Una nueva vida.

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Habían pasado tres meses desde que contraje matrimonio con Álec. Ahora entendía cómo se sentían las mujeres "de sociedad", no era tan fácil como creí, puesto que guardar las apariencias no se basaba en uno de mis puntos fuertes. Debía fingir una enorme sonrisa cuando lo acompañaba a sus eventos, de los cuales no estuve al tanto hasta que comenzamos a vivir juntos, pero no me sorprendía ya que el dinero lo movía absolutamente todo. También jugaba al amor perfecto y envidiable entre nosotros, pero por suerte eso se acababa tras las puertas de mi habitación. Me compraba los vestidos más caros, las joyas más finas... Todo fachas.

Bajé a la planta de abajo y lo descubrí hablando muy cariñosamente con Carolina, una "socia" de la empresa en la que Drake y Álec trabajaban. Aún no entendía cómo se las apañaba para estudiar y trabajar y aún así tener tiempo para su vida social.

—Hola, Andra—me saludó al verme bajar y se alejó un poco de Álec creyendo que su contacto me molestaba lo más mínimo.—Pensé que al final no te unirías a nosotros—me sonrió como si no pasara nada.

—He cambiado de opinión—imité a a la perfección esa sonrisa. No era cierto, no quería estar con ellos, pero debía tragarme cualquier negación, puesto que Álec siempre me obligaba a aceptar los compromisos.—aunque no sabía que estabais solos, pensé que Tomás y Carlos se unirían.

—Sí, estarán por llegar, ¿Verdad, Álec?—tocó su mano acariciándola creyendo que eso me celaría o algo por el estilo, pero no tenía ni idea de cuan equivocada estaba.

Ellos eran amantes, lo descubrí la primera noche que estuvieron juntos. Carolina era una mujer guapa e inteligente, era socia de una empresa importante que manejaba mucho dinero. Su belleza conquistaba a muchos hombres, entre ellos mi marido. Era rubia de ojos castaños, alta, esbelta, mantenía una buena figura y tenía mucha labia, sabía cómo dominar a un hombre.

No me molestaba que fuesen amantes, de hecho, me hacía un gran favor. Si Álec se entretenía con otras en la cama corría con la suerte de que a mí no me buscase, pero ella quería destrozar mi gloria intentando que la descubriese, por eso intentaba ponerme celosa disimuladamente para que Álec no se diese cuenta pero yo sí, y lo había hecho, pero ni loca se lo diría, por mí podría quedárselo entero. No entendía por qué las amantes siempre intentaban ser descubiertas por las mujeres, era una idea pésima en realidad.

—Así es—retiró la mano con cuidado.—pero quizás nos quedemos aquí, ven, siéntate aquí—dio una palmada sobre el sofá como si fuese un perrito que obedece a su amo, pero no tuve de otra que hacerlo.—Carolina dice que no te cuido lo suficiente, ¿Es eso cierto?—estaba claro que era una de sus preguntas trampa.

—No, estoy muy cómoda contigo—sonreí sin muchas ganas, y aprovechó para acercar mi cuerpo al suyo.

—Yo también contigo, amor—tocó mi barbilla y me besó, sin importar que su amante estuviese justo ahí. Ese sí era un golpe duro para ella, y también para mí, no quería que se aprovechasen de mí de esa forma.

—Ya hemos llegado—entraron Carlos y Tomás irrumpiendo la sala.—la parejita de nuevo mostrando su amor en público, qué románticos—se burló Carlos y descubrí que tenía unas cervezas en la mano.

—Pensé que era una reunión de trabajo—revisé su ropa veraniega. No estábamos en el punto más alto del verano, pero ya comenzaba a hacer calor.

—Claro, podemos hablar de trabajo en esa preciosa piscina que no utiliza nadie—sonrió sentándose junto a Carolina. También se traía algo con él, pero lo guardaban en secreto. Álec era posesivo, y enterarse de que ella estaba con otros no era lo mejor para mí, por eso lo callaba.—¿No os molesta, verdad?

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora