57; Odio quererte tanto.

313 12 0
                                    

–Estás jodidamente hermosa –le digo tomando su mano por encima de la mesa del restaurante. Zoe sonríe y alza los hombros.

–Estoy como siempre pero un poco más arreglada –echa una risita tierna–. Combinó nuestra ropa.

–Pues tú me preguntaste que color iba a usar para copiarte –ruedo los ojos bromeando–. La verdad nos vemos bien.

–Me gusta tu outfit –sonríe–. Hey, ¿cuándo salimos de vacaciones? No sé, a una playa o algo.

–Mhm... No lo sé –suspiro recargándome en la silla–. Quería ver qué ha pasado con la empresa y ver qué puedo hacer para buscar alguna opción de empleo aquí.

–Seguro te contratan rápido en cualquier empresa, eres muy bueno y además reconocerían de inmediato tu apellido.

–Sí pero... Quiero algo diferente, ¿sabes? Quiero... Hacer algo que realmente me guste, quiero hacer algo que me apasione y que me deje tiempo para hacer otras actividades en casa, salir contigo, estar con Pixie...

–¿No te gusta ser empresario? –frunce el ceño.

–Claro, por supuesto que me gusta. Pero, siento que me quita mucho tiempo. Quiero decir que, no quiero pasar el resto de mis días encerrado en una oficina con una computadora y gruñendo por cada trabajo que me salga mal. Quiero buscar algo nuevo, cambiar la rutina.

–Uhm... Ya.

–Deseo tanto ser tú. Haces lo que te gusta, tienes tiempo suficiente para realizar otras cosas, puedes salir conmigo, cuidar de Pixie. Te envidio de verdad.

–Uy, pues no creas que es todo tan fácil en mi vida. También hay algunas veces en que en verdad me cansa el trabajo.

–Lo sé pero, me tienes a mí, ¿no? Yo puedo hacerte los mejores masajes de la galaxia –alzo las cejas y le sonrío.

–Claro que sí –sonríe también–. Deberías ser masajista.

–¡Oye no! –digo riéndome y en ese justo momento llegan nuestros platos de comida con la botella de vino–. Te contaré algo –abro la botella de vino y sirvo en las copas–, ví un video en donde un chico era masajista, entonces lo enviaron a hacer masajes a hombres y todos creyeron que era gay, así que se le insinuaban y en una ocasión un cliente le tocó el pene.

Zoe comienza a reír sin parar y se limpia las pocas lágrimas que salen de sus ojos–. Estás bromeando, ¿cierto?

–No –niego comiendo una uva del plato–. Es verdad, lo juro. Así que por esa razón no quiero trabajar de masajista.

–Eres un tonto –sigue riéndose y después le da un sorbo a su copa de vino–. Justin, ¿y por qué no usas el dinero que te dejaron tus padres?

–No es el dinero –meto un bocado de comida a mi boca y Zoe también–. Lo que no quiero es pasarme todos los días sin hacer nada de provecho.

–Sí, es cierto –asiente–. Entonces serás el que cuide de Pixie, el que prepare la comida, el que limpie el departamento y el que lave la ropa.

–No –hago puchero–. No me gusta hacer eso –hago un mohín y después bebo del vino.

–Que tierno te ves –sonríe.

–¿Yo? Siempre –alzo los hombros y me río, vuelvo a meter un bocado de comida en mi boca. ¡Mhm! ¡Esto es delicioso!–. ¿Sabes? Creo que debería volver a la UFC.

–¡No! –dice enseguida–. No voy a permitir que vuelvas a pelear. No sabes lo que sufrí aquel día en que te llevaron al hospital, pensé que te morías y que me dejabas.

insoportable | jdbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora