Equivocaciones.

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No sabía cómo, pero empezaba a ver las cosas con mejor color. Desde que me incorporé no volví a escuchar comentarios desagradables ni ofensas, al menos se habían reducido en su mayoría.

Me enteré por muchos otros comentarios de que Mónica fue castigada por sus actos siendo suspendida del campeonato de animadoras, que al parecer era muy importante para ella siendo la capitana del equipo.

¿Quién daba jaque mate ahora?

No es que me alegrase demasiado que la castigasen con eso siendo tan importante como decía, pero se lo merecía, ya era hora de que le tocase recibir y no dar.

Por otra parte no me había encontrado a Álec en toda la mañana, y era algo que agradecía muchísimo, porque a decir verdad, no quería hacerle frente y tener que hablar de lo que pasó.

Y además, el Sr. Marshall, aquel que eran tan estricto, y cuya reputación no se había ganado por dar su brazo a torcer, se había disculpado conmigo. No me hacía la persona más feliz del mundo, pero tampoco me disgustaba, incluso lo consideraba como un gesto muy noble, pues había asumido que no actuó bien, y eso siempre era respetable.

—¿Andra?—me llamó Madison, la directora, sorprendiéndome.—¿Puedes acompañarme?

Otra vez esas palabras.

Me encontraba sentada en uno de los bancos de los pasillos ordenando mis apuntes. Aproveché que tenía unas horas libres para tratar de ponerme al día y ordenar mis cosas de paso.

Seguí de nuevo a la profesora recorriendo el mismo camino hasta llegar al mismo lugar, el despacho.

—Toma asiento—me indicó con la mano y obedecí, a lo que ella imitó mi acción. Se me hacía muy familiar esa escena...—¿Cómo te encuentras?

—Bien, supongo—respondí sin comprender muy bien lo que ocurría.

—De acuerdo...—unió sus manos entrelazando unos dedos con otros.—Seré breve, me imagino que ya te habrás enterado de la situación en la que nos encontramos—asentí muy poco segura.—Creo que hablo por todo el equipo de profesores cuando digo que te debemos una disculpa. Hemos levantado este centro con el fin de ofrecerles una oportunidad a todos, sin excepción, y no negárselas.

Hablaba de manera muy fluida y con total confianza. Ni siquiera me imaginé que ella fuese la directora, pensé que sería otra de las profesoras, o tal vez una coordinadora.

—Williams nos explicó los acontecimientos.

—¿Kaín?—pregunté incrédula.—¿Qué es lo que explicó?

—Lo que ocurrió—me observaba como si yo no supiera de qué hablaba, y lo cierto era que no iba mal encaminada.—que trató de sobrepasarse contigo y tú solo te defendiste.

—¿Kaín dijo eso?—se dio cuenta de lo desconcertada que me había dejado.

—No sé por qué hizo eso, pero puedo asegurarte que es una buena persona, no se lo tengas en cuenta—se puso en pie quedando junto a mí.—en cuanto a lo de Mónica, no hacen falta demasiadas aclaraciones para deducir que dijo todas esas mentiras aprovechándose de la situación por celos. Es muy típico en ella, pero no ha salido victoriosa—colocó su mano sobre mi hombro.—y respecto a las cosas que hayan sucedido fuera del centro no me interesan, eres mi alumna dentro, y solo te castigaré si se requiere cuando hagas algo que no considere apropiado aquí.

  Me he puesto en contacto con los centros donde estudiaste antes, y solo puedo decir que prometes mucho, Andra. Tenías razón cuando dijiste que esa beca no te la había regalado nadie, te la has ganado con sudor y esfuerzo. Y estoy muy contenta de tener una alumna como tú. Solo espero que no me decepciones—retiró el brazo de mí quedando junto a la puerta y abriendo esta.—si necesitas algo no dudes en acudir a mí.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora