De vuelta a casa.

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Me probé el vestido que recientemente me había regalado "la amiga" de Hugo. Debía reconocer que para ser un chico tenía un muy buen gusto para la ropa. La prenda estaba hecha de algodón que se dejaba caer a lo largo del cuerpo quedando a la altura de los muslos. Unas rayas negras y otras blancas se unían para formar el diseño de mangas largas que hacía que me viese mejor con él. Aún no habíamos entrado del todo en invierno y aunque ya empezaba a hacer algo de frío, me sentía bastante cómoda con ello puesto. Terminé de ponerme las zapatillas con las que había venido y salí fuera de la habitación.

—¿Así mejor?—le pregunté a Hugo, quien había subido conmigo para asegurarse de que me lo probaba, según él.

—Te queda mejor de lo que pensé—dejó de apoyarse en las escaleras para acercarse a mí, coger mi mano y hacerme girar sobre mí misma.

—¿Así sí estoy bien?—sonreí recordando que me había llamado "mamarracho"

—Así conquistas a cualquiera, incluyéndolo a él—movía las cejas arriba y abajo  y de forma muy graciosa en dirección a la habitación próxima, dónde se encontraba Kaín.

—¡No quiero conquistarle!—exclamé en un tono muy bajo.

—¿Entonces vas a decir que no te gusta?—arqueó sus cejas con una sonrisa pícara.

Inmediatamente lo arrastré hasta la habitación evitando que siguiese hablando y que Kaín lo escuchase. Sí ese era su propósito lo estaba haciendo muy bien.

—¿Qué te pasa? ¿Es que a caso quieres que te oiga?

—¿Y a ti te importa que lo oiga? Si total... No te gusta ¿Qué más da?—se apoyó en la puerta con su mirada cómplice

—Y no me gusta, pero no quiero que...—traté de tener cuidado con las palabras para que no malinterpretase nada.—bueno, no quiero que escuche esas cosas.

—Deberías aprender a mentir mejor, pequeña—abrió la puerta y se marchó escaleras abajo sin decir nada más.

En realidad tenía razón, si existiese algo como un concurso de mentirosos, quedaría en último puesto. ¿Pero qué iba a hacer? ¿Confesar que me gustaba? Ni siquiera sabía si eran sentimientos reales o era el momento lo que me hacía sentir cosas extrañas.

Estaba confusa pero lo que no podía negar era que pasaban cosas raras entre nosotros, pasaban cosas cuando estaba con él, incluso pasaban cosas cuando no tenían que pasar. Y si Hugo se dio cuenta, quizás Kaín también.

Bajé las escaleras buscando a Hugo y lo encontré en la cocina cortando unas verduras. Me aproximé a él y lo ayudé sin decir nada.

Tenía ganas de preguntarle. No es que fuese a confesarme si ya lo sabía.

—¿Cómo te has dado cuenta?—continué cortando las verduras sin mirarlo.

—Cualquiera se daría cuenta de lo nerviosa que te pone—curvó una sonrisa sabiendo que estaba en lo cierto.

—¿Te puedo hacer una pregunta?—aproveché la ocasión para averiguar.

—Claro, dime.

—¿Desde cuando conoces a Kaín?—dejó de cortar los alimentos para lavarse las manos, como si le hubiese tomado por sorpresa la pregunta y no supiese qué responder.—Quiero decir, se nota que confía en tí.

—No lo sé... Podría decir que prácticamente llevamos toda la vida juntos—se quedó pensando un momento para continuar.—podría decir también que es como un hermano para mí, mi mejor amigo si lo quieres llamar de otra manera.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora