Cosas inesperadas.

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Hacía un rato que la alarma había sonado, pero yo seguía tendida en la cama mirando a la nada y pensando en todo. Estuve meditando acerca de mis primeros días de universidad. Quería saber las causas por las que desde que inicié las clases todo fue un desastre, y llegué a la conclusión de que todo estaba en la actitud de uno y en su forma de ver las cosas. Tal vez si me lo hubiese tomado de una manera más positiva, no hubiese creído que todo era tan malo, por muy complicado que pudiese ser verlo de esa manera. Lo había decidido: Hoy no sería como siempre. Me desperté de buen humor y lo iba a aprovechar al máximo.

Fui a la cocina y me preparé el desayuno. Un café junto a unas tostadas y una manzana para el camino. Llegué a la universidad. Me encontré con Kate y James, los cuales discutían, y me acerqué a saludarlos.

-¡Buenos días! ¿Tan temprano y discutiendo?-les sonreí a cada uno y les besé la mejilla en forma de saludo.

-Ay amiga...-Kate suspiró.-¿Puedes creer que quiere que le preste MI coche para que suba a una de sus fulanas y hagan cochinadas en él?-me miró como si fuese el fin del mundo.

-¡Está exagerando! Solo quiero invitar a una amiga a comer-James intervino empleando el mismo tono que Kate.

-¡No es verdad!¡Se la va a comer a ella!-puso cara de indignación.

Los miraba divertida. Qué melodramáticos eran ambos.

-A ver parejita, dejad los teatros para otro momento-en el poco tiempo que habíamos estado juntos cogimos mucha confianza para hablarnos asi.-Kate por qué no le dejas el coche?-Kate abrió los ojos como platos.

-¡Traición!-me señaló con su dedo y no pude evitar reír.

-Relájate. Es que para una vez que una chica le dice que sí... ¿No te haría feliz saber que tu hermano no va a molestarte más si encuentra a alguien más que lo aguante?-Se quedó pensativa mientras James le ponía cara de cachorrito.

-Está bien...pero me debes una-le extendió las llaves del coche sin confiar demasiado y James las recibió emocionado.

-Gracias hermanita-la abrazó y se acercó a mi.-Andra, eres la mejor​-susurró esto último.

-Te la cobraré-empleé de la misma forma. Me sonrió y se marchó con su felicidad.

Aún quedaban unos minutos para que tocase el timbre, así que acompañé a Kate a su aula mientras me contaba lo bien que iba a pasarlo este fin de semana aburrida en casa. Hablando de ese tema, me preguntó si sabía a dónde me llevaría Álec, y qué haría con él, imaginándose cosas que claramente no iban a pasar y por las cuales le regañé.

Era verdad, no tenía ni idea de a dónde me llevaría o qué haríamos exactamente y eso me provocaba incertidumbre y me ponía más nerviosa aún.

El timbre sonó y me despedí de Kate. Quedamos en la cafetería para retomar la conversación.

La conocía de hacía dos días, pero se había ganado mi confianza. Le había cogido cariño junto a su hermano. Eran los únicos que me habían hecho sentir cómoda en ese enorme lugar.

Las horas pasaron muy deprisa. Kate y yo habíamos estado en la cafetería riéndonos. Un poco más tarde James se unió a nosotras para mejorar la situación y reír más aún. Me contaban anécdotas de cuando eran pequeños y las tonterías que hacían por ese entonces.

Las siguientes horas no habían ido mal. Solo quedaban dos para acabar las clases e irme a casa. No me había encontrado ni a Mónica, ni a Kaín, ni tampoco había pasado algo que considerase malo, así que iba bien. Y además era viernes, por lo que podría decir que prácticamente había sobrevivido a la primera semana de clases.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora