Que comience el juego.

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Llevaba varios días en los que no sabía nada de nadie, había desconectado de todo y de todos para poder conseguir mi objetivo. De vez en cuando iba a la biblioteca para buscar algún libro o información si lo necesitaba, pero no salía para más nada. Me levantaba, picaba algo y me centraba en estudiar. Aún no superaba eso de que Kaín quedase el primero, quería ser yo la primera a como dé lugar, así me costase la vida entera.

No lo volví a ver desde que hablamos en el parque. Su ausencia se sentía, y muchas veces tenía la necesidad de ir a buscarle, pero ni quería invadir su privacidad, ni quería entrar en su burbuja de paz, ni mucho menos distraerme con él. Antes al menos podía verle en clases, pero ahora no tenía cómo localizarle, aunque tampoco me había molestado mucho en buscarlo.

—Buenos días—sentí un beso posarse en mi mejilla y todo mi cuerpo se paralizó. Me levanté de la silla volcando todo y lo miré con detenimiento.

—¿Kaín?—lo reconocí.—¿Cómo se supone que has entrado a mi casa y a MI habitación?—recogí las cosas que recientemente había tirado. Eché un vistazo hacia la puerta, que seguía estando entornada, exactamente como la había dejado. Era una manía que tenía, así si llamaban a la puerta principal estaba alerta, y de la misma manera no oía ruido del exterior. Me sonrojé al descubrir que aún permanecía en pijama, y que posiblemente él se habría dado cuenta.

—Estaba abierto—sonrió inocente pero no le creí.

—No es verdad, siempre cierro con cerrojo en la noche, y no he salido en todo el día.

—¿No me crees?—se sentó en el borde de la cama. Mi cara le respondió sin siquiera hablar.—Está bien, he entrado por la ventana—señaló a esta, que quedaba medio abierta. Juraría que la había cerrado, pero esto sí no podía afirmarlo porque no me acordaba.—Llevo varios días sin verte, he venido a ver si sigues viva—dejó caer su cuerpo sobre mi cama colocando las manos detrás de la cabeza.

—He estado ocupada—me crucé de brazos observándole. Antes de que se tumbara, pude ver los rasguños que aún mantenía en la parte convexa de su mano. De cierta forma me sentía culpable por ello, pero preferí no comentar nada.—No te acomodes, no puedes estar en mi habitación—abrí la puerta por completo y me quedé junto a ella para que se marchase.

—¿Por qué no?—cerró los ojos ajustando su cuerpo a mi cama aún más.

—Porque está feo—me empezaba a incordiar.—y ya me estás quitando mucho tiempo así que vete.

—Ahora me pides que me vaya, y dentro de poco estarás suplicando por que me quede un rato más—sonrió y supe a qué se refería.—¿No quieres pasar el día conmigo?—volvió a abrir los ojos mirándome fijamente.

—Te he dicho que he estado ocupada—rodé los ojos al ver que no me oía. claro que quería pasar el día con él, pero eso implicaba perder un día, y no estaba para eso.

—¿Con eso?—levantó su cabeza en dirección al escritorio, donde estaba sentada hacía unos minutos.—Eres una pesada, come libros—se incorporó quedando sentado como al principio y entrelazó sus manos.—dame tregua, al menos unos días...

—Me llevas mucha ventaja...—pensé en voz alta, pero no pareció darse cuenta. Tardé unos minutos en decidirme, en verdad sí quería estar con él.—Vale...—terminé por aceptar.—pero solo un rato.

—Como quieras—continuó en la misma posición, esperando algo.

—¿Puedes esperar fuera para que me cambie?—le pedí o le ordené más bien.

—¿No puedo quedarme a mirar?—parecía decepcionado, se puso en pie quedando junto a mí.—Puedo fingir que soy tu amigo gay...—mordió su labio inferior y abrazó mi cuerpo acercándome más a él.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora