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La muerte es un destino tentador para quienes jamás se sintieron parte de este mundo...

Pero, ¿qué ocurre con quienes, en realidad, nunca pertenecieron a él?

Muerte. Odio. Sangre. Amor.

Cuatro palabras que resumen mi existencia. No como conceptos abstractos, sino como rutinas diarias, tan comunes como respirar.

A veces me pregunto cómo llegué hasta aquí. Cómo fue que aquella chica tímida —la que prefería los libros a las fiestas, el silencio al ruido— terminó atrapada en este infierno disfrazado de beca universitaria.

Una beca.

Ganada con esfuerzo, con neuronas, no con contactos ni privilegios.
Y el premio: estudiar en el lugar más remoto y helado de la tierra.

Alaska.

"Estás muy cerca de tu destino", me dijeron. Como si el destino no fuera otra forma elegante de nombrar la perdición.

Aquí, se mata para sobrevivir.
Se tortura para sonreír.
Se condena para alcanzar la idea rota de una libertad que no existe.

Mi mente es un océano negro donde me hundo sin tocar fondo. Una oscuridad espesa que no me traga del todo, solo para obligarme a ahogarme una y otra vez.

Y me pregunto...
¿Cómo se escapa de algo que no te persigue?
¿Cómo se huye de un demonio con tu rostro?
¿Cómo te escondes de lo que no existe...
...de aquello que nunca estuvo allí?

La mente.
Esa ilusionista cruel.
Convierte el dolor en espectros. En cadenas. En gritos que nadie escucha.

Yo tengo un fantasma.

Uno que no habita casas, sino recuerdos.

Uno que no arrastra cadenas, sino culpas.

Un fantasma que no me asusta...

...porque camina a mi lado.

Y lo hará hasta el final.

Instagram: tatiana_rojasb

ERES MIA  - #PGP2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora