No quiero entenderlo.

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—Necesito tiempo para pensar, quiero tener claro qué quiero hacer de ahora en adelante—sus ojos, aún vidriosos, me advertían que no estaba de broma.

—No lo estás diciendo en serio—sujeté su cara uniendo su frente a la mía.—Andra...

—No puedo hacer esto, Kaín, no puedo verte ahora sin pensar que de cierta forma estáis conectados... Necesito tiempo para aclararme.

Me dedicó una última mirada para después irse por el camino que quedaba detrás de mí, dejándome solo ahí. Quería correr detrás de ella, decirle cuánto lo sentía y cuánto quería que estuviese conmigo, pero comprendía que en esos momentos sería inútil y solo empeoraría la situación. Debía dejarle su espacio para que se aclarase, después de todo estaba así por mi culpa.

Regresé a casa de Diego, me avisó que que quería hablar conmigo acerca de algo importante, y yo también tenía que arreglar algunas cosas con él.

Entré por la puerta y me sorprendió verlo sentado justo donde lo dejé, tomándose unos tragos en el sofá.

—Siéntate, hijo, acompáñame—me invitó a unirme a él. Tenía ganas de sacar un cigarrillo para calmarme, pero él odiaba que fumase en su entorno, según su explicación, porque el olor se quedaba pegado en todas partes.—te serviré uno—vertió en el vaso el Whisky y me lo sirvió.

—¿De qué querías hablar?—solté directo. Casi no controlaba los nervios y no me apetecía permanecer más tiempo ahí.

—¿Qué tienes con Drake?—ignoró mi pregunta.—he visto cómo lo miras, casi podría jurar que no lo soportas, aunque no soportas a nadie en realidad.

—¿Y qué con eso?—tomé la bebida de un solo trago soltando con energía el vaso sobre la mesa.—Me dijiste que cancelarías todas las citas, y cuando llego me lo encuentro aquí. Es demasiada coincidencia sabiendo que tendrías visita, y que si hubiese llegado por casualidad tú le habías dicho que no podías recibirlo, y aún así se aparece por aquí. Además, solo te busca cuando tiene problemas.

—¿No confías en él? ¿Piensas que sería capaz de traicionarme?—bebía tranquilo el líquido, guardando la compostura, como siempre.

—No lo sé, después de todo es de tu amigo de quién hablamos. Lo conoces mejor que yo.

—Te ha visto crecer desde que eras un bebé, influyó en tu crecimiento. amaba a tu padre casi tanto como lo hacía yo.

—Tío sé más realista—solté una risa seca.—pocas veces lo he visto, sabes bien que no es a él a quién tengo que darle explicaciones, y tampoco a quien debo guardarle respeto.

—¿Es a mí?—me observó fijamente pero no respondí, pues ya conocía la respuesta.—lo quieras o no, él nunca me ha traicionado después de todo.

—¿Qué quieres decir? ¿Que yo sí lo he hecho?—fruncí el ceño sabiendo que era un ataque directo.—¿Cuándo?

—Esa chica... Lo sabes muy bien.

—Joder, tío, eso es diferente—no tenía derecho a mencionarla.—ya hemos hablado de eso. Si te lo hubiese contado la hubieses torturado igual.

—No sabía que te gustaba tanto, podríamos haber buscado una solución—ahora lucía algo más enfadado. No quería tocar ese tema porque sabía cuánto le afectaba.—Aunque ya es inútil, ¿ No es así?

—Eso ya da igual—aparté el rosotro recordando cómo me había dejado.—Tampoco es el tema del que hablamos, así que te pido que no volvamos a tocarlo. De todas formas ya no será un problema para ti.

—¿Sabes hijo?—se puso en pie caminando a un paso muy lento.—tu padre estaría muy orgulloso de ti si te viese ahora—quedó detrás del sofá en el que me encontraba y apoyó su mano en mi hombro.—¿Pero tu madre? Tu madre adoraría ver que ya eres todo un hombre.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora