Capitulo 20...

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Cap. 20 ¿Planes de boda?

Albert se quedó pensativo un momento. Suspiro un segundo. Lo dicho por Terry era bastante serio. Él no iba a renunciar a Candy. Quizás él se había ilusiones vanamente, imaginando que Candy podría encontrar en él a un hombre, más que a un hermano o tutor.

Terry miró hacia afuera y continuó hablando.

- Cuando Susana murió, mi primer pensamiento fue para Candy. Me sentía solo, era verdad, pero con o sin Susana mi realidad era la misma. Sin Candy, no ha habido cambios sustanciales en mi entorno, Albert. Desde que la dejé aquel día en el colegio san Pablo, mi corazón se rompió en pedazos- dijo Terry con lágrimas en los ojos, ocultándolas un poco en la solapa de su saco.
Sus cabellos, fustigados por el viento de Nueva York, se movían, mientras Albert lo miraba. Sí, era el mismo. Terry era el mismo muchacho tierno que había defendido a Candy en el colegio san Pablo y en quien, él mismo había confiado al marcharse a África. Pero ya conocía la historia entre ellos dos. Y tenía miedo de que Candy volviera a sufrir a su lado. Y más ahora, que Candy y él habían convivido tanto. No podía negarlo pero…le dolía que Candy hubiera respondido esa carta. Al leerla, se dio cuenta que Candy le había dejado a Terry una puerta entreabierta para averiguar si sus sentimientos todavía eran semejantes a los de hacía algún tiempo. Pero Candy todavía estaba por averiguarlo. En ese tránsito, quizás Albert tendría oportunidad de hacer ver a Candy la verdad. Sin embargo, no quería presionarla. No quería que Candy se viera obligada a aceptarlo por una decepción. Quizás era mejor esperar.
- Lo sé- contestó Albert.- Sé lo mucho que has amado a Candy, y respeto lo que dices. Quizás nunca viste en mí al hombre que pudiera ganar su corazón, y menos cuando perdí la memoria. Perdona que te haya confiado este secreto justo a ti, a quien siempre consideré un amigo. Supongo que ahora, quizás las cosas cambien entre nosotros- dijo en tono sincero y un poco doliente.
Pero Terry colocó su mano en la espalda de Albert y le dijo.
- Por mi parte nada ha cambiado, si tú quieres que sigamos siendo amigos. Sé que será difícil, porque ahora tú tienes interés en ella. Pero créeme…si ella se decidiera por ti…yo me quitaría del camino definitivamente, puesto que estoy seguro que eres el único hombre que sería capaz de hacerla feliz. De hecho, cuando la perdí, siempre creí que tú la merecías más que yo. Sin embargo, siempre la he amado y no puedo vivir sin ella. No me pidas que la olvide, porque eso no va a suceder. No me pidas que renuncie a ella, porque eso jamás va a pasar.
Albert lo miró un segundo y preguntó.
- Dime, Terry…¿qué hay entre Karen Klays y tú?
Terry negó.
- Te enteraste.
Albert insistió.
- Tienes que decirme qué sucede. Si no quieres que te pida que renuncies a ella, quiero que me lo hagas saber.
- Está bien.
Entonces Terry le contó a Albert todo lo que había sucedido con Karen.

Arthur se encontraba con su hermana en la clínica, cuando ella le preguntó.
- ¿Estás preocupado por Candy?
- Bastante- respondió Arthur.- De buena gana, iba hasta Chicago para verla, pero voy a aprovechar la obra. Lo que me extraña es que no haya dado señales de vida respecto a la carta que le envié.
Kelly le reveló a su hermano.
- Quiero que sepas algo que he hecho- dijo Kelly.
- ¿De qué se trata?
- Es sobre Candy. Envié un mensaje al doctor Leonard. Él le concederá a Candy un permiso especial para que pueda venir a Nueva York.
Arthur dijo sorprendido:
- ¿Eso hiciste, Kelly?
- Sí, lo hice porque quería ayudar. Pero prométeme algo, Arthur.
El joven aceptó.
- Lo que sea. Lo cumpliré.
- Prométeme, Arthur, que si Candy no te acepta, nunca más volverás a insistir.
Arthur dudó. Pero entonces, Kelly le hizo ver que de no hacerlo, estaría demostrando ser intransigente.
- Te lo prometo, Kelly- respondió Arthur- que tomaré en cuenta tu consejo.
Kelly confiaba en la sensatez de su hermano y también confiaba en la prudencia de Candy.

Terry se dedicó a ensayar:

“¡Todo conspira contra mí para hacerme desistir de la venganza! ¿Para qué
sirve un hombre si lo que hace durante la vida es comer y dormir como un animal?
Dios no nos dio este gran poder de raciocinio, que nos permite predecir lo por venir
y recordar lo pasado, esta capacidad mental que nos asemeja a los dioses, para que
se pudra dentro de nosotros por falta de uso. Y, sin embargo, ya sea por desidia, ya
sea por algún escrúpulo cobarde que me acomete al pensar demasiado
explícitamente en la posibilidad de la muerte, sigo sin llevar a cabo mi venganza.
Motivos me sobran, y también deseos, fuerzas y ocasiones de hacerlo. Modelos
tengo que me animan a actuar, como el del joven príncipe Fortinbrás, que a la
cabeza de su gran y poderoso ejército podría ser herido mortalmente en cualquier
momento. Pero su espíritu, animado por divinas ambiciones, se burla de una muerte
que no puede concebir. Realmente, algunos hombres alcanzan la grandeza sin
causas poderosas, sólo por un punto de honra. Entonces, ¿cómo yo, que tengo un
padre asesinado y una madre prostituida, con las pertubaciones y fuertes emociones
que asedian mi mente, sigo sin actuar? Especialmente cuando, para vergüenza mía,
veo a tantos hombres que, motivados por sueños de alcanzar fama, se atreven a
mirar a la muerte cara a cara por conquistar un trozo de terreno que no será
suficiente para enterrar a sus camaradas. La hora de la sangre ha de llegar, o yo no
valgo nada.”

Desafiando El DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora