Capitulo 49..

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Era de mañana cuando llegó a Florida.
Estaba dormida. Había estado soñando toda la noche con Terry, con todos los momentos que habían pasado desde que se conocieron en el colegio San Pablo.
“Acababa de pasar el festival de mayo.
Candy había estado estudiando con Paty para poder obtener mejores notas, porque todos decían que los que no obtuvieran buenas notas no recibirían permiso de sus padres o tutores para ir de vacaciones en verano.

Candy había estado estudiando con Paty para poder obtener mejores notas, porque todos decían que los que no obtuvieran buenas notas no recibirían permiso de sus padres o tutores para ir de vacaciones en verano

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- Por más que me esfuerzo no puedo obtener mejores notas- se dijo.- Creo que voy a tener que estudiar más. Quiero ir a ver a la señorita Pony y también quiero que el abuelo William esté contento conmigo.
En esos pensamientos estaba, cuando reparó que llevaba ya un rato sin ver a Terry.
De pronto, lo encontró escribiendo algo bajo un árbol.
No sabía si acercarse. Sentía algo extraño que la hacía querer conversar con él pero, al mismo tiempo, la hacía sentirse un poco tímida.
Se apartó tratando de que no se diera cuenta de su presencia, pero Terry escuchó pasos y se volvió hacia donde estaba ella.
- ¿Quién anda ahí?- preguntó.
Ella tuvo que quedarse ahí. No tenía caso salir corriendo.
- Perdón…no quise interrumpirte. Mejor me voy.
Pero Terry se mostró dulce.
- Ven, Tarzán Pecosa.
- ¿Qué haces?- preguntó ella.
- Estoy tratando de escribir algo…
- Ah, ya veo, una carta…
Terry miró al suelo.
- Sí…era para mi padre. Estoy tratando de pedirle algo pero…estoy seguro que no me atenderá.
- Quizás si lo intentas…
Terry guardó silencio.

- No tiene caso, ¿qué hacías por acá, Tarzán Pecosa?- Estaba…estudiando

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- No tiene caso, ¿qué hacías por acá, Tarzán Pecosa?
- Estaba…estudiando.
- Y según veo, no has conseguido mucho.
- Oye, ¿quién te dijo que no me va muy bien?
- Pues…me enteré por ahí con Cuatro Ojos…
- Se llama Stear…-repuso Candy.
- Bueno, Alistear Cornwell dijo que su hermana adoptiva era una poco atolondrada.
Candy le dio un leve golpe a Terry.
Éste se soltó a reír.
- Será mejor que te dediques a estudiar mejor, Candy, o no podrás irte de vacaciones.
- Eso no me lo podría perdonar. El abuelo William confió en mí.
- Sí, ya me di cuenta que te quiere mucho. Por eso te envió dos trajes para el festival de mayo. Aunque sólo uno de ellos te sentó mejor que el otro.
- ¿A cuál te refieres?
- Al de Romeo, por supuesto. Iba justo con tu personalidad.
- ¡Ven acá, Terry Grandchester!
El chico salió corriendo siendo perseguido por la joven americana.
De pronto se tendió en el piso. Se puso a contemplar el cielo.
Luego se incorporó. Miró los ojos de Candy que centelleaban tras haber llorado de tanta risa y sin querer acarició su mejilla y aclaró.
- Te veías más hermosa con el vestido de Julieta, Candy…”
En eso, la joven enfermera despertó. Sus ojos estaban un tanto irritados por haber llorado en su sueño.
La estación ya estaba frente a sus ojos.
Salió con su maleta. Recordó que la vez anterior se había quedado en casa de Karen Klays y decidió evitar volver a ese sitio.
Sin embargo, sabía que iba a ser difícil no encontrarla, en vista de que su tío era médico.
De igual modo, marchó hacia el puesto donde se reunirían las enfermeras.
Algunas de ellas no tenían idea de quién sería la instructora.
Vio a un par de ellas y las saludó.
- Disculpen…¿ustedes son enfermeras?
- Sí, pero somos muchas. No sé si haya lugar para ti.
- Ah, ya veo. Bueno, con su permiso.
Luego tropezó con una de ellas y ésta se molestó.
- ¡Oye! ¿Por qué no te fijas por dónde caminas?
Candy sonrió.
- Disculpa…por cierto, tú no sabes quién soy yo, ¿cierto?
- No, ni me interesa.
Candy rió ante la forma de tratarla.
Sin embargo, dentro de ella el dolor era profundo e intenso. Apenas podía tenerse en pie después de haber pasado la noche sollozando apenas pudiendo descansar.
Se recuperó, no obstante y entró en el salón donde sus pupilas se reunirían.
Al verla ahí, más de tres casi se van de espaldas.
- Es ella…
- Buen día, chicas. Ahora ya saben quién soy. Espero que nos podamos llevar bien. Voy a explicarles los detalles de la formación que van a recibir.
Y un poco apenadas, sorprendidas y temerosas, las nuevas enfermeras comenzaban a recibir la capacitación de aquella otra joven y afable enfermera, que llevaba sobre sí una gran aflicción.

En tanto, Terry tampoco había pasado una noche muy tranquila.
Había estado soñando y entre sueños decía:
- ¡Qué bien se burla del dolor ajeno quien nunca sintió dolores…!
Sus compañeros se acercaron y se reían.
- Grandchester sí que es gracioso.
Uno de ellos lo despertó diciendo:
- Hey, Grandchester, despierta.
Lo empujaron y él despertó enseguida.
- Lo siento…
Rieron un momento. Terry se frotó los ojos y se quedó serio.
Uno de sus compañeros le preguntó.
- ¿Qué pasa, Grandchester?
- Es que…estaba soñando algo horrible.
- Oye…¿por qué recitabas a Romeo y Julieta? A mí me parece que eres fanático del teatro.
- Algo así…
- Anda, cuéntame.
Terry decidió revelarle a su compañero.
- Era actor de teatro…
- Ya me lo imaginaba. No podía ser de otra manera.
- Lo lamento. Fui el hazmerreír de todos.
- No digas eso. Por lo menos sabes hacer algo más. En cambio, muchos de nosotros ni siquiera pasamos por la escuela. Tuvimos que enrolarnos porque no teníamos trabajo o porque nos corrieron de nuestras familias.
- Ya entiendo. En mi caso, pasó algo similar.
- Dime, ¿por qué te enrolaste?
- Porque…se trata de una deuda de honor. Estoy en calidad de voluntario. En cuanto el conflicto termine, volveré a América, a buscar a mi madre y a mi novia.
- Así que tienes novia, ¿eh? ¿Y es linda la chica?
- Sí que lo es…pero eso es algo que no te incumbe.
- Está bien, Grandchester. Trata de recuperar el control. En unos minutos sonará la alarma para que comience la jornada.
Terry observó en torno suyo.
- Es mi imaginación o hay menos.
- Los están enviando ya al frente.
- Ya veo. Y a nosotros nos tocarán enseguida.
- Si no es que hoy mismo…
Al poco rato, los oficiales de mayor rango llegaron hasta la formación y dijeron.
- Esta es la lista de los que hoy mismo partirán hacia el frente. Deacon…
- Presente
- Devon…
- Presente
- Carlson…
- Presente
- Grandchester…
- Presente.

La lista continuó con algunos más.
Por fin, el oficial que los mencionó añadió:
- Deben prepararse hoy mismo. Saldrán esta misma noche.
Todos saludaron y aceptaron lo que les habían dicho.
- Yo ya lo veía venir- dijo Carlson.- Como no tengo familia.
- Tú, Grandchester…¿en verdad quieres ir?
- Tengo que ir…voy a ir a ver a alguien que necesito encontrar.
Los compañeros no entendieron lo que decía.

En tanto, Melanie arreglaba asuntos de su matrimonio con Neil. Elisa, por su parte, recibía un telegrama con la información necesaria para seguir el plan que tenían trazado.
Neil preguntó.
- ¿Qué es lo que estás leyendo, Elisa?
- Una noticia que no vas a creer.
- ¿Cuál es?- insistió.
- Terry Grandchester está muerto.

Neil se sorprendió pero luego sonrió

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Neil se sorprendió pero luego sonrió.
- Me alegro mucho. Ese cretino se creía dueño del mundo.
- Lo dices porque te molestaba a cada rato y porque Candy lo había aceptado en lugar de a ti.
- No tiene nada que ver con Candy. Ese tipo no me caía nada bien. Por cierto, ¿qué hay con respecto a su matrimonio con Andley?
La tía abuela estaba ahí cuando escuchó esa noticia.
- ¿Qué es lo que dices, Neil?
Neil calló. Elisa continuó.
- Tía abuela…Candice va a casarse con William…
- Eso no puede ser verdad…
- Pues lo es. Ya anunciaron a muchos de los Andley la noticia.
La abuela lo tomó con bastante afectación.
- Eso no puede ser…tengo que hablar con William.
- Parece que está ahora en Nueva York- señaló Elisa.
- Entonces, tendré que ir a verlo.
Mientras tanto, William seguía muy preocupado por Candy.
Archie estaba también muy angustiado.
- ¿Qué propones que hagamos?
- Nada por ahora…hay que dejarla vivir su duelo. Pero no pienso dejarla desamparada. Ella tiene que aceptar que yo cuide de ella. No está bien. Esto ha sido un golpe muy duro para ella.
- Te comprendo. Y dime…¿serías capaz de volverle a proponer matrimonio?
- Si la única manera de protegerla fuera esa…no dudaré en hacerlo, Archie.
Y Albert hablaba con mucha seguridad.

Y Albert hablaba con mucha seguridad

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Desafiando El DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora