Capitulo 41 +18

133 6 0
                                    

Mi cabeza comenzó a doler en el momento en el que mis ojos se abrieron tratándose de acoplar a la luz que se colaba por las cortinas sintiéndome terriblemente cansada y adolorida con cualquier musculo que hacia el esfuerzo de estirarse.

Trate de moverme para acomodarme y meterme aún más en las cobijas pero un fuerte dolor se hizo presente en mi entrepierna asustándome al cuestionarme lo que había pasado el día anterior. Evite moverme al no querer volver a sentir aquella punzada tan incomoda.

Baje las cobijas un poco llevaba por la curiosidad, levantándome el camisón para mirar como unos enormes moretones pintaban la zona de mi cintura y torso notándose bastante recientes dado el color que tenian. Solté un gemido al pasar la yema de mis dedos por estas tapándome de nuevo al no querer seguir observando aquella bizarra imagen.

¿Qué había pasado ayer? Por más que trataba de pensar mi mente se quedaba en blanco dándome por vencida después de un rato de intentar recordar siquiera algo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Qué había pasado ayer? Por más que trataba de pensar mi mente se quedaba en blanco dándome por vencida después de un rato de intentar recordar siquiera algo.

La puerta se abrió revelando a un Raito con el cabello despeinado, en pijama, sosteniendo una bandeja con un vaso de agua y una pastilla. Frunci el ceño sin saber porque aparecia con aquella descuidada apariencia y con aquello en sus manos.

–¿Cómo te sientes? – pregunto con una mirada cargada de culpa y tristeza.

–Me duele el cuerpo – fruncí el ceño ante su pregunta gimiendo al sentarme recibiendo el agua y la pastilla, tomándomelo rápidamente rogando por que hiciera efecto pronto.

–Es normal.

– ¿Qué? ¿Que es lo normal? – pregunte sin entender a que es a lo que se refería – ¿Paso algo ayer? – Raito volteo a verme esta vez realmente acongojado y preocupado.

–No, es solo que... – incline mi cabeza a un costado tratando de descifrar que es lo que quería decir y porque es que le costaba tanto trabajo soltarlo –... ayer te sentiste mal y te desmayaste.

Contesto rápidamente poniéndose de pie ante mi mirada aun inquisitiva sabiendo que no le creia nada. Por supuesto que recordaba haber salido con él y encontrarnos con un pequeño parque de diversiones, pero mas allá de eso, todo desaparecia, además, un desmayo no causaria la cantidad de moretones que mi cuerpo poseia.
–Descansa, parece que hoy no iras a la escuela – tomo la bandeja con la que había llegado y se fue de ahí asustandome con la forma tan evidente de querer huir a mis preguntas.

Volví a acostarme gruñendo ante las punzaciones en mi cadera haciéndome cerrar los ojos hastiada tratando de no pensar en las razones detrás de aquello. Al ver que el sueño no llegaba a mí, con mucho esfuerzo, me puse de pie recargándome en el buro de un costado. Me acerque al espejo de cuerpo completo que tenía en el baño levantando mi camisón, evitando soltar un grito al observar panorámicamente los horribles manchones en casi todo mi cuerpo. Eran de un color verdusco con morado y toques de amarillo extendiéndose por mi piel.

La Pequeña SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora