61; Más que feliz.

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–¡Canadá! –sonríe emocionada–, ¡De nuevo! ¡Oh, sí!

–Zoe baja la voz que nos ven todos como bichos raros –digo entre dientes para que nadie más me escuche.

–Eso no te importa, y no lo niegues –me mira alzando una ceja, si que me conoce bien, la verdad no me importa cómo me vean, ni mucho menos. La miro sonriendo.

–¡Canadá! –gritamos juntos en el aeropuerto mientras miles de personas nos ven–. ¿Pedimos un taxi, o hacemos algo divertido?

–Elijo lo divertido –asiente–. Elegiré lo divertido siempre y cuando sea contigo.

–Bien nena, entonces... –me mira sonriente, abro la maleta y saco mi patineta negra, la he traído para disfrutar unos momentos con Chaz y Christian, hace un buen tiempo que no nos vamos de skate los tres, bueno, los cinco contando a Ryan y a Alfredo, pero Ryan no vale en esta ocasión y Freddo está muy lejos de aquí.

Me subo a la patineta y le digo a Zoe que suba frente a mí, y así nos vamos, empezamos con las típicas frases de Zoe; "me voy a caer", "me rasparé mi hermoso rostro", "tengo miedo", "ya quiero bajarme", "vamos muy rápido", "vamos a estrellarnos". Cosas que nunca había escuchado salir de la boca de Zoe, nunca. Llevamos las maletas de rueditas arrastrando, por lo que llevamos un inmenso ruido en la calle, la patineta, las maletas, ¡ah! Y por si fuera poco, Zoe trae como veinte maletas. Ah mentira, trae tres; una de cada lado y una de las suyas la traigo yo.

¡Adivinen qué! Se aproxima una bajada, pero no le diré a Zoe, quiero ver su reacción de asustada.
La bajada se acerca cada vez más y Zoe se va percatando de eso.

–¡Justin! ¡Justin! ¡Para! –se mueve en la patineta tratando de parar pero pierdo el control gracias a ella y no puedo detenerme, no me imaginé que la bajada estuviera tan empinada, maldita sea, ¡nos vamos a estrellar!

–¡Deja de moverte! –bajo el pie de nuevo pero ya es demasiado tarde.

–¡Aaaaaay! –gritamos cuando salimos volando junto con todas nuestras maletas y la patineta sigue su camino hasta concluir la bajada.

Me levanto del medio de la calle, y agradezco por que no sea tan transitada y haya pocas personas. Busco a Zoe quién está acostada de boca abajo y corro a ella.

–¡Zoe! ¡Shawty! ¡Amor! ¿Estás bien? –la muevo y se empieza a levantar poco a poco–. ¿Te lastimaste?

–Pudimos morir –dice fríamente sobándose la frente–. Te odio maldito, quisiste matarme.

–Lo siento, ¿sí? Además, tú tuviste la culpa.

–¿Yo por qué? –frunce el ceño y se pone de pie–. ¡Yo no tuve la estúpida idea de bajar una rampa de esa altura!

–¡Yo no fui el que se empezó a mover como loco en la patineta! Me hiciste perder el control, yo tenía todo calculado pero tú, ¡te pusiste histérica!

–¿Ahora me culpas a mí? –toma sus maletas y las arrastra comenzando a caminar–. ¡Siempre quieres tener la jodida razón!

–¡Tú no te quedas atrás! –le grito, voy por mi maleta que está tirada en la calle y camino detrás de ella, cuando llego hasta la patineta, la recojo y la llevo en mi mano.

–Ahora iremos caminando, no me volveré a subir a esa cosa mortal –dice mientras arrastra sus maletas. Cpmienzo a reírme y ella se une a mi risa.

–Volamos súper alto, siempre quise que me pasara algo así, dar vueltas por los aires y caer de esa manera –me río recordando la manera en cómo mi espalda se estrellaba con la calle–. Fue doloroso, pero después me dio risa.

insoportable | jdbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora