15; Melanie Muller.

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No hay luz en el edificio. ¡Genial!

¿Pero qué? Si ni siquiera hay tormentas. Justo cuando pienso eso, comienza a relampaguear y llover.

Voy subiendo las escaleras con la linterna de mi móvil encendida porque ya casi está oscureciendo y no logro ver. En mi mano derecha tengo un pañuelo con el que me cubro mi nariz, que, aún sangra y llevo mi mochila en mi brazo izquierdo.

Al llegar a mi piso veo a alguien que está de pie frente a la ventana. Distingo una cabellera castaña que sé de quién es; Zoe.
Se gira para ver quién soy y me mira sorprendida.

–¿Qué te pasó? –pregunta acercándose a mí.

–Nada –le resto importancia. No he olvidado que estoy molesto con ella por lo del idiota que vino a su casa.

–¿Te ayudo a curar eso?

–No, estoy bien.

–Vamos, te ayudaré –omite mi respuesta. Me toma de la mano y me jala hasta su departamento.

Nos sentamos en el sofá y puedo notar sus ojos verdes claros con la tenue luz que emite mi móvil.

Es preciosa.

–¿Te duele? –dice levantándose y llendo por algo que no sé que es.

–No –admito. Zoe me coloca un pañuelo nuevo en mi nariz y deja el otro en la mesita. Me frota el puente de la nariz y me coloca la cara hacia atrás.

–¿Qué te pasó? –vuelve a preguntar frotándome el puente de la nariz una vez más.

–¿Qué pensarías si te digo que tuve una pelea con alguien, por tí? –sonrío burlón.

–Oh no.... –me mira alzando sus cejas–. No me digas que...

–No –río–, es broma –vuelvo a reír–. Practico box y hoy me tocó boxear con el mejor de Londres.

–¿Allen?

–El mismo. ¿Y sabes qué? Le gané –sonrío levemente porque me duele toda la cara–. Claro, te dediqué esta pelea y mi triunfo.

–¿Enserio? ¡Woah! Me alegro ser vecina del mejor boxeador –dice–. Y me alegro de que sea yo a quién le dedicaste la pelea –ríe y yo asiento con la cabeza.

–Siento lo de hace un rato –me disculpo por lo de la mañana–. No quería gritarte, ni mucho menos. Y tampoco quería omitirte en el elevador.

–No importa ya –señala que me siga frotando la nariz yo mismo y le hago caso. Ella se sienta a mi lado y apoya su cabeza en mi hombro.

–Gracias por todo, Shawty.

Noto que después de varios minutos de estar así, Zoe se queda dormida profundamente. La hemorragia de la nariz se ha ido, sólo tengo que lavarme y después estaré como si no hubiera pasado nada. Muevo a Zoe, pero no despierta, me levanto del sofá y la cargo en mis brazos para llevarla a su habitación.

Quizá hoy dormiré con ella.

La dejo en su cama y la cubro con las sábanas. Entro al baño y me lavo la cara para quitar todo rastro de sangre que haya. Cuando estoy limpio, regreso a la habitación de Zoe y me acomodo junto a ella en la cama para calentarnos. De excusa tendría que hacía mucho frío, por eso me quedé a dormir con ella.

Te quiero –murmura de pronto. Esperen....¿ella dijo "te quiero"? ¿Zoe Dashkov demostrando afecto hacia mí? ¡Woah!












–Estoy aquí porque no he recibido ningún contrato para la empresa que me heredaron mis padres, ¿qué pasa con eso? –le digo a mi abogado. "Mi abogado" suena extraño. Chaz, pues.

–Ya te expliqué que están en trámite...

–Los documentos, sí, sí –digo frunciendo el ceño–. ¡No es posible que no me den otra razón más!

–¿Quieres saber la otra razón? –me mira tranquilo sentado en su silla detrás de su escritorio.

–¡Por favor! –digo moviendo mis manos exageradamente.

–Tu padre tuvo una hija –pausa–. Y esa hija, también está escrita como heredera de la empresa.

–¿Qué? –frunzo el ceño. No es que me importe compartir la empresa con alguien. Papá nunca me dijo... Esperen, ¿eso quiere decir que él tenía otra mujer?

–Él no tenía a otra mujer –habla como si leyera mis pensamientos–. Según las investigaciones, estuvo con esa mujer antes de estar con tu madre y no pudieron tener hijos, así que adoptaron una hija hace más de veintidós años.

–Y, ¿por qué él....

–¿Por qué no les dijo nada? –completa mi pregunta–. Él creyó que la pequeña había muerto al lado de su madre, no sabía hasta hace poco que la chica vivía, suponemos que se los iba a decir, a tí y a tu madre, pero... Bueno, sucedió lo del atentado.

–¿Quién es ella? –pregunto.

–Melanie Muller. Con descendencia escocesa, veinticinco años de edad, nacida en los Estados Unidos y criada por Shanon Muller después de la muerte de su madre adoptiva y del abandono de su padre adoptivo –lee un documento y después me mira desafiante.

–Si papá no sabía que ella estaba viva, no se le puede considerar un abandono.

–Pero ella así lo hace –pausa–. Le realizamos unas cuantas preguntas, y contestó a todas, negativamente hacia tu padre, es decir, lo odia.

–Pero....¿ya le dijeron sobre lo de la empresa? ¿Aún así lo odia?

–Ya le dijimos, aceptó ser parte de la empresa –Chaz me mira–. Pero, al parecer aún así, no ha perdonando a tu padre y quiere que tú –me señala–, no seas parte de la empresa.

–En pocas palabras, me odia porque soy hijo de Jeremy Bieber –digo cruzándome de brazos.

–Así es.

–¿Qué hay con Jazzy y Jaxon? –pregunto mirándolo, él saca unos papeles de un cajón y los acomoda.

–Oh sí. Ellos, también están en el documento que dejó tu padre acerca de la empresa. Cada uno tiene el derecho de ser parte en la empresa el 12.5% –me informa–, obviamente, a partir de la mayoría de edad, ahora no pueden hacerlo.

–¿12.5%? ¿Por qué? ¿Y yo?

–Ellos tienen esa parte, porque son pequeños y a Jeremy le pareció mejor. Tu padre les dejó a Melanie y a tí 25% de derecho sobre la empresa.

–No entiendo, ¿y los 25 que restan? –si entre Jazzy y Jaxon son 25, más 25 míos y 25 de Melanie, es igual a 75. ¿De quién son los otros 25?

–La empresa no era sólo de tu padre, también era de Pattie. Así que, como eras el único hijo de ella, decidió dejarte el otro 25% a tí.

Así que mamá... ¡Te he superado Melanie Muller!

–Entonces yo tengo mayor derecho en la empresa que Melanie, ¡no puede decidir ella que hacer o que no hacer con la empresa porque yo existo!

–¡Ese es el problema! Ella cree que si lo puede hacer.

–En ese caso yo debería ser el dueño de esa empresa –me levanto de mi asiento.

–Así es, pero no creo que Melanie Muller se deje tan pronto, yo te recomendaría que te cuidaras de ella, y de todos sus intentos de farsas frente a la ley, obvio, si lo hace.

–Aún así te tengo a tí, el mejor abogado y amigo también –le digo sonriendo.

–Por supuesto –sonríe–. Sólo que si te está apuntando con un arma no me interpondré –ríe y lo fulmino con la mirada–. ¡Mentira! –volvemos a reír.

insoportable | jdbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora