54; Eres la mejor persona insoportable.

269 11 0
                                    

Estoy temblando.

Justo ahora me encuentro tocando a la puerta de Justin. No quiero hacer esto, pero algo me dice que lo haga si no quiero perder la oportunidad de mi vida. Le pedí a Aline que me acompañara pero me dijo que se regresarían a Canadá y pues bueno, ahora vine sola.

Llevo un anillo de plástico conmigo, le pediré matrimonio, sí, y no me importa lo demás. Ah mentira, esto lo usaré a modo juego, tampoco crean que soy una rogona. Todo sea por mi trabajo.

Justin abre la puerta, lleva unos shorts azules hasta un poco abajo de la rodilla, una playera blanca y vans. Su cabello está bonito el día de hoy.

Sonríe de lado, como egocéntrico, y ya me estoy arrepintiendo de haber venido.

–Hola Justin...

–Hola Dashkov, que milagro, hace tanto tiempo que no hablamos... ¿A qué vienes? –pregunta mirándome con una ceja alzada.

No puedo evitar mirar su cuello, aún trae el yin yang, oh Dios, yo me lo he quitado, que malvada soy.

–Espera... –hago una seña de que no tardo en volver y entro corriendo al departamento. Busco el collar por los cajones y me lo pongo de nuevo. Salgo y Justin aún espera en su puerta.

–¿Qué pasa? ¿A qué vienes? ¿Qué quieres de mí? –se pone serio y alza ambas cejas–. ¡Oh venga! –comienza a sonreír–. No me digas que viniste a felicitarme por mi cumpleaños.

¿¡Hoy es su cumpleaños!? ¡Oh por Dios! ¡Cierto! ¡Hoy es primero de marzo! ¡No puede ser, lo olvidé!

–Ahm...sí, sí quería desearte un feliz cumpleaños, espero que tengas un buen día –intento sonreír y me doy media vuelta, ya me arrepentí, ahora no le diré nada.

–¿Por qué algo me dice no viniste justamente a eso? –pregunta a mis espaldas. Cierro los ojos y suspiro levemente.

Muy bien, es ahora o nunca.

–Justin, ¿quieres casarte conmigo? –me doy vuelta para verlo a la cara.

¿Lo dije o lo pensé? Ay, no. Esto se malinterpreta. Me siento como una rogona mientras que Justin está con los ojos bien abiertos, no se lo esperaba.

–¿Qué acabas de decir? –está atónito, sin moverse–. Tú quie...quieres, ¿casarte conmigo? –lo hace en forma de pregunta y se señala.

–Sí, aquí tengo tu anillo –le muestro el falso anillo de plástico y me río–. ¿Aceptas o no, mi amor? –bromeo.

–A ver, tu me pediste matrimonio... –se queda en silencio como tratando de asimilar todo–. ¿Por qué quieres casarte conmigo?

–Pueeees... –tomo aire–. Esa razón es muy importante. Por eso te lo pedí. Mis padres me dejaron la jefatura de la NASA y en realidad quiero tomar el lugar de ellos, me encantaría tanto eso. Pero no puedo tomar el puesto a menos que esté casada o comprometida. Y como no estoy con nadie... Decidí ver quien me podría ayudar, y entre todas las opciones, la última fuiste tú.

–¡Aaaah! –asiente con la cabeza–. Ya, entonces no me amas, sólo fui una opción más.

–La mejor de las opciones –admito y me mira fijamente.

–Está bien —dice y por un momento creo que aceptará–. No acepto, no quiero casarme contigo –se recarga en el margen de la puerta y se cruza de brazos. Oh vamos...¿quiere que le ruegue?

–Oh, ni creas que te voy a rogar para que aceptes, buscaré a alguien mejor que tú que sí quiera ayudarme –me doy la vuelta sintiéndome estúpida. ¿Cómo pude pensar que sí me ayudaría?

–Espera... –me toma del brazo y me jala, me da vuelta para quedar de frente a él, y me arrebata el anillo de las manos.

Mira el anillo y sonríe burlón. Lo que hace a continuación no me lo creo. Está arrodillado frente a mí.

–¿Quieres casarte conmigo? –sonríe de lado.

–Oh Dios... –me río–. Muchas gracias por ayudarme, ¡no sabes lo que significa para mí! Te debo una y un millón más.

–Por supuesto, ahora responde, ¿aceptas o no? –me mira y asiento con la cabeza.

–Acepto –sonrío. Me pone el anillo en el dedo anular y se levanta.

–Gracias por aceptar, señorita –me besa el dorso de la mano.

–Gracias a ti por ayudarme...

–Zoe... –escucho mi nombre y ambos volteamos hacia el elevador. Dean está ahí sorprendido, mirando todo lo que hicimos.

–Hola –digo con media sonrisa, Justin se acerca a mí y me pasa su brazo por los hombros.

–Te... Te vas a casar...

–Así es amigo, ¿y con quién? Conmigo, por supuesto –dice Justin engreído–. ¿Ganaste o perdiste? Perdiste, imbécil.

–Justin, cálmate por favor –le digo en voz baja.

–Pues, muchas felicidades. Te deseo lo mejor, Zoe –se da la vuelta y presiona el botón para que se abra el elevador.

–Dean... –pronuncio antes de que se vaya pero me omite.

–Ya déjalo, Zoe –Justin quita su brazo de mis hombros.

Dean se marcha y me quedo sorprendida. Se suponía que él ya no sentía nada por mí, ¿no? Ahora mostró decepción. Lo que menos quise hacer era lastimarlo.

–Sí te importa él –Justin entra a su departamento cerrando la puerta fuertemente. Ufff...

–Justin –toco a su puerta–. Justin –vuelvo a tocar más fuerte–. ¡Abre la puerta!

–No quiero –se oye como que hace voz de niño chiquito–. Vete.

–Tal vez me importe Dean, porque yo no soy una mala persona y nunca quise lastimarlo... Pero tú me importas más que nadie. Tú eres la mejor persona insoportable que he conocido jamás. Y te quiero muchísimo. Y también a mi pequeña Pixie, claro.

–¿Tu pequeña Pixie? –abre la puerta y me toma de la cintura–. Es nuestra pequeña. Y también te quiero como no imaginas. Pero no sé si estés diciéndolo enserio, o si sólo me dices esto bromeando para que siga en plan lo de nuestro compromiso falso.

–¡Ay, por favor! –muevo las manos y lo golpeo en el pecho–. Tengo el orgullo hasta el suelo y me he quedado sin dignidad, ¿y aún así piensas que es una broma? Jamás haría esto, sin embargo, estoy aquí.

Se ríe. –Lo sé, me gusta verte humillada.

–Estúpido.

–Soy el único, ¿no? –me pega más a él sonriendo con egocentrismo. Me gustaría darle una buena bofetada para que se le quite eso.

–¿A qué te refieres? –frunzo el ceño y paso mis brazos por su cuello, delineando el tatuaje que tiene ahí.

–A que yo soy el único que conozco todo de ti. Tus diferentes formas de ser, tu vida, soy el único que te ha visto de verdad humillada, he podido ver cuando estás celosa, cuando estás feliz, cuando estás triste, he visto muchas facetas tuyas, ¡incluso hasta las peores! Y aún sigo aquí.

–Nadie me conoce tanto, ni incluso Aline o Luca, ellos sólo saben estas cosas de mí, porque yo se los he dicho. Pero tú –me sale una risa horrible–, tú has experimentado todo esto.

–Esa risa te salió horrenda –carcajea.

–Cállate, ya lo sé –carcajeo junto con él.

–Pero aún así me encantas.

Sonrío.

–Oye –digo poniéndome un poco seria–. ¿Me perdonas por lo que pasó en París?

–Con una condición...

–¿Cuál?

–Que me des un beso –sonríe.

–Los que quieras –sonrío antes de acercarme más a él y besarlo.

insoportable | jdbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora