CAPÍTULO 61:

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  Harry se abrió paso a empujones entre los periodistas y fotógrafos que rodeaban a (TN) al término de la última función.
—Mi esposa ha tenido suficiente por hoy. Necesita descansar un poco.
Ignorándole, un periodista metió una pequeña grabadora bajo las narices de (TN).
—¿En qué pensó cuando se dio cuenta de que el tigre andaba suelto?
(TN) abrió la boca para responder, pero Harry la interrumpió sabiendo que su esposa era tan condenadamente educada que respondería a todas las preguntas aunque estuviera muerta de cansancio.
—Lo siento, no tenemos nada más que decir. —Pasó el brazo por los hombros de (TN) y la alejó de allí.
Los periodistas se habían enterado enseguida de la fuga del tigre y no habían dejado de entrevistarla desde la primera función. Al principio Caroline se había alegrado por la publicidad que eso suponía, pero luego había oído que (TN) comentaba que la casa de fieras era cruel e inhumana, por lo que se había puesto hecha una furia. Cuando Caroline había tratado de interrumpir la entrevista, Daisy le había lanzado una mirada inocente y había dicho sin pizca de malicia:
—Pero Caroline, los animales odian estar allí. Son infelices en esas jaulas.
Cuando Harry y (TN) llegaron a la caravana, él estaba un contento de tenerla sana y salva que no podía concentrarse en lo que le estaba contando. (TN) trastabilló y Harry se dio cuenta de que caminaba demasiado rápido. Siempre le estaba haciendo eso. Arrastrándola. Empujándola. Haciendo que se tropezara. ¿Y si hubiera resultado herida? ¿Y si Sinjun la hubiera matado?
Sintió un pánico aplastante mientras se le cruzaban por la cabeza unas imágenes horripilantes de las garras de Sinjun despedazando aquel delgado cuerpo. Si le hubiera ocurrido algo a (TN), jamás se lo hubiera perdonado a sí mismo. La necesitaba demasiado.
Le llegó la dulce y picante fragancia de su esposa mezclada con algo más, quizás el olor de la bondad. ¿Cómo había logrado (TN) metérsele bajo la piel en tan poco tiempo? No era su tipo, pero le hacía sentir emociones que nunca había imaginado. Esa joven cambiaba las leyes de la lógica y hacía que el negro fuera blanco y el orden se convirtiera en caos. Nada era racional cuando ella estaba cerca. Convertía a los tigres en mascotas y retrocedía con espanto ante un perrito. Le había enseñado a reírse y, también, había conseguido algo que nadie más había logrado desde que era un niño, había destruido su rígido autocontrol. Tal vez fuera por eso que él comenzaba a sentir dolor.
Una imagen le cruzó por la mente, al principio difusa, aunque poco a poco se volvió más nítida. Recordó cuando en los días más fríos de invierno pasaba demasiado tiempo a la intemperie y luego entraba para calentarse. Recordó el dolor en sus manos congeladas cuando empezaban a entrar en calor. El dolor del deslució. ¿Sería eso lo que le ocurría? ¿Estaba sintiendo el deshielo de sus emociones?
(TN) volvió la mirada a los reporteros.
—Van a pensar que soy una maleducada, Harry. No debería haberme ido así.
—Me importa un bledo lo que piensen.
—Eso es porque tienes la autoestima alta. Yo, sin embargo, la tengo baja...
—No empieces...
Tater, atado cerca de la caravana, soltó un barrito al ver a (TN).
—Tengo que darle las buenas noches.
Harry sintió los brazos vacíos cuando ella se acercó a Tater y apretó la mejilla contra su cabeza. Tater la rodeó con la trompa y Harry tuvo que contener el deseo de apañarla antes de que el elefantito la aplastara por un exceso de cariño. Un gato. Quizá podría comprarle un gato. Sin uñas, para que no le arañara.
La idea no lo tranquilizó. Conociendo a (TN), probablemente se asustaría también de los gatos domésticos.
Finalmente (TN) se alejó de Tater y siguió a Harry a la caravana, donde comenzó a desvestirse, pero se lo pensó mejor y se sentó a los pies de la cama.
—Venga, échame la bronca. Sé que llevas queriendo hacerlo todo el día.
Harry nunca la había visto tan desolada. ¿Por qué siempre tenía que pensar lo peor de él? Aunque su corazón lo impulsaba a tratarla con suavidad, su mente le decía que tenía que dejar las cosas claras y echarle un sermón que jamás olvidaría. El circo estaba lleno de peligros y él haría cualquier cosa para mantenerla a salvo.
Mientras pensaba en eso, ella lo miró y todos los problemas del mundo se reflejaron en las profundidades violeta de sus ojos.
—No podía dejar que lo mataras, Harry. No podía.
Las buenas intenciones de Harry se disolvieron.
—Lo sé. —Se sentó a su lado y comenzó a quitarle las hebras de paja del pelo mientras le hablaba con voz ronca: —Lo que has hecho hoy fue lo más valiente que he visto nunca.
—Y lo más estúpido. Venga, dilo.
—Eso, también. —Harry alargó la mano y le apartó un mechón de la mejilla con el dedo índice. Miró su nariz respingona y no pudo recordar haber visto algo que lo conmoviera más profundamente. —Cuando te conocí, pensé que eras una niña mimada, tonta y consentida; demasiado hermosa para su propio bien.
Como era de esperar, ella comenzó a negar con la cabeza.
—No soy hermosa. Mi madre...
—Lo sé. Tu madre era bellísima y tú eres feísima —sonrió. —Lamento decirte, cariño, que no estoy de acuerdo contigo.
—Eso es porque no la conociste.
(TN) lo dijo con tal seriedad que él tuvo que reprimir uno de esos ataques de risa que lo asaltaban cada vez que estaban juntos.
—¿Tu madre habría conseguido meter al tigre en la jaula?
—Quizá no, pero era muy buena con los hombres. Se desvivían por ella.
—Pues este hombre se desvivirá por ti.— (TN) abrió mucho los ojos, y él lamentó haber dicho esas palabras porque sabía que habían revelado demasiado. Se había prometido a sí mismo que la protegería de sus sueños románticos, pero acababa de insinuar cuánto le importaba. Conociendo a (TN) y su anticuada visión del matrimonio, imaginaría que aquel cariño era amor y empezaría a construir castillos en el aire sobre un futuro juntos; quimeras que la retorcida carga emocional de él no le dejarían cumplir. La única manera de protegerla era hacerle ver con qué cabrón hijo de perra se había casado.
Pero era difícil. De todas las crueles jugarretas que le había hecho el destino, la peor había sido atarlo a esa frágil y decente mujer, con esos bellos ojos y ese corazón tan generoso. El cariño no era suficiente para ella. (TN) necesitaba a alguien que la quisiera de verdad. Necesitaba hijos y un buen marido, uno de esos tipos con el corazón de oro y trabajo fijo, que fuera a la iglesia los domingos y que la amara hasta el final de sus días.
Sintió una dolorosa punzada en su interior al pensar que (TN) podría casarse con otra persona, pero la ignoró. Sin importar lo que tuviera que hacer, iba a protegerla.
—¿Qué quieres decir, Harry? ¿Te desvivirías realmente por mí? —A pesar de todas aquellas buenas intenciones, Harry asintió como un tonto. —Entonces siéntate y déjame hacerte el amor.
Harry se tensó, duro y palpitante; deseaba tanto a (TN) que no podía contenerse. En el último instante, antes de que el deseo de poseerla lo dominase, la boca de Daisy se curvó en una sonrisa tan dulce y suave que él sintió como si le patearan el estómago.
Ella no se reservaba nada. Nada en absoluto. Se ofrecía a él en cuerpo y alma. ¿Cómo podía alguien ser tan autodestructivo? Harry se puso a la defensiva. Si ella no era capaz de protegerse a sí misma, él haría el trabajo sucio.
—El sexo es algo más que dos cuerpos —le dijo con dureza. —Eso fue lo que me dijiste. Que tenía que ser sagrado, pero no hay nada sagrado entre nosotros. Entre nosotros no hay amor, (TN). Es sólo sexo. No olvides.
Para absoluta sorpresa de Harry, ella le brindó una tierna sonrisa, teñida por un poco de piedad.
—Eres tonto. Por supuesto que hay amor. ¿Acaso no lo sabes? Yo te amo.
Él sintió como si le hubieran golpeado a traición.
Ella tuvo el descaro de reírse.
—Te amo, Harry, y no hay necesidad de hacer una montaña de un grano de arena. Sé que te dije que no lo haría, pero no he podido evitarlo. He estado negando la verdad, pero hoy Sinjun me hizo comprender lo que siento.
A pesar de todas las advertencias y amenazas, de todos sus sermones, (TN) había decidido que estaba enamorada de él. Pero era él quien tenía la culpa. Debería haber mantenido más distancia entre ellos. ¿Por qué había paseado por la playa con ella? ¿Por qué le había abierto su corazón? Y lo más reprobable de todo, ¿por qué no la había mantenido alejada de su cama? Ahora tenía que demostrarle que lo que ella pensaba que era amor no era más que una visión romántica de la vida. Y no iba a ser fácil.
Antes de que pudiera señalarle su error, ella le cubrió la boca con la suya. Harry dejó de pensar. La deseaba. Tenía que poseerla.
(TN) le recorrió los labios con la punta de la lengua, luego profundizó el beso con suavidad. Él le cogió la cabeza entre las manos y hundió los dedos en su suave pelo. La joven se acomodó entre sus brazos, ofreciéndose a él por completo.
(TN) gimió con dulzura. Vulnerable. Excitada. El sonido atravesó la embotada conciencia de Harry y lo trajo de vuelta a la realidad. Tenía que recordarle a (TN) cómo eran las cosas entre ellos. Por su bien tenía que ser cruel. Mejor que ella sufriera un pequeño dolor en ese momento que uno devastador más adelante.
Se apartó bruscamente de ella. La hizo tumbarse en la cama con una mano y se ahuecó la protuberancia de los vaqueros con la otra.
—Lo mires como lo mires, un buen polvo es mejor que el amor.
Harry dio un respingo para sus adentros ante la expresión de sorpresa que cruzó por la cara de (TN) antes de que se ruborizara. Conocía a su esposa y se preparó para lo que vendría a continuación: iba a levantarse de la cama de un salto y a hacer que le saliera humo por los oídos con un sermón sobre la vulgaridad.
Pero no lo hizo. El rubor de la cara de (TN) se desvaneció y fue sustituido por la misma expresión de pesar que había adoptado antes.
—Sabía que te pondrías difícil con esto. Eres tan previsible.
«¿Previsible? ¿Así lo veía? ¡Maldita fuera, estaba tratando de salvarla y ella se lo pagaba burlándose de él. Pues bien, se lo demostraría con hechos.»
Se obligó a esbozar una sonrisa cruel.
—Quítate la ropa. Me siento un poco violento y no quiero desgarrártela.
—¿Violento?—(TN) recordó los látigos.
—Eso es lo que he dicho, cariño. Ahora desnúdate.  

¿Odio o amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora