Me gustas...

43 7 0
                                    

Llegué hasta el exterior del cine respirando hondo. Me había dejado el abrigo dentro de la sala, y la temperatura cada vez era más baja.

Abracé mi cuerpo con mis manos y me apoyé en la pared respirando hondo.

Lo que no entendía era cómo con los gritos que estaban pegando no se había salido nadie para ver qué pasaba, o acercarse los guardias para lo mismo, que para algo se dedicaban a eso. Aunque también estaban un poco apartados, y con el ruido que emitía la película quizás pensarían que eran efectos de otra sala o qué sabía yo.

Observé cómo Kaín salía disparado de la puerta buscando algo o a alguien. Me separé de la pared y seguí caminando sin querer verle ni un segundo más.

—¿A dónde crees que vas?—me sujetó por el brazo haciendo que me detuviese.

—¿Qué te importa?—me zafé de su agarre con fuerza.—eres tú quien siempre me dice que me aleje de tí, ¿Y ahora te importa a dónde vaya?

—Hace frío, no deberías andar sola por ahí.—quedó frente a mí creyendo que así me retendría.

—¿Cuál es tu propósito?—pregunté cansada de su juego—¿Qué es lo que tratas de conseguir con todo esto? Quiero saberlo, de verdad.

—Pensé que se estaba burlando de tí—hizo referencia a lo de Cory.—¿Quién iba a pensar que estarías tan loca como para aceptar una cosa así?

—¡Y qué más te da! Es asunto mío lo que haga o deje de hacer.

—¡Quizás sea porque me importas!—volvió a sujetarme del brazo acercándome a él y fijando sus ojos en los míos.

—¿Desde cuándo?—reí irónica.—si desde que te conozco has intentado arruinarme la vida.

—No tienes pruebas de eso. Solo te empeñas en ver lo malo.

—Sí, porque todo lo que haces ¡es malo!—ambos elevamos el tono de voz tratando de superar al otro.

—Siempre soy yo el malo, pero al soplapollas de Álec lo tienes en un altar—me soltó alejándose unos centímetros.

—¿Y qué tiene que ver él en todo esto?—siempre tocaba el mismo tema, estaba harta de que lo repitiese una y otra vez.—Siempre hablas de él, de lo malo que es para mí. ¿Y por qué no hablas de tí?

—Porque ya te estoy hablando de mí, ¿no te das cuenta?—elevó más el tono de voz.—Odio que lo mires, que estés con él, que le sonrías. Odio que lo beses, que te toque. Odio saber que ya has sido suya y que yo sigo esperando como un imbécil a que te des cuenta de que estoy detrás de tí—dijo lo último furioso.

—Ni siquiera me has preguntado si eso es verdad, solo te guías por lo que te cuentan o por lo que oyes por ahí—hablaba algo más calmada, pero sin perder del todo la rabia.—Y tampoco tendrías que echarme nada en cara cuando eres quien mantiene una relación con Mónica. Incluso os vi aquella vez en la caseta, y en la cafetería, y en muchas partes más.

—No puedes negar que tengas algo con ese cuando yo también os he visto juntos, te comía la boca tranquilamente muchas veces, y justo después de estar conmigo.

—Te vuelvo a repetir, que eso no es asunto tuyo.

—Te vuelvo a repetir, que no quiero verte con él—se acercaba amenazante.

—¿O qué?—respondí desafiante.

No se lo pensó dos veces, agarró mi cabeza con fuerza acercándome a él y acabó por unir nuestras bocas en una.

Noté como todos y cada uno de mis músculos se relajaban, y mis labios, que se resistían por no caer en sus hechizos, acabaron por ceder y seguir la marcha que los suyos llevaban. ni siquiera sentía frío ya, por el contrario, mi temperatura debía superar los cuarenta grados.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora