Capitulo 83..

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Bárbara sentía los labios varoniles de Albert saboreando su boca mientras su cuerpo iba tomando posesión de su piel. La hija del conde Gerald derramaba algunas lágrimas.
- ¿Qué sucede?- preguntó Albert.- ¿Me tienes miedo?
- Ya te he dicho que no, Albert- decía temblando al tiempo que besaba tímidamente las manos de William A. Andley.
Éste apartó sus brazos y contempló su cuerpo entre las prendas que habían abandonado ya su piel.
- Apenas puedo creer…que te tenga así…como ahora…-susurraba Albert mientras saboreaba sus labios y paseaba el dorso de su mano sobre sus hombros y el canal entre sus cimas femeninas.- ¿Sabes cuántas veces sentí la ansiedad de hacerte mía…pero dudé…porque soy un caballero y porque tenía miedo por ti? Pero ahora…es distinto porque…no puedo esperar…te necesito y sé que tú también a mí.

- ¿Sabes cuántas veces sentí la ansiedad de hacerte mía…pero dudé…porque soy un caballero y porque tenía miedo por ti? Pero ahora…es distinto porque…no puedo esperar…te necesito y sé que tú también a mí

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Ella entrecerró los ojos cuando él comenzó a besar su piel suavemente descendiendo por sus hombros y ubicando los espacios más íntimos de su fisonomía.
Bárbara se abrazó como pudo a él y enredaba sus dedos en la cabellera rubia de aquel hombre. Era una promesa que se hacía realidad.
La ternura de sus caricias y el calor que despedía el fuego de la chimenea fueron encendiendo el fuego interior de sus corazones. Albert se convirtió en sólo un hombre y dejó que Bárbara terminara de despojarlo de la camisa.
- No quería que fuera así- susurró temblando de pasión.- No me malentiendas…quería que fuera…cuando estuviéramos casados…pero no puedo hacerlo hasta que Candy haya vuelto. Sin embargo…desde este momento…considérame totalmente tuyo, Bárbara…
Ella se mordió ligeramente los labios al sentir sus manos paseando por su piel. Sus labios exploraron su cuerpo consiguiendo que Bárbara gimiera dulcemente.
- Soy tuya, Albert…siempre lo he sido…desde antes de conocerte…ya te amaba. Te presentía…-confesaba mientras giraba su cabeza a un lado para contener el placer.
Albert fue entrando tiernamente con algo de miedo pero ella le dio confianza y le permitió apurar la copa del amor. Estrechados encontraron la postura más cómoda y comenzaron aquella danza enamorada que los unía para siempre.

Minutos más tarde, la lluvia cesó. Se escuchaba el trinar de las aves y el resto de la lluvia que caía ya sin prisa. El temblor de sus cuerpos tras el éxtasis aún permanecía vigente. Albert se mesó el cabello y se incorporó mientras contemplaba dormir a Bárbara.
Miraba por la ventana un instante, cuando se inclinó para atizar el fuego. Bárbara se levantó con la manta que cubría su cuerpo y se acercó a Albert. Él entrecerró los ojos y acarició sus manos.
- Ya dejó de llover…-susurró ella sutilmente.

- Ya dejó de llover…-susurró ella sutilmente

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Desafiando El DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora