Es mi hijo.

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Eres repulsiva...me miraba con desdén. ¿Cómo eres capaz de decirme eso y a estas alturas?

Te lo estoy diciendo para no hacerte más daño, me he dado cuenta de que estoy mejor con él. Le mentí aun después de mirarlo fijamente a los ojos, que ardían en dolor. Este hijo es la prueba de lo que siento por él. Siento haberme dado cuenta tan tarde... Bajé la cabeza con todo el peso de mi corazón.

Dijiste que me querías, que escaparías conmigo, y ahora sales con que vas a tener un hijo con él, que desaparezca de tu vida sin más... Con cada palabra que decía me derrumbaba más, pero no podía dar marcha atrás por mucho que quisiera. Está bien, no te ocasionaré más problemas como pides. Se puso en pie dirigiéndome una mirada llena de decepción. Que os vaya bien no, volveré a buscarte.

Abrí los ojos despertando de mi sueño. Después de tanto tiempo ese recuerdo seguía en mi cabeza, me atormentaba todo el tiempo junto a otros que hubiese preferido olvidar.

Miré al frente y observé cómo una de las empleadas pretendía coger a mí bebé, su llanto era el que me había despertado.

—¿Qué haces aquí?—me puse en pie a gran velocidad y le pedí que me lo entregase para encargarme yo de él.

—No quería despertarla, señora—se disculpó.—el señor me pidió que callara al niño, y usted se desvela tanto en las noches por él que preferí revisar qué le pasaba.

—Está bien, puedes retirarte—acunaba a Ethan entre mis brazos y me movía de un lado a otro localizando cuál era el problema.—¿Tienes hambre, mi amor?—besé su pequeña cabecita y me senté en la mecedora que daba esquina a la pared y comencé a balancearme lentamente para calmarlo mientras le daba el pecho.—Eso es, tranquilo...—sonreí al ver cómo se alimentaba con ansias y me sentí mejor.

Un año completo había pasado desde que sucedió aquel incidente, y Ethan ya tenía 3 meses. Tan grande, tan hermoso. Que tuviera los ojos azules y el pelo castaño desató la rabia de Álec, pero se encargó de decirles a todos que su abuelo tenía los ojos azules y por eso el niño los tenía así, y que yo era castaña, así que había heredado algunas facciones mías, pero tanto él como yo sabíamos muy bien que esas facciones no le pertenecían a otro que a su padre verdadero, Kaín.

Como me prometió, dejó a Ethan nacer y le puso su apellido, aunque estaba claro que era lo que menos quería; y cómo yo prometí, no me escapé y preferí criar a mi hijo en buenas condiciones, aunque tuve que renunciar a Kaín para ello. Ese era el trato después de todo, hacerle daño para que me odiara y finalmente alejarse de mí. Después de unos días de ser golpeada él se apareció, estaba listo para sacarme de ahí, decía que había tenido problemas pero que ya estaba resuelto, y cuánto me hubiese gustado aceptar, pero le rechacé, le dije que estaba embarazada de Álec, que lo prefería en la cama, que tenía más dinero y poder que él, le dije ese tipo de cosas que desagradaban a cualquiera, y él acabó por rendirse y creer todo lo que le decía, aunque al principio se rehusaba.

—¿Ya has acabado, mi vida?—observé cómo el niño me rechazaba y le di unas palmadas en la espalda para expulsase el aire contenido y no vomitara.

Me había vuelto tan sobreprotectora y celosa con él que temía por cualquier cosa que le pasara o por cualquier persona que se le acercara. Daría mi vida por él si fuese necesario, era lo que más amaba en toda mi vida, y lo que me quedaba después de todo.

Lo devolví a su cuna, que se encontraba cerca de mi cama y lo arropé para que no cogiera frío. Aproveché que se había vuelto a quedar dormido y bajé a la cocina para prepararme un vaso de agua.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora