poca ropa denigra a las mujeres.
—Pero es estupendo para la taquilla.
Harry lamentó de inmediato haberle tomado el pelo, sobre todo cuando sabía que ella estaba demasiado cansada para responder a la broma.
Y lo cierto era que le molestaba verla desfilar con ese maillot. No era tan alta como las demás chicas ni tan pechugona como ellas, pero
la belleza juvenil y la dulce sonrisa de su esposa la hacían destacar, e incluso había tenido que ponerse serio con algunos patanes del público
que habían intentado ligar con ella tras la función. Sorprendentemente, (TN) parecía no ser consciente de las reacciones que provocaba.
Ella dejó caer una galletita salada en el chile.
—Ya que presumes de lo bien que se cuida a los animales en el circo, deberías saber que la casa de fieras es una vergüenza.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo. Llevo años diciéndolo, pero a Owen le encantaba y siempre se negó en redondo a deshacerse de ella.
—¿Y Caroline?
—Opina como yo. Espero que la cierre pronto, pero no hay mercado para los animales viejos de los circos. En realidad están mejor con
nosotros que si los vendiese a los cotos de caza ilegales.
(TN) se llevó un poco de chile a la boca pero volvió a poner el tenedor en el plato como si comer supusiera demasiado esfuerzo.
Harry ya no lo soportó más. No le importaba si le criticaban por darle a su esposa un trato de favor, pero no podía tolerar esas sombras púrpura
bajo sus ojos ni un día más.
—Vete a la cama, (TN). He cambiado de idea. Hoy puedes saltarte la función.
—¿De verdad? ¿Estás seguro?
La alegría de (TN) lo hizo sentir todavía más culpable.
—Eso es lo que he dicho, ¿no?
—Sí, sí, claro. Oh, gracias, Harry. No lo olvidaré.
(TN) durmió durante la primera función pero, para sorpresa de Harry, se presentó cuando comenzaba la segunda función. La siesta de dos horas
había hecho maravillas en ella y parecía más relajada que en los días anteriores. Mientras recorría la pista de arena sobre Misha, Harry la vio
saludar con las manos y lanzar besos a los niños sin ser consciente del efecto que aquel llameante maillot rojo tenía en los padres de las criaturas.
Harry tuvo que contenerse para no arrancar la gorra de alguno de esos palurdos con el látigo.
Cuando la función finalizó, él se fue a la caravana para cambiarse de ropa. (TN) solía estar ya allí, pero no la vio por ninguna parte.
Intranquilo, se vistió rápidamente y regresó al circo. Un destello de lentejuelas rojas cerca de la puerta principal atrajo su atención. Vio a su
esposa rodeada por tres espectadores. Todos se comportaban con cortesía y, desde luego, ella no corría peligro, pero aun así quería estrellar el
puño contra aquellas caras presumidas.
Uno de ellos dijo algo y (TN) se rio, un sonido angelical que flotó en el aire de la noche. Harry maldijo por lo bajo.
—¿Qué es lo que te pone tan molesto?
Al ver a Brady detrás de él, Harry se obligó a relajarse.
—¿Qué te hace pensar que estoy molesto?
Brady se puso un palillo en la comisura de la boca.
—La manera en que miras a esos tíos.
—No sé de qué estás hablando.
—No lo entiendo, Harry. Pensaba que ella no te importaba.
—No quiero hablar de eso.
—No te preocupes, no tengo intención de hablarte de ella. —Se pasó el palillo de un lado a otro de los labios. —Pero de todas maneras creo
que, a pesar de que sea una ladrona y la odies, no deberías hacer trabajar tan duro a una mujer embarazada.
—¿Quién te ha dicho que está embarazada?
—Es lo que piensa todo el mundo. La noche de la fiesta sorpresa no parecías exactamente un novio feliz.
Harry apretó los dientes.
—No está embarazada.
A Brady se le cayó el palillo.
—¿Entonces por qué coño te casaste con ella?
—Eso no es asunto tuyo. —Harry se alejó.
Harry trabajó hasta medianoche. Cuando entró en la caravana, (TN) estaba dormida, pero en lugar de estar acurrucada sobre un montón de
sábanas arrugadas como siempre, yacía en el sofá con el maillot de la función todavía puesto, como si se hubiera sentado unos minutos y se
hubiera quedado dormida sin querer. Él sabía que una cosa era ser duro con ella y otra llevarla hasta el límite de sus fuerzas. En ese momento
supo que no podía dejar que siguiera trabajando así. En lo que a él concernía, (TN) había pagado su deuda y había llegado el momento de bajar
el ritmo.
(TN) tenía los labios ligeramente entreabiertos y los mechones del pelo oscuro se extendían sobre el almohadón del sofá como cintas sedosas.
Estaba tumbada boca abajo y a Harry se le secó la boca al ver ese dulce culito respingón cubierto sólo por la trama en forma de diamantes de
las medias negras de red. La fina tira de lentejuelas que cubría la unión de las nalgas hacía que la visión fuera todavía más atrayente.
Se obligó a apartar la mirada, se desnudó y entró en el cuarto de baño, donde se metió rápidamente bajo el agua fría.
El ruido de la ducha debió de despertar a (TN), porque cuando Harry apareció envuelto en una toalla, la joven estaba delante del fregadero
con la bata azul de Harry cubriendo el maillot. Las pequeñas manos femeninas asomaban por las mangas mientras cortaba un trozo de pan.
—¿Quieres que te haga un bocadillo? —(TN) parecía de mejor humor que cualquiera de los días anteriores. —Me quedé dormida antes de cenar
y estoy muerta de hambre.
Se le abrió el albornoz, revelando las curvas de los pechos bajo las lentejuelas llameantes del maillot. Harry deslizó la mirada sobre ella y en
vez de agradecerle el ofrecimiento, le espetó:
—Como Caroline te atrape durmiendo con uno de sus maillots, te desnudará estés donde estés.
—Entonces tendré que asegurarme de que no me pille.
El renovado ánimo en la voz de (TN) hizo que Harry se sintiera mejor.
—No se puede esperar que lo aprendas todo de inmediato.
(TN) se volvió hacia él, pero cualquier cosa que fuera a decir murió en sus labios. Deslizó la mirada por el pecho de su marido hasta la toalla
amarilla que le cubría las caderas.
Harry quiso gritarle, decirle que no lo mirara de esa manera a no ser que quisiera acabar en la cama con él. Casi sintió que perdía el control.
—¿Quieres que... er... quieres tu bata? —preguntó ella.
Él asintió con la cabeza.
Ella tiró del cinturón, se la quitó y se la tendió.
Harry la dejó caer al suelo.
Ella se lo quedó mirando.
—¿No acabas de pedírmela?
—Lo único que quería era que te la quitaras.
(TN) se humedeció los labios y él la estudió mientras esperaba una respuesta, llamándose estúpido en todos los idiomas que conocía, pues
sabía que no podría resistirse a ella otra noche.
—No estoy segura de qué quieres decir exactamente —dijo ella con timidez.
—Quiero decir que no voy a poder mantener mis manos alejadas de ti durante más tiempo.
—Eso es lo que me temía. —(TN) respiró hondo y alzó la barbilla. —Lo siento, pero no puedo acostarme contigo. No estaría bien.
—¿Por qué?
—Porque no sería sagrado. Hacer el amor significa algo más para mí. No lo hago con cualquiera.
—Me alegro de oírlo. —Impulsado por una fuerza que no podía resistir, Harry se acercó a ella.
(TN) dio un paso atrás, hasta tropezar contra el mostrador, sin apartar la mirada de los ojos de él.
—No puedo hacerlo sin que signifique algo.
—Espero que eso quiera decir que no tengo que preocuparme por ninguna enfermedad de transmisión sexual como las que le mencionaste a la
camarera al poco de casarnos.
—¡Por supuesto que no!
—En ese caso tampoco tienes que preocuparte por mí. Estoy perfectamente sano.
—Me alegro mucho por ti, pero... —¿No te ha dicho nadie que hablas demasiado?
Él plantó las manos en el mostrador atrapándola entre sus brazos.
—Tenemos que hablarlo. Es importante. Es... —Lo que realmente necesitamos es dejar de hablar. Rodeó la cintura de (TN) con las manos. —Ya
hemos jugado suficiente al gato y al ratón, cariño, ¿No crees que ha llegado el momento de actuar?
El olor de (TN) lo tentaba. La recorrió con la mirada; su cuerpo quedaba resaltado por el maillot de llameantes lentejuelas rojas y la suave
respiración de la Joven.
—¿Por qué quieres hacerlo con alguien a quien no respetas?
A (TN) se le cerraron los ojos cuando él inclinó la cabeza y le acarició el cuello con los labios.
—¿Por qué no dejas que sea yo quien se preocupe de eso?
—Me consideras una ladrona.
—Bueno, he estado dándole vueltas a ese asunto.
(TN) ladeó la cabeza, y otra punzada de culpabilidad golpeó a Harry cuando vio que los ojos violeta de su esposa brillaban con deleite y su boca
suave se curvaba en una sonrisa tonta.
—¡Me crees! ¡Sabes que no fui yo quien robó el dinero!
Él no había dicho eso. Pero ya no estaba enfadado. Aunque no podía perdonarle lo que había hecho, entendía lo que era la desesperación y
no quería seguir juzgándola.
—Creo que eres endemoniadamente sexy. —Le rozó el labio inferior con el pulgar y lo encontró húmedo bajo su caricia. —¿Utilizas algún anticonceptivo
o quieres que me encargue yo?
Los ojos de (TN) llamearon.
—Tomo la píldora, pero...
—Bien.
Harry inclinó aún más la cabeza y cubrió los labios de ella con los suyos. Los dos se estremecieron. ¡Santo Dios, qué dulces eran! (TN) debía de
haberse comido una de las ciruelas maduras que había en una bolsa sobre el mostrador, porque él podía saborear la fruta en su boca.
La joven entreabrió los labios, pero el movimiento fue titubeante, como si aún no hubiera tomado una decisión. A él le resultó muy excitante
esa aceptación tímida e insegura. En ese momento decidió que no le daría más tiempo para pensar, y la estrechó contra su cuerpo.
Fuera del pequeño mundo de la caravana, comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia, que golpearon el techo metálico con un ligero y
agradable repiqueteo. El sonido era hipnótico y tranquilizador. El ruido de la lluvia los aislaba, los apañaba del resto del universo y los llevaba a
un lugar íntimo y acogedor.
(TN) suspiró contra los gentiles y pacientes labios de su marido. La medalla esmaltada que colgaba del cuello de Harry se rozaba contra ella y,
cuando él le pasó la punta de la lengua por la sensible superficie interior del labio inferior, una oleada de calor le atravesó las venas. En ese
momento todos sus principios morales se evaporaron, y cualquier idea que hubiera tenido de rechazarlo se esfumó. Ella había deseado eso
desde el principio y ya no podía reprimir la fuerza que la impulsaba hacia él.
Se rindió y separó los labios, dejándole entrar.
Harry se tomó su tiempo y, cuando le invadió la boca, el beso fue completamente arrebatador. (TN) respondió con fervor y él le permitió indagar
todo lo que quiso.
Ella introdujo la lengua entre los labios de Harry, besando las comisuras de esa boca dura, explorando el interior una y otra vez. Rodeó los
hombros de su marido con los brazos y se puso de puntillas para mordisquearle la oreja. Le dejó la marca de los dientes en la curva de la
mandíbula antes de regresar de nuevo a su boca.
Entraba y salía.
Se retiraba e indagaba.
Y dentro otra vez.
(TN) se sentía cada vez más excitada, una excitación alimentada por la respiración entrecortada de Harry y por la sensación que le provocaban
sus manos, estrechándola con fuerza: una en la cintura, otra magreándole las nalgas. ¿Cómo podía haber tenido miedo de él? La imagen de los
látigos guardados bajo la cama apareció en su mente, pero ella la ignoró. Harry no le haría daño. No podría.
(TN) lamió el dulce camino entre el cuello y el pecho de su marido y hurgó con la punta de la lengua en el vello oscuro que le cubría el torso
hasta llegar a la piel de debajo. La respiración de Harry era ahora más rápida y, cuando habló, su voz sonó ronca.
—Si es así como besas, ángel, no quiero ni pensar en cómo... —gimió cuando ella encontró la tetilla.
(TN) le subió los brazos al cuello y uno de los dedos se le quedó atrapado en la cadena de oro que sostenía la medalla esmaltada. Esos besos
ardientes y esas caricias tentadoras eran tan deliciosos que no tenía suficiente. El cuerpo de Harry era ahora suyo para explorarlo a placer, y ella
ansiaba conocer cada centímetro de él.
—Quiero quitarte la toalla {Harry no tiene nada de ropa debajo e.e} —susurró.
Harry le hundió los dedos en el pelo. Ella alargó el brazo hacia el nudo, pero él le atrapó la mano.
—No tan rápido, cariño. Primero enséñame tú algo.  

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora