Confianza rota.

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Estaba nerviosa, y no era para menos. Después de lo que sucedió el fin de semana, mi estómago había quedado revuelto, como si alguien estuviese jugando en su interior. Sí, ese alguien eran esos bichitos que revoloteaban de un lado para otro, haciéndome sentir mil cosas a la vez.

Después de que Kaín se declarase de una manera muy...diferente a como lo hacía la gente normal, no había vuelto a mantener contacto con él de ningún tipo.

Era algo extraño en realidad, pero quería pensar que estaba muy ocupado. Además, aún tenía que hablar con él para aclarar ciertas cosas, por lo que no me corría prisa sabiendo que aparecería.

Mis nervios venían justo de encontrarme con él.

¿Cómo debía actuar?

Era una persona complicada a tratar, nunca sabía cómo iba a reaccionar frente a determinadas cosas, y era algo que me desconcertaba bastante. Y si a eso le sumábamos el hecho de que no supiese qué eramos me desconcertaba más aún.

Me encontraba en el instituto, justo en la clase de la señorita Tomasó, que enseñaba arte e idiomas. Solía caerle bien a todos los alumnos, porque era la típica profesora que te dejaba hacer lo que quisieras en clase, y tomaba una actitud más cercana a los alumnos, con eso del "buen rollismo" que querían aparentar los profesores, supongo que para obtener mejores resultados.

Observé como el resto de la clase hacia lo que más le apetecía, desde lanzar bolas de papel por las esquinas hasta dormir sobre la mesa de manera muy tranquila.

Liam, que era con quién mejor me llevaba de ese aula, me hizo un gesto para que me uniese a él y al grupo con el que estaba, y eso hice.

—Hola—los saludé y me senté junto a Liam.

—Hola—respondieron a la vez.

—¿Entonces qué vamos a hacer?—habló Samantha, que tiraba de su pelo rubio liso algo desesperada.—no quiero que mi cumpleaños sea un desastre.

—Yo tampoco quiero que mi cumpleaños sea un desastre—contestó Doris, su mejor amiga, cruzando los brazos.—Un martes va a ser mejor.

—No estoy de acuerdo, si lo coges entre semana no vendrá nadie.

—Sí, pero si decides que sea un Sábado tampoco vendrá nadie, porque irán a otras fiestas—debatían las dos amigas.

—¿Qué pasa?—susurré a Liam, que las miraba sin prestar mucha atención.

—Van a celebrar sus cumpleaños juntas, puesto que nacieron el mismo día—aclaró.—pero se debaten entre el martes o el sábado cada una por una razón.

—Ah... Comprendo—contesté simple, entendiendo la situación.

—¿Qué opinas, Andra?—me preguntó Doris, arreglando su melena con rizos multicolor.

—¿Yo...?—no sabía qué responder.

—Sí, ¿quién crees que tiene la razón?

—Esto...no lo sé.—miré a Liam para que me echase una mano, no queriendo meterme entre dos amigas sabiendo que eso solo iría a peor.

—Yo creo que ambas la tenéis—se puso en pie Liam haciendo como que iba a dar una clase.—aunque me decantaría por Doris—habló seguro.

—¿Doris tiene razón?—Samantha habló ofendida. Justo por lo que no quería hablar.

—Ambas la tenéis, repito. Pero ya sabes a dónde no van a ir si se celebran las fiestas el mismo día—hacía como que pensaba dando vueltas sobre sí.—Un domingo tienen resaca, un lunes no tienen ganas de vivir, un martes... Bueno, un martes es aceptable.—terminó de hablar.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora