35; Desde pequeños....

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–¡Es increíble! –echo una carcajada falsa–. Si no tuvieras esa herida en tu costilla te golpearía.

–¡Uy, uy! ¡Que miedo me das! –responde con sarcasmo.

–¿No te doy miedo? –me acerco a él alzando una ceja–. Pues debería, ¿sabes?

–¿Por qué le tendría miedo a una niñita insoportable como tú? –ladea su cabeza sonriendo.

–Por esto –digo y le doy con mi rodilla en las bolas. Justin se queja y yo me río.

Y de nuevo, volvemos a pelear por tonterías, la verdad es que no podemos durar sin peleas.

–¡No te quejes cuando estemos casados y no podamos tener hijos! –me señala–. ¡Ouch! ¡Sí duele!

–¡Ni loca me caso contigo! –echo una carcajada.

–No estés tan segura nena –ya recuperado de su parte, abre el refrigerador y mira lo que hay dentro–. ¿Tienes más pastel de ese que estás comiendo?

–No –me río–. Es lo único –chupo la cuchara con la que como del pastel para antojarle.

–Entonces me vas a dar de ese –se acerca para quitarme el pastel pero salgo corriendo de la cocina.

–¡Si me alcanzas! –subo corriendo las escaleras.

–¡Te aprovechas de que no puedo correr tanto Shawty! ¡Pero te voy a alcanzar! –escucho que dice.

Me río y entro a una de las habitaciones del segundo piso. Me escondo dentro del armario mientras como de mi pastel, hecha bolita.

–¿Zoe? –escucho que entra a la habitación–. ¿Estás aquí niñita?

Veo por un diminuto espacio entre la pared y la puerta que se acerca al armario pero está de espaldas. Abro la puerta rápidamente y le pego en la espalda con ella pero a la vez lo asusto.

Me río por su cara.

–¡Con que aquí estás! –se acerca más al armario e intenta quitarme el pastel que casi termino de comerme.

El pastel se me cae de las manos accidentalmente y Justin se ríe de mí, se agacha y agarra un poco de la crema del suelo y me la embarra en la cara.

–¡No Bieber! ¡No! – lo golpeo con mis manos y se empieza a reír.

Se encuentra en cuclillas, así que lo tomo de los hombros y lo empujo hacia atrás. Se pega con la puerta del armario una vez más mientras cae de espaldas al suelo y mueve todo el armario, haciendo que caigan algunas cosas de los apartados de arriba del armario.

–Ouch –se queja pero se ríe a la vez–. ¿Qué es lo que se ha caído? –se levanta para quedar sentado en el suelo enfrente de mí.

–No lo sé –tomo una de las cajas que se ha caído y la abro. Son fotografías. Wow. En todas soy una niña pequeña, llevan años guardadas aquí entonces.

–¿Eres tú? –se ríe–. ¡Pero que tierna! ¡Super linda! –toma una fotografía y la mira.

–Bellos recuerdos –finjo limpiarme una lágrima y me río al ver una foto en donde me he caído en el lodo.

–Oye, espera.... –Justin me quita la caja de fotografías y toma una en sus manos–. Oh no. Dios mío...

Se pone serio y medio pálido.

–¿Qué? –frunzo el ceño.

–¿Tú eres ella? ¿La niña?

–Sí, ¿por qué?

–¿Quién es el niño? –me mira.

–No sé, seguro es un amigo de la infancia, pero...¿por qué preguntas?

Sonríe. –Somos bellos.

–¿Cómo? ¿Qué? ¿De qué hablas?

–Yo soy él –sonríe–. No sé como, no sé que carajo, pero sé que soy yo.

–Me estas jodiendo, loco –ruedo los ojos, sin creerle.

–¡No! –se ríe–. Eso es verdad, ¡te juro que soy yo!

–A ver –le arrebato la fotografía–. Uhm, pues la verdad si te pareces un poco... ¡Entonces nos conocemos desde niños!

–Sí... –se queda pensando–. ¿Cuántos años tienes?

–Veinte.

–En esta foto yo tenía como unos cinco años, entonces tu tenías tres.

–Sí, creo que tenía tres –asiento–. De hecho, detrás... mi madre siempre les ponía información a las fotografías.

Giro la foto y veo el escrito que tiene ahí.

–"Agosto de 1999, Justin Bieber y Zoe Dashkov" –leo y sonrío.

–¡Sí, soy yo! –grita sonriente.

–¿Crees que tus padres y los míos hayan sido muy cercanos? –le pregunto recargándome en la pared.

–Yo creo que sí, mira esto –me pasa una foto–. Ella era mi madre y supongo que la de ahí era la tuya....

–Sí, ella era... –observo muy bien la foto–. No sabes cuánto la extraño.

–Tranquila nena... –se sienta a mi lado y pasa su brazo por mis hombros–. Yo te entiendo..., también los extraño y necesito mucho.

–Fue increíble ¿no crees? –sonrío y pongo mi cabeza en su hombro.

–¿El qué?

–Que nos encontremos de nuevo –sonrío–. De hecho, si nos hubiesemos conocido aquí en Canadá sería algo lógico, pero no, nos conocimos ¡en Londres!

–Lo sé –sonríe–. El destino ya estaba marcado así. Y el destino quiere que seamos algo más que enemigos...

–¿Amigos? –echo una carcajada.

–No, algo más...

–¿Novios?

–¡O quizá hasta esposos!

–No, ya te dije que ni loca me caso contigo, ¿eh? –golpeo su brazo levemente.

–Bueno, ¿novios?

–Uhm... –imito pensar.

–¿Aceptas ser mi novia Zoe? –estoy escuchando mal, ¿cierto? O seguramente está bromeando y esperando a que le diga que sí para luego decirme "¡já, caíste!".

–No –sonrío.

–¿No? –se separa de mí y me mira–. ¿Directo en la friendzone? Claro, lo entiendo –se hace el ofendido.

–Eres un tonto –me río.

insoportable | jdbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora